¿No será, que la inteligencia artificial ha venido para que el hombre tenga finalmente su contrincante o su propio espejo?

El homo sapiens en su devenir ha hecho de la posibilidad de descubrir, escudriñar, inventar su principal afán vital, su propósito existencial por excelencia, desde hace trescientos mil años años aproximadamente. Ir más allá, de lo que la naturaleza le ofrece como bien para su supervivencia en este plano, hasta llegar a la alta tecnología de hoy. Este fenómeno consiste en una red de dispositivos físicos, vehículo, electrodomésticos cuentan con sensores de software y conectividad que permite recopilar y compartir datos.

Al terrícola humano no le es suficiente su medio ni las herramientas con que cuenta, y va siempre por más. Impulsado por el sentido de su supremacía (eso cree él), ha desembocado en posesión de una seudo inteligencia capaz incluso de desafiar a la misma mente humana y a todo lo creado por ella.

El planeta tierra con su pródiga vastedad es una estructura de vida en el sistema. El único espacio conocido en la galaxia de la Vía Láctea con condiciones para la existencia orgánica. En su evolución regenerativa aparece el hombre, y junto a él todo lo que en ella habita. Hay una necesidad intrínseca de voluntad en la naturaleza que invita a compartir como iguales, con un cerebro tan creativo, la mayor fortaleza del ser humano con respecto a los demás animales y seres vivos sobre la tierra.

Esta condición extraña de razón en el hombre, el animal más indefenso del reino en términos de desarrollo físico y cognitivo, una vez alcanzado, la naturaleza de su cerebro y su razonamiento rivaliza con los ímpetus y desafía sus inflexiones, lucha, pulsa con ella y se impone. Al mismo tiempo, la ambición desmedida del hombre pareciera que necesita siempre buscar un competidor.

Asumimos el acto de nacer y desarrollar la conciencia, pero no valoramos el hecho de que muchas personas pasan por la vida sin percatarse de que cuanto nos rodea es una construcción humana, salvo la naturaleza. Todo lo demás es invento del hombre. Por eso, cada momento histórico y, particularmente en los que abundan los grandes descubrimientos, el asombro y el miedo han sido tema de debate y cuestionamiento.

La revelación del fuego, de la pólvora, de la rueda, de la imprenta, el avión, el vapor, la bomba atómica, el ADN, la penicilina figuran entre los grandes acontecimientos de la humanidad. Hoy nos encontramos con fenómeno de la alta tecnología, cuyas aplicaciones han dado origen a la internet y a la inteligencia artificial, que tanto debate suscita y a la que tanto miedo se tiene.

¿Está el hombre asustado de ser sustituido por algo que él mismo ha inventado?

Pareciera que su alma de repente se siente amenazada de muerte por la sencilla razón de que su propia pericia de seguir en esa búsqueda interminable haya llegado al límite de que, con un clip algorítmico, pueda sustituir al fin su alma y su cerebro; o que un artefacto pueda borrarnos de la faz de tierra o convertirnos rehén de las inteligencias artificiales.

El desbordamiento del ego se ha ido un poco de las manos. Jugando a ser dioses, ya en el año 1996 pudimos ser espectadores de algo inimaginable: nació Dolly, el primer mamífero clonado. El hombre había comenzado a hacer experimentos muy arriesgados con la clonación de animales. Las alertas éticas y morales abundaron en serios cuestionamientos.

¿Fue este acontecimiento la antesala de la conciencia de que el hombre comenzaba a carecer de objeto o razón de ser en la tierra?

La manipulación genética puede en algún momento dislocar el curso natural y  colocarnos en una situación de difícil vuelta atrás. Así también pudimos darnos cuenta de que jamás oímos hablar de esos experimentos antes de que nos los dieran a conocer, a pesar de que fueron exitosos.

Hoy hemos creado un dios mecánico, desprovisto de alma, que nos dice qué hacer. Queremos que nos dirija, nos mime, nos acompañe, no tenga queja, que no sufra, no coma, no se canse, no ame, no muera, no sienta dolor, no consuma. Tal vez hemos creado el prototipo de semejante que pondrá límites a la humanidad. Acaso, a partir de ahora, ésta decrezca, se imbecilice, se atrofie, se idiotice, se enferme; y la tierra y la naturaleza, al fin, en su voluntad subrepticia puedan sobrevivir. Y, a lo mejor, ponga a prueba a las inteligencias en doble partida la humana y la artificial.

Los pasos agigantados que el hombre ha realizado en estos últimos treinta años en términos de tecnología nos colocan en un abismo que debemos revisar, evaluar la parte histórica y de manera hermenéutica los acontecimientos civilizatorios, sus pro y contras. ¿Debemos preguntarnos, en primer orden, si es hora de arreglar la casa o si lo que queremos es seguir el derrotero del azar con todos estos inventos sin límites? La pregunta es primordial es… ¿qué hacer?

Pienso la que la inteligencia artificial no es más que el propio hombre en búsqueda de formas y maneras de sustituirse o competir y, de ese modo, proponer su propio límite. Su imperioso anhelo de supremacía sobre todo lo demás, a lo mejor, con esto coloca una alerta ante la velocidad de los acontecimientos desafiantes para nuestro planeta y, en particular, respecto a los males que conllevan determinados inventos en manos de inescrupulosos, para su uso discrecional.

Revisarnos, es la consigna ante un ambiente ambiguo, en el que la ética y los valores acariciados por la humanidad desde los tiempos antiguos son activamente cuestionados. Freno, por una parte, y estímulo a la elevación del ser humano como ser pensante por excelente, especialmente dotado en términos cognitivos ante todos los males presentes y por venir.  Es hora de un alto para promover el respeto también de los reinos animal y vegetal, para conciliarnos con nuestra propia evolución y salvarnos como planeta.

Clamor de Paz, clamor de justicia, clamor de amor, que nuestra inteligencia no sea arrasada por nuestra IA descontrolada. Honrar todo lo bueno que somos y desechar todo lo malo que podemos ser. La ciencia, el arte, la filosofía, la fe, la justicia, la verdad, la belleza son parte innegable de nuestro patrimonio intangible. Vayamos, pues, al rescate de los valores conquistados por la humanidad desde tiempos inmemoriales. Es hora de un cambio existencial, de retomar el camino del descubrimiento para el bien, al servicio de nuestra supervivencia como especie, en la única casa habitable en el cosmos, el planeta tierra.

La inteligencia artificial una herramienta más, con la misma dualidad que los demás inventos de otros los tiempos, los negativos y los positivos. Estamos ante una invención resolutiva, mecánica, facilitadora, ejecutora, con capacidad de ahorrarnos tiempo, dinero. En suma, un auxiliar de primer orden. Jamás podrá, y respecto a eso estoy más que tranquila, sustituir mi corazón ni mis  sentimientos, jamás.

El temor ante lo desconocido es ignorancia. Quizás el tiempo nos está indicando que debemos preguntar a los expertos, para enterarnos de manera cabal, acerca de los alcances y los límites de los sistemas que hoy nos interpelan, y no hacer falsas alarmas.

Asimismo, hay que legislar. Hacernos cargo del nuevo habitante cibernético. Señalarle sus deberes y sus límites. A él, a su creador y a quien los pone en operación. De manera que no perdamos lo bueno y positivo que tiene este tiempo de posmodernidad.

Ninoska Velasquez Matos

Bailarina

Ninoska Velázquez. Prima bailarina, Coreógrafa y Maestra de Ballet Clásico Directora de Ballet Clásico Nacional (1991), Directora de la Escuela Nacional de Danza (2004-2013), Directora Ballet Metropolitano de Santo Domingo (2013-2016), Directora de la Escuela Superior de Ballet (1992-2003).

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