¿Se puede desmantelar la mediocridad educativa?

El sistema educativo no mejora porque poderosos intereses políticos y gremiales se benefician del status quo. Sin embargo, una disrupción sistémica es posible.

Llegamos al final de nuestro viaje y a la pregunta más difícil de todas. Si la crisis es tan profunda, si los datos son tan devastadores y si el costo social es tan alto, ¿por qué no se resuelve? ¿Por qué, a pesar de los miles de millones de pesos invertidos, el sistema permanece anclado en el fondo del abismo?

La respuesta no está en la falta de diagnósticos, de planes o de dinero. La respuesta, incómoda y cruda, es que el sistema no cambia porque hay quienes se benefician de que no cambie. La parálisis no es un accidente; es un proyecto. La mediocridad persiste porque es funcional para una maquinaria de poder que se alimenta de ella.

El botín del clientelismo

El Ministerio de Educación (MINERD) no es solo la institución encargada de educar a nuestros hijos. Con el presupuesto más grande del Estado y siendo el mayor empleador del país, es también el botín político más codiciado. Es un terreno fértil para el clientelismo, esa práctica de intercambiar favores y empleos por lealtad política que drena los recursos y el alma de las instituciones públicas.

Esta influencia se percibe en todas partes. En los nombramientos de personal administrativo y de apoyo, donde a menudo pesa más el carnet del partido que el mérito profesional. En la adjudicación de contratos millonarios para la construcción de escuelas o para el almuerzo escolar, procesos vulnerables a la corrupción y al favoritismo. Cada peso desviado, cada puesto otorgado por lealtad, es un recurso que se le roba al aprendizaje de un niño. El clientelismo convierte al ministerio en una agencia de empleos y contratos, distorsionando su misión fundamental.

La parálisis simbiótica

En este ecosistema, emerge un actor no estatal con un poder inmenso: la Asociación Dominicana de Profesores (ADP). Nacido de la lucha por la dignificación del magisterio, el sindicato ha logrado conquistas laborales históricas y necesarias. Sin embargo, su enorme poder de movilización se ha convertido, paradójicamente, en un formidable obstáculo para la reforma.

Ver primera parte: Una mediocridad diseñada (I)
Ver segunda parte:Una mediocridad diseñada (II) La brecha invisible del 'apartheid' educativo
Ver tercera parte: Una mediocridad diseñada (III) La hipoteca del futuro

La relación entre los gobiernos de turno y la cúpula de la ADP se ha convertido en una "parálisis simbiótica". Es un ritual que se repite cada cierto tiempo: el sindicato presenta un pliego de demandas, casi siempre centradas en aumentos salariales. El gobierno responde. Hay tensión, amenazas de huelga que paralizan las clases y perjudican a millones de niños. Finalmente, se llega a un acuerdo.

Ambas élites ganan. El gobierno puede anunciar que "invierte en los maestros" y compra la paz social. La dirigencia sindical puede mostrar a sus bases que ha conseguido una "victoria". ¿Quién pierde? Pierden los niños. Pierde la calidad educativa. Las conversaciones difíciles sobre la necesidad de evaluar el desempeño en el aula, de modernizar la pedagogía o de exigir rendición de cuentas por los resultados de aprendizaje se posponen indefinidamente. Es una estabilidad política comprada a costa del futuro de una generación.

El currículo de la conformidad

La crítica más profunda, sin embargo, no es sobre la gestión, sino sobre el propósito. ¿Qué enseña realmente el sistema educativo dominicano? Aunque los documentos oficiales hablan de "pensamiento crítico", la realidad en la mayoría de las aulas es un modelo basado en la memorización, la obediencia y la transmisión de información sin cuestionamientos. Los resultados en pensamiento creativo de las pruebas PISA, donde el país siempre ha quedado en los últimos lugares del mundo, no son un accidente. Son la prueba empírica de este fracaso.

Y aquí llegamos al núcleo de mi tesis en esta serie. Este modelo pedagógico no es un simple vestigio del pasado. Es perfectamente funcional para la estructura económica y política del país.

Una economía basada en el turismo y las zonas francas necesita una fuerza laboral disciplinada y de bajo costo, no una masa de jóvenes innovadores y con altas aspiraciones. Un sistema político basado en el clientelismo prospera cuando la ciudadanía no está equipada para analizar la realidad, exigir sus derechos u organizarse.

El sistema, por tanto, no está fallando. Está produciendo, con una eficacia notable, el tipo de trabajador dócil y de ciudadano dependiente que el orden establecido necesita para reproducirse. El fracaso en enseñar a pensar no es un fallo del sistema; es un éxito funcional para la estructura de poder.

¿Cómo desmantelar el diseño?

Hemos recorrido un camino desolador. Hemos visto las cifras de un desastre, el apartheid educativo que lo sostiene, el costo social que todos pagamos y la maquinaria política que lo perpetua. La conclusión es ineludible: el sistema educativo dominicano no está roto. Está cumpliendo su función implícita: mantener la desigualdad.

Pero el hecho de que sea un diseño no significa que sea indestructible. Romper este ciclo exige más que nuevos planes. Requiere una disrupción sistémica, un acto de audacia política y ciudadana. Las siguientes no son simples sugerencias, sino los pilares para desmantelar la mediocridad diseñada:

  1. Romper el apartheid educativo.En lugar de financiar la fuga del sistema público con vouchers para los colegios privados, una alternativa efectiva para romper el apartheid educativo seria haciendo de la red pública una opción de excelencia irresistible para todas las clases sociales. Esto se logra concentrando toda la inversión en las escuelas públicas de manera equitativa —dando más a las que más lo necesitan—, creando "escuelas magneto" de vanguardia para atraer a los mejores estudiantes mediante sorteos socioeconómicos, y utilizando un sistema de "elección controlada" para garantizar la integración social en todas las aulas, reduciendo el ratio de estudiantes/docentes a 15 o menos. Así, se forja un destino educativo compartido, obligando a los padres más influyentes a convertirse en los principales defensores y fiscalizadores de un sistema público unificado y de alta calidad para todos.
  2. Una revolución pedagógica.Se debe atar una parte del 4% a un programa nacional y obligatorio de reconversión docente, enfocado exclusivamente en enseñar a enseñar pensamiento crítico, creatividad y resolución de problemas. El éxito no se medirá con certificados, sino con la mejora real de estas habilidades en los estudiantes.
  3. Despolitizar la gestión.Es crucial blindar al MINERD del clientelismo. Esto significa crear un servicio civil de carrera para todos los puestos técnicos, basado en el mérito, no en el partido. Y crear un Observatorio Ciudadano de la Calidad Educativa, independiente y con poder para auditar el presupuesto y los resultados, haciendo que la rendición de cuentas sea ineludible.
  4. Reformar el rol de la ADP.La relación con la ADP debe cambiar. Se debe proponer un nuevo "Pacto Social por los Aprendizajes", donde los futuros aumentos salariales estén explícitamente vinculados a la mejora de los resultados de aprendizaje de los niños. Es hora de alinear los intereses de los maestros con los de sus estudiantes.

Estas medidas son difíciles. Enfrentarán la furia de quienes se benefician del sistema actual. Pero solo una agenda de esta magnitud tiene el poder de demoler la arquitectura de la mediocridad y empezar a construir, por fin, un sistema educativo que sirva como motor de justicia, desarrollo y democracia para la República Dominicana.

Ver primera parte: Una mediocridad diseñada (I)
Ver segunda parte:Una mediocridad diseñada (II) La brecha invisible del 'apartheid' educativo
Ver tercera parte: Una mediocridad diseñada (III) La hipoteca del futuro

José M. Santana

Economista e investigador.

Jose M. Santana Investigador Asociado del Profesor Noam Chomsky de MIT. @JoseMSantana10

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