Byung-Chul Han (Seúl, Corea del Sur 1959). Filósofo católico. Se considera uno de los filósofos más destacados del pensamiento contemporáneo por su crítica al capitalismo y la sociedad del trabajo.  “Sobre la esperanza”, conferencia que dictó en Lisboa el 13 de abril del 2023. (Byung-Chul Han. 2024. La tonalidad del pensamiento. Sobre la esperanza. Ed. Paidós. Barcelona. España).

Destaca lo siguiente: “Solo a través de la esperanza recuperaremos una vida que sea algo más que supervivencia. Solo la esperanza amplía el horizonte de lo que tiene sentido, lo que vuelve a avivar la vida, a darle alas, a inspirarla. Solo la esperanza nos brinda futuro”.

Hoy día, dirá, “la trascendencia está retrocediendo en todas partes debido al avance de inmanencia del consumo, de la producción y de la comunicación. La esperanza, sin embargo, no produce. Se orienta hacia lo que aún no es, lo que no ha sido, lo que aún no ha nacido”.

A propósito, trae la cita de san Pablo en su Carta a los Romanos: “Cuando se ve lo que se espera, ya no se espera más: ¿acaso se puede esperar lo que se ve”. La modalidad de la esperanza es el “aún no”. Se abre hacia lo venidero, hacia lo posible, hacia lo nuevo, es una actitud del espíritu, un estado del espíritu que nos eleva por encima de lo ya dado, lo ya visto y, sobre todo, lo que debería ser.

Han recomienda leer a Gabriel Marcel, especialmente las universidades católicas. Es un filósofo de la esperanza. Es el filósofo cristiano de la esperanza. Este autor sostiene que la esperanza se encuentra integrada en el “tejido de una experiencia en curso”, de una aventura aún no concluida. Esperar significa, como lo expresa maravillosamente Gabriel Marcel, “dar crédito a la realidad”, de manera que la realidad sea portadora de futuro.

Han fortalece este concepto con sus propias palabras: “la esperanza nos convierte en creyentes en el futuro”. También presenta lo que dijera sobre la esperanza Václav Havel, quien pasó largo tiempo en la cárcel por defender los derechos humanos frente al régimen comunista, llegando a convertirse en presidente de Checoslovaquia tras la caída del Bloque del Este.

En una impactante carta, Václav Havel presenta unos pensamientos muy inspiradores acerca de la esperanza. La carta dice así: “En primer lugar me gustaría decir que entiendo (…) la esperanza, sobre todo lo que reflexiono a menudo (en la cárcel), ante todo como estado del espíritu, especialmente en las situaciones particularmente desesperada, como la prisión. La esperanza es (…) una dimensión del alma; no depende en su esencia de la observación del mundo ni de la valoración de las situaciones. La esperanza no es un pronóstico. Es una orientación el espíritu, una orientación del corazón, que trasciende el mundo que se experimenta de inmediato y está anclada en algún lugar más allá de sus horizontes”.

Esta reflexión es ampliada por el mismo Han cuando dice: “Siento que la esperanza está anclada en algún lugar lejano más allá de sus horizontes… No me parece que sea posible explicarla sencillamente como un mero derivado de algo terrenal…Siento que sus raíces se hallan en algún lugar de lo trascendente”.

Aquellos cuya esperanza es fuerte ven y fomentan todos los signos de la nueva vida y están preparados en todo momento para ayudar al advenimiento de lo que se halla en condiciones de nacer. Esto significa que la esperanza nos proporciona un tercer ojo.

La esperanza -dirá Han- “es visionaria y profética. Nos infunde una fuerza para actuar y para ver que ni la razón ni el entendimiento podrían darnos. Agudiza nuestra atención hacia lo que aún no es, lo que aún no ha nacido, lo que va apuntando en el horizonte del futuro. No en vano la esperanza es la fuerza estimuladora de la vida”.

La esperanza, el amor y la fe están hermanados entre sí. Han, siguiendo a Achim von Armin (poeta y novelista alemán, importante miembro de la llamada segunda escuela de románticos alemanes), se refiere a la esperanza, el amor y la fe como “las tres bellas hermanas”. Quien carece de la capacidad para la fe y el amor, es decir, quien no puede transcenderse a sí mismo, tampoco puede esperar.

Refiriéndose a la esperanza cristiana, “Han considera que ésta no conduce a una pasividad inactiva, sino que más bien incita a la acción, estimulando la fantasía de la acción y despertando la capacidad inventiva… en el salir de lo antiguo e instalarse en lo nuevo. No huye del mundo, sino que anhela el futuro. Es portadora de futuro.  Su esencia no es la retirada quietista, sino el cor inquietum, el corazón intranquilo. La esperanza aguijonea el espíritu de la revolución”.

La esperanza y el miedo son opuestos. El miedo recorre nuestro tiempo como un fantasma. “Nos enfrentamos constantemente a escenarios apocalípticos. En todas partes falta esperanza. Solo a través de la esperanza recuperaremos una vida que sea algo más que mera supervivencia”.

El miedo aísla a las personas. “Es imposible tener miedo juntos. El miedo no genera comunidad, no genera un nosotros. En el miedo, cada cual está solo consigo mismo. En cambio, la esperanza entraña una dimensión del nosotros”.

Solo a través de la esperanza recuperaremos una vida que sea algo mas que mera supervivencia. Solo la esperanza amplia el horizonte de lo que tiene sentido, lo que vuelve a avivar la vida, a horizonte de lo que tiene sentido, lo que vuelve a avivar la vida, a darle alas, a inspirarla. Sólo la esperanza nos brinda futuro.

Han ha encontrado una formulación para la esperanza que aguarda más allá de la muerte. Determina no ya el “correr hacia la muerte”, sino la espera de un renacer. Llegar-al-mundo es la fórmula básica de la esperanza ¡La esperanza aguarda más allá de la muerte!

Héctor Rodríguez Cruz

Académico, filósofo

Obtuvo su Ph.D en el Departamento de Filosofía del Derecho, Moral y Política II (Ética y Sociología), dentro del Programa de Filosofía y Lenguaje: la Formación Humanística en el Desarrollo Personal y la Identidad Sociocultural, de la Universidad de Complutense de Madrid.

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