«La línea Maginot era una mala defensa. Los delanteros de ellos se vinieron por las puntas, pasaron por las Ardenas y nos jodieron», le confesó Camus a Peregrino Fernández, el entrenador que recorre campos y recuerdos en las historias de Osvaldo Soriano.
La frase saltó como si fuera a rematar un centro venenoso en el área, lanzado por otros alemanes, con la precisión que los caracteriza. Aunque estos no eran como los villanos que conocemos, hay quién se acuerda de alguno después del golazo que se comió el arquero. El muro Maginot era inexpugnable, decían, el Louvre también, cuánta candidez…
La familia Böcker fabrica y vende montacargas desde hace varias generaciones, ahora sus dueños pueden alardear que sus maquinarias son tan populares como los bólidos audis, los elegantes bmw, los democráticos volkswagens.
Soriano publicaba por entregas las aventuras de este ex futbolista de excepción, la gente tenía que esperar hasta el lunes siguiente para saber el final: «Con cinco goles me salvo… si hace esos goles lo cubro de oro», le dijo el propietario del París Racing Club. Había descubierto su talento, su clase, en los campos polvorientos de Argel, lo había visto meterle un gol de cabeza a un portero meditabundo y gritón, a un tal Albert Camus. El directivo no dudó, necesitaba alguien así para salvar al equipo. Él sólo quería conocer la (ridículamente) llamada Ciudad del Amor, poco le importaba el oro, a diferencia de los ladrones, que no pensaban en otra cosa. Además, sabían que algunas salas del museo daban a la calle y que podían acceder a él como si fueran a darle mantenimiento a las ventanas, a la red eléctrica, al internet, a lo que fuera.
Si me preguntan cómo es un montacargas tendría dificultades para explicarlo. Claro que es algo que sirve para levantar y llevar cosas pesadas, ¿cómo el elevador de un edificio? En cambio, los atracadores fueron prácticos al escoger uno bueno, esto es, uno Made-in-Germany. En la familia Böcker hay un hijo favorito: el modelo agilo, ¿usaron uno de esos, ágil y silencioso? Y, en menos de lo que un policía bebe su café dominical, subieron, entraron, amagaron a turistas y vigilantes, rompieron vitrinas, se apoderaron de las alhajas, dejaron caer alguna –por las prisas– volvieron a descender, huyeron y au revoir… ¿Siete minutos solo?, Mejor que un reloj suizo, un montaladrones alemán, ¿gol en offside, o simplemente la defensa estaba dormida?
«La tarde que hice el quinto gol y nos salvamos del descenso había una tribuna entera de nazis franceses que me puteaban como si yo jugara en otro equipo», recuerda Peregrino, con nostalgia. Le habían dado los documentos de un polaco de apellido Levi y se estaba convirtiendo en un ídolo, pero corría peligro. Los ladrones también corrieron, primero en moto, creo, después en avión con destino a Argelia… Por fin la policía atajaba un pelotazo letal, pues lo interceptaron antes de abordar. Metieron fuerte la pierna, sacaron la lupa: ADN en el montacargas, en la sala Apolo, luego encontraron a otro y a otro. Todos con antecedentes, les gustaba robar joyerías, en equipo…
Los tienen peor que si estuvieran en el banquillo, ¿roja permanente hasta que hablen? A don Peregrino le inquietaban los aplausos de aquella fanaticada llena suásticas, se puso otra camiseta, (con el diez en los dorsales, no podía ser de otra manera) se internó hasta la profundidad del «córner» de un bosque, dejó atrás la nieve, las tormentas, burló a los invasores como solía hacerlo con los rivales, nunca más volvió a esa cancha.
Por su parte, Herr Böcker tuvo un acceso de humor y se puso a hacer un comercial. Sus montacargas pueden transportar hasta 400 kilos de tesoros, mencionó. El motor es tan rápido como un murmullo, tan, tan discreto que avanza 42 metros por minuto. Los servicios secretos y policiales de París ya hicieron un pedido (esto quisiera yo, aunque no lleve comisión…).
¿Y las joyas?, se pregunta la prensa, la gente, los investigadores. No podemos consultar a Soriano, murió en 1997, ¿o sí? Peregrino alegaba que el fútbol no es más que fantasía, dibujitos animados para mayores, ¿igual que unos cuantos diamantes, como ir de excursión al Louvre, como un viaje al estadio?
Compartir esta nota