Una historia que Estados Unidos pudo cambiar: Si en 1965 el presidente de los Estados Unidos hubiese sido alguien con la personalidad, el estilo y la audacia política de Donald J. Trump, la historia del Caribe habría tomado un rumbo completamente distinto. Trump ha demostrado, tanto en sus mandatos como en sus gestiones internacionales, una capacidad singular para romper esquemas, negociar con adversarios ideológicos y desactivar crisis aparentemente inevitables. Lo hizo en Corea del Norte, pasando del peligro de guerra nuclear en 2017 a una cumbre histórica con Kim Jong-un; lo hizo en Medio Oriente durante su primer mandato; y lo ha vuelto a hacer en 2025 al recibir incluso a adversarios políticos como el alcalde de Nueva York, Mandami, para buscar soluciones por encima de diferencias partidarias.
Con una figura así en la Casa Blanca en 1965, Cuba y la República Dominicana no habrían quedado atrapadas en las lógicas rígidas de la Guerra Fría. Fidel Castro, Juan Bosch y todo el Caribe habrían sido protagonistas de una historia muy distinta.
La decisión que benefició a Fidel Castro: En la historia real, abril de 1965 encontró a la República Dominicana en medio de una guerra civil decisiva. Las fuerzas constitucionalistas luchaban por restaurar la Constitución de 1963 y devolver a Juan Bosch al poder, truncado por un golpe militar. La administración Johnson, temerosa del “nuevo Cuba” y atrapada en la lógica anticomunista, decidió impedir la restauración democrática. Al bloquear el retorno de Bosch, Washington le regaló a Fidel Castro un argumento perfecto para consolidar su régimen.
Castro pudo repetir durante décadas que la democracia progresista en América Latina era imposible porque Estados Unidos la destruiría. Y así, Cuba quedó sin contramodelos democráticos cercanos.
¿Qué habría hecho Trump en 1965?
Si Trump hubiera sido presidente en 1965:
—Habría negociado directamente con Bosch.
—Habría rechazado a los burócratas que promovían golpes “preventivos”.
—Habría buscado una salida rápida, estable y práctica.
—Habría preferido una República Dominicana fuerte, democrática y aliada, en vez de una ocupación costosa.
—Y, sobre todo, habría enfrentado a Castro no con invasiones, sino con diplomacia de fuerza y acuerdos directos.
Trump habría visto en Bosch un líder electo legítimamente y no una amenaza comunista. Habría hecho lo posible para estabilizar el país sin tumbar su democracia.
La ucronía del triunfo constitucionalista: En esta historia alternativa, las fuerzas constitucionalistas consolidan el control de Santo Domingo antes de la llegada masiva de tropas estadounidenses. La moral del pueblo dominicano, unida al liderazgo de Caamaño, hace irreversible el triunfo.
Un presidente Trump —en vez de Lyndon Johnson— no optaría por una intervención amplia. Negociaría.
Y al negociar, permitiría lo que la historia negó: el retorno legítimo de Juan Bosch al poder.
V. El Retorno de Bosch y la nueva República Dominicana
En esta ucronía, Bosch regresa a la presidencia el 10 de mayo de 1965. Consciente del nuevo panorama internacional, actúa con velocidad y firmeza:
– Reorganiza las Fuerzas Armadas.
—Disuelve el CEFA.
—Envía a los oficiales golpistas al exterior.
—Da a Caamaño una función de alto perfil para evitar rupturas.
La Constitución de 1963 renace fortalecida. La República Dominicana se convierte en el primer modelo de democracia social del Caribe.
Un presidente Trump en 1965 apoyaría esta fórmula, porque representa estabilidad sin costos militares.
La democracia social del Caribe: Con Bosch al mando y sin interferencias, la República Dominicana aplicaría:
– Reforma agraria profunda.
– Libertad de prensa.
– Libertad sindical.
– Instituciones civiles fuertes.
Estados Unidos vería este modelo como alternativa viable al castrismo.
La OEA lo celebraría como ejemplo democrático.
El impacto en Cuba: Fidel Castro obligado a cambiar: Aquí aparece el giro decisivo de esta ucronía:
Un Trump presidente en 1965 permitiría el triunfo constitucionalista. Y ese triunfo, a su vez, obligaría a Fidel Castro a reaccionar.
Castro ya no podría sostener que la democracia era una herramienta de Washington. La existencia de una República Dominicana democrática, progresista y próspera a menos de mil kilómetros de Cuba destruiría este argumento.
Cuba enfrentaría presiones internas y externas:
—El pueblo cubano vería una alternativa real.
– Los moderados dentro del castrismo exigirían apertura.
– América Latina cuestionaría el modelo cubano.
– Moscú impulsaría reformas para evitar aislamiento.
La Apertura Cubana (1966–1975): Ante esta competencia regional, Cuba adoptaría reformas controladas:
– Elecciones municipales limitadas.
– Cierta liberalización económica.
– Reducción de la represión.
– Autonomía cultural supervisada.
– Espacios de crítica moderada.
El régimen se transformaría en un híbrido menos autoritario, más pragmático.
América Latina y el nuevo escenario: Una República Dominicana democrática en 1965, respaldada por un presidente Trump, se convertiría en un modelo poderoso. Las guerrillas marxistas perderían argumentos. Los movimientos democráticos progresistas se fortalecerían. El Caribe sería un territorio de estabilidad, no de confrontación.
Los efectos en la República Dominicana (1970–2025): Sin los Doce Años, sin la represión, sin la división PRD–PLD:
– La institucionalidad sería más fuerte.
– La migración sería menor.
– El desarrollo educativo sería mayor.
– El país habría alcanzado niveles similares a Costa Rica.
– Bosch continuaría liderando la política dominicana sin rupturas.
– La democracia sería estable desde los años 60.
Conclusión
Si Donald Trump hubiese sido presidente de los Estados Unidos en 1965, la historia de Cuba y la República Dominicana sería completamente distinta. Su estilo directo, negociador y poco dado a la burocracia habría permitido la restauración democrática dominicana. Y ese triunfo habría obligado a Castro a democratizar parcialmente su régimen.
El Caribe habría sido otra historia: más libre, más estable y más próspero.
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