El siglo XVIII fue un período de resistencia silenciosa y transformación gradual para las estructuras militares del territorio que hoy es la República Dominicana. A diferencia del siglo anterior —marcado por piratería, despoblación y conflictos directos—, esta etapa se caracterizó por la reorganización interna, la creación de milicias criollas más formales, la presión constante de los franceses en el oeste, el fortalecimiento de la ganadería como base económica y la lucha permanente contra contrabandistas y corsarios.
Desde la perspectiva histórica, este siglo representa el puente militar entre la colonia española debilitada del XVII y la colonia reformada que enfrentó la turbulencia revolucionaria franco-haitiana de finales del XVIII.
Autores como Frank Moya Pons (2013), Rouse (1992), Emilio Rodríguez Demorizi (1971) y Robiou Lamarche (2006) han permitido reconstruir este fascinante —y muchas veces olvidado— capítulo de la defensa colonial dominicana.
1. 1700–1730: Un ejército pobre en una colonia empobrecida
Al iniciar el siglo XVIII, la Capitanía General de Santo Domingo se encontraba en franca decadencia económica. La metrópoli española, inmersa en conflictos europeos como la Guerra de Sucesión (1701–1714), tenía poco interés en invertir en una colonia periférica.
Esto tuvo consecuencias directas para la estructura militar:
- Las guarniciones estaban incompletas.
- Los fuertes costeros carecían de mantenimiento.
- La artillería estaba oxidada o inutilizable.
- Y los salarios militares se pagaban con retrasos de meses o años.
Moya Pons (2013) señala que el ejército colonial de Santo Domingo era “más simbólico que efectivo”, compuesto por pequeños cuerpos de infantería y artillería mal abastecidos.
2. La frontera con Saint-Domingue: tensión constante
Mientras la parte española decaía, la parte francesa de la isla —Saint-Domingue— se convirtió en una de las colonias más ricas del mundo gracias al azúcar, el café y el comercio esclavista.
Esto generó una asimetría militar peligrosa. Los franceses tenían:
- Tropas mejor equipadas,
- milicias coloniales disciplinadas,
- y mayor presencia naval.
En contraste, Santo Domingo dependía de:
- milicias criollas rurales,
- pequeños destacamentos de frontera,
- y una economía ganadera que servía más para sobrevivir que para sostener una defensa formal.
Rouse (1992) indica que esta disparidad marcó toda la política militar del siglo XVIII.
3. 1730–1760: La institucionalización de las milicias criollas
A falta de un ejército profesional fuerte, los gobernadores españoles impulsaron la formación de milicias urbanas y rurales compuestas por:
- criollos,
- pequeños ganaderos,
- mulatos libres,
- Y en ocasiones, esclavos manumitidos.
Estas milicias:
- Patrullaban caminos,
- resguardaban hatos,
- Perseguían contrabandistas.
- y servían como primera línea frente a incursiones francesas.
Rodríguez Demorizi (1971), en sus estudios sobre documentos de la época, señala que estas milicias fueron el núcleo real de la defensa dominicana durante todo el siglo.
A diferencia del siglo XVII —cuando las milicias surgieron de manera espontánea—, en el XVIII se formalizaron y recibieron:
- rangos,
- reglamentos,
- uniformes simples,
- y entrenamiento básico.
4. Bandolerismo, contrabando y defensa interior
Entre 1700 y 1760, la principal función militar no era enfrentar ejércitos extranjeros, sino mantener el orden interno frente a:
- bandas de contrabandistas,
- cuatreros,
- asaltantes de caminos,
- y comunidades de cimarrones.
Moya Pons (2013) describe al Santo Domingo del siglo XVIII como “una sociedad pastoril armada”, donde la defensa y la subsistencia estaban profundamente entrelazadas.
Las patrullas de frontera eran esenciales para evitar invasiones silenciosas de colonos franceses que avanzaban hacia la zona del Artibonito y el valle del Guayubín.
5. Reformas borbónicas: tímida modernización (1760–1780)
La llegada de la dinastía Borbón a España trajo cambios administrativos y militares. Aunque Santo Domingo no recibió inversiones comparables a Cuba o Puerto Rico, sí experimentó mejoras:
- reorganización del Ejército Real de Santo Domingo,
- inventario y reparación parcial de artillería,
- reclutamiento de compañías veteranas peninsulares,
- fortalecimiento del sistema de presidios,
- Actualización parcial de las defensas costeras.
Estas reformas buscaban asegurar la frontera con Saint-Domingue y reforzar la autoridad real.
Robiou Lamarche (2006) señala que, a pesar de las mejoras, Santo Domingo seguía siendo un territorio de defensa irregular y dependiente de las milicias criollas.
6. 1780–1790: El auge francés y la vulnerabilidad española
Mientras España realizaba reformas limitadas, Saint-Domingue alcanzaba su máximo esplendor económico. Para 1789:
- Tenía más de 500,000 esclavos.
- exportaba azúcar y café a niveles sin precedentes,
- Y mantenía una fuerza militar colonial bien organizada.
Las tensiones fronterizas aumentaron. Criollos y franceses discutían por pastizales, ganado y rutas comerciales.
La frontera era una línea difusa donde milicianos dominicanos, esclavos fugitivos y colonos franceses interactuaban constantemente.
En este ambiente nació una nueva figura militar criolla: el comandante de frontera, responsable de mantener el orden en regiones donde la presencia estatal era mínima.
7. 1791–1795: La Revolución haitiana cambia el tablero militar
El estallido de la Revolución haitiana en 1791 transformó completamente la realidad militar de la isla.
Los esclavos de Saint-Domingue, guiados por líderes como Toussaint Louverture, iniciaron una guerra de proporciones nunca vistas en el Caribe.
Para Santo Domingo, esto significó:
- oleadas de refugiados,
- Temor a levantamientos internos,
- Necesidad de reforzar guarniciones.
- patrullajes constantes,
- y cooperación táctica con autoridades francesas.
Moya Pons afirma que el período 1791–1795 es el “inicio del fin del orden colonial español en Santo Domingo”.
8. 1795: El Tratado de Basilea — España cede Santo Domingo a Francia
En 1795, España, debilitada por guerras en Europa, firmó el Tratado de Basilea, cediendo oficialmente Santo Domingo a Francia.
Aunque la entrega administrativa tardaría en completarse, el tratado marcó el fin de la soberanía española y el fin de un siglo de defensa fronteriza.
Con este evento, la estructura militar del territorio entró en un período de transición decisiva que daría paso al siglo XIX y a las luchas que conducirían a la independencia.
Conclusión: El siglo XVIII forjó la tradición militar criolla
Entre 1700 y 1795, Santo Domingo desarrolló un modelo militar propio, basado en:
- milicias criollas,
- defensa de frontera,
- Vigilancia rural,
- respuesta a amenazas externas,
- y administración militar fragmentada.
Como concluye Rouse (1992), este período fue “la incubadora de la cultura militar dominicana”, anterior a la lucha independentista.
El siglo XVIII consolidó la identidad del soldado criollo que más tarde protagonizaría las gestas del XIX.
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