Con la experiencia de tantos años de trabajo en el Centro de Atención a Sobrevivientes de Violencia nos hemos encontrado con todo tipo de casos. Mujeres que despiertan y salen de la violencia; otras que inician, mas no cuentan con los recursos necesarios para afrontar todo lo que implica y se devuelven, lo cual no juzgamos, sino que las acompañamos hasta que estén listas.

Muchas otras van asumiendo cada etapa, cada momento, cada situación en un proceso que regularmente es largo y demandante en todos los sentidos. Otras reciben mucho apoyo y logran salir de mejor manera; también están las que no cuentan con nadie, solo con el equipo del Centro y van construyendo vínculos fuertes con sus compañeras que han vivido la misma situación y con el paso del tiempo se hacen amigas y hermanas, dándose refugio si lo necesitan, compañía en las audiencias, colaboración con los hijos e hijas, en fin, lo que no tienen, lo gestionan y siguen adelante.

Es imposible compartir por aquí la diversidad de maneras y caminos en que las mujeres transitan y van saliendo poco a poco de la violencia. Y digo poco a poco porque así es, no vendemos soluciones rápidas ni ilusiones de que será fácil porque no lo es, de lo que si tenemos la certeza es que es posible salir, con la compañía idónea a nivel terapéutico, con sistema de apoyo y con mucha, mucha fortaleza y consistencia, ya que implica desmontar un sistema de creencias que lleva siglos implantándose y se replica en la cultura, naturalizado y aplaudido.

En este articulo me quiero referir a casos que hemos visto en que la mujer comienza a mirar lo que ha estado viviendo, le pone nombre, inicia algunos cambios y como se siente mejor cree que puede ayudar a otras mujeres sin terminar ni profundizar en su proceso. A través de las redes sociales capta casos, hace  publicaciones del tema, comienza a recibir respuesta de otras mujeres que están en una situación igual o peor que ella. Puede tener una profesión y relaciones que le ayuden a lograr la posibilidad de asistir a medios tradicionales de comunicación y ganar incluso algún posicionamiento a este nivel.  En ese proceso podría resistirse a continuar con el proceso terapéutico o con la medicación indicada pues siente que eso que recibe desde fuera y que la estimula, será suficiente.

Una mujer que ha vivido violencia es la mejor voz para otras que están en esta situación

Algunas mujeres comienzan a crear fundaciones u organizaciones para prestar ayuda a otras mujeres, pero la sostenibilidad en el tiempo es corta porque todo este ruido ha sido una trampa que le ha servido para distraerse y desenfocarse de su propio proceso. De repente, según ella, aunque solo no ha visto las señales, llega de nuevo la vulnerabilidad, la inestabilidad emocional, la dificultad para dar respuestas asertivas en su proceso legal que por supuesto se ve afectado por todo esto. Podría regresar en peor condición que al inicio pues el mundo emocional, si no le prestamos atención exige lo que necesita a las buenas o las malas, da un espacio, envía una señal y si no hacemos caso recurre a otros medios como las enfermedades físicas que regularmente son una alerta más contundente, pues nos detienen, nos postran y nos obliga a ocuparnos, aunque no queramos.

Una mujer que ha vivido violencia es la mejor voz para otras que están en esta situación, desde ahí se siente más comprendida, aceptada, incluso inspirada, pero esa voz tiene que, al igual que hacen los artistas, estar trabajada, cuidada, protegida para lograr una expresión afinada y melódica.

Las características del rol de “salvadora” suelen ser común en las mujeres que sobreviven a la violencia, de hecho le ha servido para sostener a otras personas, para aguantar las violencias que han vivido, pero justo todo el desmonte de  ese personaje es parte de los objetivos de un proceso psico terapéutico.

Hemos tenido casos de mujeres que no han logrado estabilizarse para continuar su proceso legal, que han postergado la psicoterapia, que han abandonado la medicación que requieren y bajo estas condiciones, transitar la salida de la violencia y ejercer su derecho a vivir en paz se hace muy cuesta arriba. Igual ahí estamos para cuando estén listas, pues abandonarlas y juzgarlas es revictimizarlas.

Necesitamos muchas manos para reducir la violencia, se requiere que todos los sectores de la sociedad se involucren; necesitamos políticas públicas más aterrizadas a las realidades que viven las mujeres, todos y todas somos parte del problema y de la solución, pero las sobrevivientes requieren atención, cuidados y profundizar en su camino hacia la recuperación, hacerse cargo de ellas mismas primero, para luego acompañar a otras.

Solange Inmaculada Alvarado Espaillat

Psicóloga y Terapeuta Familiar

Psicóloga y Terapeuta Familiar en su consultorio privado desde 1999. Directora del Centro de Atención a Sobrevivientes de Violencia de la Procuraduría Fiscal del Distrito Nacional. Autora de dos libros para la Procuraduria Fiscal del Distrito Nacional y una publicación personal: “Violencia contra la Mujer, Modelo de Intervención Integral” “Heroínas en Lienzos, Palabras y Sueños” "Guía Práctica para la Familia Actual, de mi consulta y mis vivencias"

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