La migración es un elemento necesario para el ajustamiento y equilibrio de la población por dos razones básicas. Por un lado, dentro de muchas naciones o regiones, algunas áreas o países tienen tasas de mortalidad más altas que otras; y, por el otro, algunas comunidades o países constituyen áreas de inmensas oportunidades para empleos, mientras que otras comunidades son áreas con oportunidades económicas estacionarias, declinantes o simplemente escasas.

Además de funcionar como fenómeno de ajuste de la población, hoy, ante el rápido envejecimiento de la población particularmente en los países occidentales, la migración se torna en un fenómeno de amortiguamiento, ya que, en general, entraña el desplazamiento de contingentes poblacionales económicamente activos y, si bien la población migrante, salvo algunas excepciones, solo suele representar, en promedio, alrededor del 5% de la población del país receptor, genera aportes nada despreciables al crecimiento de su riqueza. Considerando las diferentes ramas de actividad económica que componen el PIB, se estima que la población ocupada de origen extranjero aportaría el 7.5% del valor agregado de los bienes y servicios producidos por la economía dominicana en el 2012 y, 5.4 puntos porcentuales de ello, lo aportan los trabajadores inmigrantes nacidos en Haití (Lizardo y Gratereaux, 2013), significando que el 72% del aporte total de la mano de obra de origen extranjero, proviene de la inmigración haitiana.

La literatura sobre la migración señala que las personas que deciden emigrar lo hacen empujadas por factores de naturaleza económica, social, cultural y política. Hallazgos derivados de encuestas especializadas indican que las condiciones económicas imperantes tanto en el país de origen como en el de destino son las más relevantes. En el caso de la República Dominicana que es el ámbito en el que se concentran estas reflexiones, la segunda Encuesta Nacional de Inmigrantes 2017 (ENI 2017) levantada por la Oficina Nacional de Estadística (ONE), indica que el 76% de los inmigrantes declaró razones de naturaleza económica. La búsqueda de empleo fue señalada por el 43% de este segmento poblacional y, aquellos cuyo sueño era alcanzar mejores condiciones de vida, corresponden a un tercio de los inmigrantes.

La realidad develada por la ENI 2017 no es exclusiva de la República Dominicana, pues, en el caso de México, resultados de la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica 2018 (ENADID 2018), realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), destacan que más del 65% de la población de cinco años y más que emigró en el quinquenio previo señaló la búsqueda de trabajo como causa para marcharse.

Llama la atención, por no decir que debe verse con preocupación, la forma como tradicionalmente se ha abordado el tema de la inmigración haitiana. Esta discusión tiene dividida en dos grupos a la sociedad dominicana. Hay quienes valoran la importancia de la inmigración para la economía dominicana. En contraste, otros desconocen esa importancia y piden las deportaciones de todas aquellas personas de origen haitiano que se encuentren en territorio dominicano.

A todas luces es evidente que la inmigración constituye un tema que despierta pasiones encontradas, al mismo tiempo que, desde diferentes perspectivas, tiene gran impacto en la vida nacional. Sin embargo, esto no parece constituir motivo suficiente para que el Estado Dominicano se aboque a la elaboración de una Política Migratoria, a partir de la cual se maneje el tema con el grado de objetividad necesario. Por el contrario, la intensidad del discurso y las intervenciones sobre este tipo de movilidad humana dependen del momento social que se esté viviendo en la República Dominicana.

El discurso de los políticos se radicaliza si las presiones de la comunidad internacional, pidiendo mayor indulgencia a las autoridades dominicanas frente a la inmigración haitiana, coinciden con algún proceso electoral interno. Parte de esa doble moral se manifiesta a través de las posiciones radicales que suelen enarbolar algunas personas, al exigir al gobierno acciones contundentes en dirección a ejecutar deportaciones a veces indiscriminadas, porque no distinguen entre quienes residen de manera irregular en el país y quienes permanecen aquí con su documentación en regla.

Esa doblez en el trato al tema de la inmigración haitiana no es exclusiva de la clase política, otros sectores de la sociedad dominicana irónicamente son también propulsores de los operativos de deportaciones masivas, al tiempo que se aprovechan de esa mano de obra en condiciones muy inferiores a aquellas bajo las cuales es contratada la de origen dominicano. En fin, esa es parte de la simulación que subyace en este tema y sobre el que no se vislumbra una solución definitiva, al menos en el mediano plazo.

Es impensable que un fenómeno de naturaleza multifactorial como la inmigración, pueda resolverse con medidas coyunturales y reactivas. Ya es tiempo para que la clase política dominicana, deje de ver la migración con el espíritu de conveniencia de siempre, se siente en la mesa a discutir el tema, con miras a elaborar propuestas que el gobierno pueda traducir en componentes de una Política Nacional de Inmigración que responda a las necesidades nacionales y al bienestar de los inmigrantes.

Particularmente porque la asimetría en el nivel de desarrollo de ambos países continuará propiciando una demanda de mano de obra del lado dominicano y la oferta de este recurso del lado haitiano. Si algún impacto tiene el levantamiento de un muro, por ejemplo, sería obligar a los inmigrantes al reencauzamiento de sus movimientos, o, el encarecimiento del precio que normalmente deben pagar a la red que les ayuda a cruzar la frontera en forma irregular.

De acuerdo con estas reflexiones, la pregunta obligada es: ¿Es la inmigración haitiana problema o la solución a un problema?; ¿Deben detenerse los flujos migratorios desde Haití hacia República Dominicana? Si bien no es factible abrir la frontera, sí corresponde hacer un esfuerzo para regular dichos desplazamientos y, para ello, es necesario establecer controles en tres aspectos fundamentales y estratégicos. Los representantes consulares dominicanos en Haití deberían preocuparse en ser más eficientes y cuidadosos al momento de atender las solicitudes de visado; sensibilizar a las autoridades dominicanas apostadas en la frontera, de manera que, con base en un régimen de consecuencia, no permitan el cruce de quienes no cuenten con los documentos requisitados para ingresar a territorio dominicano; y, conminar a los captadores de esa mano de obra a contratar solo a quienes cuenten con la documentación establecida.