Los resultados de la Encuesta Gallup recientemente publicados en la prensa revelan una realidad que contrasta marcadamente con el discurso dominante en los medios de comunicación y en los círculos académicos y políticos sobre la educación en la República Dominicana. Mientras que en estos espacios se sostiene con insistencia que el sistema educativo atraviesa una crisis profunda que requiere reformas estructurales urgentes, la percepción ciudadana sobre la calidad del servicio educativo es sorprendentemente favorable en comparación con otros servicios públicos. Esta divergencia sugiere una desconexión entre la visión técnica de los expertos y la experiencia cotidiana de la población con el sistema educativo.

Según la encuesta, la educación es el servicio mejor valorado entre todos los evaluados. Un 61% de los encuestados considera que las escuelas ofrecen un servicio satisfactorio, y un 57% expresa una opinión similar sobre la educación en general. Esta alta valoración es notable si se compara con la percepción sobre otros servicios públicos como la seguridad, la gestión del tránsito y el drenaje pluvial, que reciben calificaciones mucho más negativas.

No obstante, un aspecto metodológico importante de la encuesta es la distinción entre "escuela" y "educación", que no está claramente explicada. Esto plantea dudas sobre el significado exacto de cada categoría en la mente de los encuestados: ¿Están valorando la infraestructura escolar, la enseñanza en el aula, la gestión educativa o la educación en sentido amplio? A pesar de esta ambigüedad, el dato es contundente: la educación es percibida con más aprobación que otros servicios esenciales del Estado, lo que sugiere que la población no comparte plenamente la visión de crisis que prevalece en los círculos académicos y mediáticos.

Esta discrepancia entre la percepción de la población y la evaluación técnica del sistema educativo plantea interrogantes profundas. En el discurso público predominan los señalamientos sobre las deficiencias estructurales del sistema:

  1. El bajo desempeño en pruebas nacionales e internacionales, como PISA, que revelan deficiencias significativas en comprensión lectora y habilidades matemáticas.
  2. Problemas en la formación docente, incluyendo deficiencias en la preparación y actualización de los maestros.
  3. Debilidades en la calidad del currículo, con críticas sobre su pertinencia y su alineación con las demandas del mercado laboral y la sociedad.
  4. Gestión ineficiente de recursos, a pesar de que la educación recibe un 4% del PIB, con dudas sobre la efectividad de la inversión.

En cambio, la percepción ciudadana reflejada en la encuesta podría estar más influida por factores inmediatos y tangibles, que afectan directamente la vida cotidiana de las familias y que han mejorado en los últimos años:

  1. Acceso garantizado a la educación: Con un alto nivel de cobertura en la educación primaria y secundaria.
  2. Alimentación escolar: Un elemento clave para muchas familias de bajos recursos, que ven en la escuela no solo un espacio de aprendizaje, sino un apoyo fundamental para la nutrición de sus hijos.
  3. Tanda extendida: La ampliación de la jornada escolar no solo ha impactado en la formación de los estudiantes, sino que también ha generado beneficios indirectos, como el alivio en el cuidado infantil para las familias trabajadoras.
  4. Infraestructura escolar: A pesar de problemas de mantenimiento, se han construido numerosas escuelas en la última década, lo que ha mejorado la accesibilidad.
  5. Disponibilidad de libros de textos. Se ha hecho un gran esfuerzo para que cada niño de las escuelas públicas tenga disponible los libros de texto que necesitan.
  6. Transporte para los estudiantes.

Estos elementos, aunque no necesariamente se reflejan en mejoras en los aprendizajes, contribuyen a una percepción de estabilidad y beneficio social del sistema educativo, lo que podría explicar la valoración positiva en la encuesta.

Esta divergencia puede interpretarse desde varias perspectivas. Mientras los expertos miden la calidad educativa con base en indicadores como resultados de aprendizaje, desempeño docente y eficiencia del sistema, las familias podrían estar evaluando la educación desde una perspectiva más pragmática: ¿Es accesible? ¿Ofrece un entorno seguro para mis hijos? ¿Reciben alimentación y cuidado adecuado?

La implementación de la tanda extendida y la alimentación escolar han modificado la experiencia cotidiana de las familias, generando una percepción de mejora, aunque no necesariamente en términos de calidad académica. Mientras los medios y los expertos enfatizan las deficiencias del sistema, la población experimenta la educación en su día a día con una perspectiva más pragmática y menos influenciada por análisis técnicos.

En un país donde la seguridad, el tránsito y la gestión de servicios básicos como el drenaje pluvial son percibidos como altamente deficientes, la educación puede parecer relativamente mejor, aunque siga teniendo desafíos importantes.

Esta brecha entre la percepción pública y el diagnóstico técnico plantea importantes retos para la formulación de políticas educativas:

  1. Es necesario desarrollar metodologías que combinen la evaluación de la calidad educativa con las expectativas y necesidades de la población.
  2. Se hace necesario reformar la comunicación sobre calidad educativa y explicar a la ciudadanía la importancia de medir la educación más allá del acceso y los servicios complementarios, enfocándose en los aprendizajes y la formación docente.
  3. Si la población valora el acceso, la alimentación y la tanda extendida, es clave aprovechar estos aspectos para introducir mejoras en la enseñanza y el aprendizaje dentro de ese marco.
  4. Estos resultados de la encuesta GALLUP pone de relieve la necesidad que tenemos de realizar estudios cualitativos que permitan entender cómo las familias valoran la educación y qué factores influyen en su percepción.

Este contraste plantea una oportunidad para analizar con mayor profundidad cómo la ciudadanía valora el sistema educativo y qué implicaciones tiene esto para la política educativa. Comprender esta brecha permitirá diseñar estrategias más efectivas para mejorar no solo la calidad de la educación, sino también la forma en que se comunica y se gestiona la percepción pública sobre el sector.

Radhamés Mejía

Académico

Educador. Profesor Emérito de la PUCMM ExVicerrector de la PUCMM por más de 35 años y exrector de UNAPEC. Actualmente es Coodinador de la Comisión de Educación de la Academia de Ciencias de la República Dominicana (ACRD). En la actualidad es Director del Centro de Investigación y Desarrollo Humano (CIEDHUMANO)-PUCMM.

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