El periodismo tiene sus técnicas para abordar los hechos noticiosos y presentarlos con la vestimenta de subcategorías o subgéneros cuyo abordaje estará en función de la coyuntura y las demandas de los perceptores.
Como la vida y otros campos científicos, no se resiste a la creatividad y hasta la hibridez para presentar historias novedosas a la sociedad en cada etapa de su desarrollo, pero lo visto cada vez con más recurrencia en radio, televisión y en la plataforma de You Tube está lejos del enriquecimiento en contenido y forma y muy cerca de la anarquía y la agresión a los públicos a quienes –cantaletean- aman con locura.
En cuanto al subgénero entrevista, en cualquiera de sus vertientes, se han roto los límites de la racionalidad. Una locura. Una tortura en desmedro de la sociedad digna de otra suerte.
Son espacios de bulla, culto al ego, irrespeto a los entrevistadores que osan disentir y apologías a quienes coinciden con sus intereses mercuriales, aunque sean legos y falsos; lugares de subestimación de los perceptores, violación a todos los preceptos de la ética.
En ese submundo, lo menos importante es el deber de informar con veracidad para responder a ese derecho de las audiencias, pese a que es principio rector del quehacer periodístico.
Errores fatales evidenciados en las “entrevistas”:
El “entrevistador” se desborda con una perorata pretendiendo explicar el tema y, al final, pregunta: ¿Qué usted cree? –“Tienes toda la razón, es así como dices”, le responde el invitado.
El entrevistador, con amaneramiento verbal y gestual, se excita con su monserga orientada a demostrar que se las sabe todas… y pregunta. Pero una vez el entrevistado comienza su argumentación, irrumpe y le introduce otro tema, sin reparar en el interés del perceptor por escuchar la respuesta.
El entrevistador, siempre en su afán de protagonismo y sabelotodo, se despacha con un manojo de preguntas de un tirón, pese a que el abecé de la entrevista periodística recomienda una pregunta a la vez para evitar desviación del tema central hacia otro cursi de escaso o ningún valor para la historia.
El entrevistador, alterado, desmiente y embiste al entrevistado invitado a su programa porque no coincide con sus intereses, negándole el derecho a expresar su opinión libremente, equivocada o no.
En Redacción I y II se recomienda respetar al entrevistado, no asediarlo, sin dejar de ser crítico; escucharle pacientemente, concederle razones, preguntarle cuantas veces sea necesario, sin alterar la voz.
El entrevistador invita para tratar un tema, pero ya en plena escena sorprende con otro no convenido. Es antiético y las respuestas, por tanto, carecen de validez. Más si atenta contra la integridad y el buen nombre del interlocutor o de otras personas.
El entrevistador actúa con actitud policial, desconociendo que el policía interroga y, en cambio, el periodista pregunta de manera inteligente, conversa. Manejan niveles de lengua y terminologías diferentes.
Las mejores entrevistas surgen de un ambiente amigable donde se genere confianza. Ser crítico no es sinónimo de vocear ni retorcer la boca para simular intelectualidad, mucho menos despacharse con discursos huecos. Agredir, arrinconar al invitado, menospreciarlo, lo victimiza, y eso genera rechazo social.
Los grandes entrevistadores del mundo han huido a los dislates que por estos lados son comunes, y han dejado pistas para subsanarlos.
“Tratar cada entrevista como una conversación conducirá a una mejor entrevista”, ha asegurado Howard Stern, aclamado como el mejor entrevistador de todos los tiempos.
La gran Oprah Winfrey, periodista y presentadora de televisión, con al menos 37,000 entrevistas realizadas, afirma que su objetivo es “hacer sentir especial a la persona, demostrar que no solo escucha”.
Para lograrlo, ha recomendado escuchar tres veces más de lo que hablas (entre los nuestros, muchos hablan 80% y escuchan 20%); mantener el contacto visual, sonreír, asentir, no mires el teléfono, no mires el monitor porque nunca podrás conectar con los demás si estás ocupado con tus dispositivos…
Barbara Walters, fallecida en 2022, sugería presentarse a cada entrevista documentados con una lista de preguntas clave.
David Letterman, el más viejo presentador de programas de entrevistas nocturnas, invita a ser natural.
Para lograrlo ha sugerido evitar malos hábitos como: hacer más de una pregunta de un tiro porque puede abrumar al entrevistado y no obtener la respuesta buscada; hacer preguntas demasiado largas, en vez de directas y específicas; dejar que la presión del tiempo frene o acelere. Entiende que una conversación debe ser tan larga o corta como se merece. Usar un tono de voz imprevisto, porque a parecer desconectado, enojado o confundido.
Katie Couric considera que la parte más sencilla de una entrevista suele ser la más complicada: escuchar como es debido. La escucha flexible permite al entrevistador saber cuándo pasar a la siguiente pregunta o cuándo podría ser necesaria una pregunta de seguimiento.
https://help.pillar.hr/en/articles/6480301-tips-from-5-of-the-world-s-best-interviewers.
Orianna Fallaci, la Fallaci italiana, corresponsal de guerra que se destacó por sus entrevistas mordaces de lectura obligada a líderes del mundo (Entrevista con la historia. 1974), no anduvo con chapucerías. Era dura, pero siempre documentada y enfocada en su objetivo.
Una característica fundamental en un buen periodista –aseguraba- es desobedecer, porque la verdad nunca puede salir de los gobernantes o los poderosos, hay que arrancársela con preguntas clave previamente preparadas.
“Una entrevista es algo extremadamente difícil, una examinación mutua, una prueba de nervios y de concentración”, aseguraba la exitosa y controvertida entrevistadora.
Bajo los anteriores parámetros, aquí, la entrevista periodística va camino a la extinción, mientras crece como yerba mala una chercha socialmente enajenante resultado de la arrabalización mediática que distrae de la realidad.
Compartir esta nota