La democracia, en todo caso, depende, en gran medida, de la educación y  capacidad de razonar, críticamente, que tenga el sujeto para entender, todo cuanto incide, muy a menudo, en el discurrir inevitable del diario vivir.

Si careciese de la facultad de razonar, viviría ofuscado- quizás en estado moribundo- entre las sombras mustias del desasosiego, el no saber y la falta de libertad, la cual no haría otra cosa que mutilar sus sueños y proyecto de vida, sin importar que fuesen factible o irracional.

Immanuel Kant escribiría alguna vez que la razón, en tanto percibe, interpreta, analiza y comprende, nos hace consciente de nuestro vivir.

Si no fuese así, no sabríamos de nuestro existir.

Por que razonamos, sabemos que vivimos en un mundo poco más que complejo, de voluntades encontradas, cuya razón de ser no habría de ser otra que la libertad plena.

Ello, ciertamente, es lo que da sentido al sujeto de libre albedrío en este aquí y ahora, del  mundo donde vive sin poder deshacerlo.

A sabiendas de ello, el doctor Rafael Abinader, prontamente, razonaría, con mesura y sin exceso, para interpretar  y comprender todo cuanto existe, no solamente en la conciencia, sino en la realidad concrecional.

Su comprender, crítico y certero, no se limitó,  exclusivamente, a las representaciones inmediatas de los datos de la conciencia, ya que pudo trascender, gracia a la imaginación y ,sobre todo al buen uso de la razón, las percepciones caóticos (mediadas por  sensaciones) provenientes de  objetos, hechos y fenómenos contactados a simple golpe de vista.

Para nadie es secreto que los regímenes dictatoriales, además de herméticos, son, a todas luces, coercitivos, inflexibles, opresores y  enemigos feroces de los derechos humanos y  libre expresión del pensamiento.

Por tanto, toda forma dictatorial de gobierno, cual que sea su naturaleza, resulta absurda y, por demás, antidemocrática.

El doctor Abinader rechazó, enérgicamente, todas las clases de dictaduras y defendió, en cambio, la democracia, por ser justa, plural, equitativa y respetuosa de la dignidad de las personas.

En el transcurso de su fructífera y ejemplar vida profesional y política, jamás aceptó, ni mucho menos comulgó  con formas de gobiernos incorrectas, irracionales y carentes de los más elementales principio de la ética y la moralidad.

Nunca estaría de más decir que las ideologías decadentes y disfrazadas de progresista están fundamentadas en la superficialidad, las apariencias, la demagogia, el sofisma y el engaño.

Su función principal no podría ser  otra que someter a caprichos y ambiciones desmedidas la voluntad de la mayoría.

Por su lucidez mental y racional, José Rafael Abinader abrazaría los principios y preceptos de la democracia, porque posibilitan  la convivencia y alteridad armonizada de las personas.

En su interesante obra” Democracia sin atajos” la filósofa Cristina Lafont diría, entre otras cosas:

(…) los ciudadanos que participan en el activismo político pueden apelar a las razones que deseen en apoyo de las políticas  que favorecen, siempre que también  estén dispuestos a mostrar-en contra de objeciones- que estas políticas son compatibles con el compromiso democrático de tratar a todo ciudadanos como libres e iguales y, por tanto, pueden ser razonablemente aceptados por todos”.

Como se puede apreciar, tales palabras revelan, más que poco, el sentido auténtico de la democracia, la  cual es dadora de salud física, emocional y espiritual.

De no ser así,  ningún amante del bien apostaría por ella.

Afortunadamente, las personas de  conciencia crítica valoran, en su justa dimensión, la democracia.

En la angustia Grecia ,sobre todo en Atenas,  la democracia tuvo como fundamento la igualdad, la libertad y respeto de los derechos del otro. No obstante, no se elegían presentantes.

Las mujeres, esclavos y extranjeros estaban privados de todo derecho.

Contrario a ello, en la Edad Media, donde predomino el régimen feudal, no hubo nada parecido, ni siquiera por asomo,  a la democracia representativa.

Habría de ocurrir así y no de otro modo, porque en el medievo la ajenidad de la democracia fue muy notable. Tanto, que brillo por su ausencia.

La bien llamada democracia representativa se iniciaría en el transcurso de los siglos XV11 y XV111.

La misma habría sido propuesta por la  Ilustración, la cual admitiría, como buenas y válidas, la educación y libertad de razón, al tiempo que negaría la monarquía y sería partidaria del respeto a la constitución y  división poderes.

Habría de ser John Locke quien, sin ínfula banal, aportaría los primeros conocimientos que servirían de base a la democracia moderna.

Según su parecer, ella no sería sino la aperturación de la voluntad y el poder de la mayoría.

En su reconocida obra” El espíritu de las leyes”, Montesquieu establece, entre otras cosas no menos importantes, la división de poderes. (ejecutivo, legislativo y judicial).

Además, sostendría que la democracia debería funcionar sin trabas y total apego al civismo, el respeto y el bien común.

El doctor Abinader, buen conocedor de los más diversos procesos históricos y modos de gobernar, se identificó, plenamente, con la democracia, ya que tiene como base fundamental (en su lógica funcional), la justicia, el respeto, la dignidad, el obrar racional y libertad de hacer y pensar.

Según su punto vista, la democracia requiere, ante todo, de buena educación para ofrecer   libertad de razón.

La democracia jamás se sustentaría en la educación que no educa, por que embrutece la razón y la condena a los desatinos del entendimiento desentendido .

En la médula de la esencia significativa que la caracteriza y le confiere su rasgo distintivo, la democracia cobra sentido en la educación auténtica, porque moldea la conducta, emociones y el pensamiento.

Además de ello, lo transforma, al menos, en ciudadano noble, cortés y, sobre todo, dueño de sí.

La buena educación, pues, proporciona inteligencia, sabiduría e independencia de criterio.

Como habría dicho, no sin razón, la filósofa Corine Peluchon:

(…) el objetivo de la educación debe ser la libertad del individuo y su realización, que pasa también por la contribución al mundo común. Debe desarrollar y mantener el espíritu crítico de las personas para orientar al propio conocimiento”.

Lo dicho, desde cualquier punto de vista que se  juzgue, es certero y, por demás, incuestionable.

No en vano, el doctor Abinader, de suyo, creyó en la democracia, la educación y la libertad de razón. Ello, además de su gran vocación de servir y variados saberes, constituye, sin lugar a dudas, la causa esencial de su humanismo ilustrado.

Joseph Mendoza

Joseph Mendoza. Comunicador social y filósofo con postgrado en Educación Superior, obtenidos en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Magister en filosofía en un Mundo Global en la Universidad del País Vasco (UPU) y la UASD. Además, es profesor de la Escuela de Filosofía de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Tiene varios libros, artículos y ensayos publicados y dictados conferencias en la Academia de Ciencias de la República Dominicana.

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