Todos conocemos el refrán: “Lo que es moda, no incomoda”, para referirse a ese afán de seguir las tendencias, como una especie de necesidad de “estar al día” con aquello que atrapa la atención y los gustos de muchos, sin detenerse a pensar cuáles pueden o no ser las consecuencias.

En educación suele ocurrir con frecuencia esa actitud. Hace ya varios años se puso de moda aquello de “one child, one laptop” o “one laptop per child” (OLPC); a final de cuentas es lo mismo. Se trataba de proporcionar a cada niño/a una laptop que lo conectara con el mundo de la información, bajo ciertos controles, y promover de esta manera la construcción de conocimientos por parte de ellos.

Si mal no recuerdo, Uruguay fue el primer país de Latinoamérica que implementó dicho programa bajo el denominado Plan Ceibal. Según la página web de la Presidencia de Uruguay, fue el único país en el mundo que logró que cada niño de la educación pública tuviera su computadora en el gobierno de Tabaré Vázquez.

Nicholas Negroponte, impulsor del programa, en el Foro de Innovación Educativa al cumplir Ceibal sus diez años, señaló que, a través de dicho programa, Uruguay se convirtió en sinónimo de educación de avanzada, asegurando que en los próximos 20 años, los niños uruguayos serían “de las personas más creativas del planeta”.

En un estudio realizado a dos años de iniciado el programa realizado por Gioia de Melo, Alina Machado y Alfonso Miranda de la Universidad de la República y Centro de Estudios Fiscales de Uruguay, recuperado en la base de datos SciELO, la conclusión principal fue: “… en los primeros dos años de su implementación, el Plan CEIBAL no tuvo efecto en los puntajes de matemáticas y lectura”, tal y como se esperaba.

Un informe publicado en la página web Impacto del Banco Interamericano de Desarrollo bajo la responsabilidad de Francisco Mejía en el 2014, y luego de revisar la experiencia en varios países, concluye que “los resultados no muestran impacto del programa OLPC en los resultados de lectura y matemáticas". Este resultado es consistente con estimaciones para Israel, Perú, Rumanía, Nepal y los EEUU (Carolina del Norte)”.

En los últimos meses, el tema ha sido el uso de la llamada inteligencia artificial (AI por su nombre en inglés). Se habla de una revolución silenciosa, incluso. Las herramientas disponibles en la web han irrumpido en las aulas (sobre todo universitarias), como también en los escritorios de muchas empresas e instituciones, como en los hogares.

Consultar la IA es la moda del momento. La misma se ha constituido en el nuevo oráculo, pues parece tener respuestas a muchas cuestiones de interés y preocupación. Consultas médicas y de otras áreas profesionales, la generación de ideas sobre determinados temas, etc., y muchas otras cosas más son objeto de su consulta.

Estas herramientas ofrecen asistencia inmediata para escribir, investigar, traducir o generar ideas. Nunca había sido tan fácil producir un texto con apariencia académica o periodística en poco tiempo. Sin embargo, como advierte un reciente estudio de Nataliya Kosmyna, su uso intensivo no es neutro, llegando a generar lo que ella denomina ’deuda cognitiva'.

En resumen: el estudio consistió en comparar la conectividad y actividad cerebral mediante EEG (electroencefalograma) en tres grupos de participantes, quienes debían producir un texto: el primer grupo, sin apoyo externo (brain-only); el segundo, haciendo una búsqueda tradicional mediante Google; y el tercero, usando IA (ChatGPT). Una cuarta condición fue evaluar qué ocurriría si los usuarios de la IA pasaban a trabajar sin ella.

Como concluye Kosmyna, es importante: “La IA democratiza el acceso al conocimiento, pero si piensa por nosotros, podemos olvidar cómo pensar".

Los resultados fueron interesantes: los usuarios brain-only mostraron mayor conectividad y compromiso cognitivo, ligeramente mayor que el segundo grupo. Los de IA presentaron menor actividad neural, reducida sensación de autoría y dificultad para recordar lo escrito. Al pasar de IA a trabajo sin asistencia, su rendimiento cayó aún más, surgiendo así la metáfora de la 'deuda cognitiva'.

Cuatro reflexiones a propósito

  1. Importancia de la autonomía cognitiva y el sentido de propiedad intelectual. “Aprender” sin la experiencia de internalización de lo aprendido hace que la identidad académica se debilite, al saber que lo producido no le pertenece.
  2. El esfuerzo que implica la producción intelectual consciente favorece el procesamiento profundo. El uso intensivo y acrítico de la IA reduce la necesidad de organizar y procesar información, produciéndose un aprendizaje “frágil”.
  3. Si bien el uso de la IA nos conduce a avanzar rápido, la ausencia del esfuerzo del pensamiento propio termina por generar una deuda cognitiva, de ahí la metáfora enarbolada.
  4. Como aquello de “una de cal y otra de arena”, el problema no es el uso de la IA, sino más bien la vagancia cognitiva a la que puede llevarnos. Su uso puede y es interesante y diría incluso hasta necesario, pero sin sustituir el pensamiento analítico, crítico y creativo del que somos capaces los humanos, tomando en consideración matices, contextos y cuestiones éticas.

Una reflexión final a manera de recomendación: Negar la importancia y el uso de la IA es un absurdo, como lo sería echar a un lado nuestra capacidad de pensar y generar ideas nuevas. Es necesario hacer un contrapunteo en que una y otra aporten su especificidad en la producción cognitiva.

Como concluye Kosmyna, es importante: “La IA democratiza el acceso al conocimiento, pero si piensa por nosotros, podemos olvidar cómo pensar. La educación debe formar ciudadanos capaces de usar IA sin perder autonomía intelectual. No se trata de escribir más rápido, sino de aprender a pensar mejor”.

Julio Leonardo Valeirón Ureña

Psicólogo y educador

Psicólogo-educador y maestro de generaciones en psicología. Comprometido con el desarrollo de una educación de Calidad en el país y la Región.

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