Desde el 2020, el PRM ha gobernado con gran holgura porque la oposición no levanta cabeza: el peledeísmo está dividido, salió del poder desacreditado por la corrupción y cinco años después no proyecta un liderazgo nuevo que entusiasme a la mayoría de la ciudadanía (ni el PLD ni la FP). Parecería que de tanto gobernar embrutecieron.

De ahí que, el PRM controla todos los poderes del Estado y gobierna sin contrapesos.

En los inicios, las prioridades del Gobierno fueron manejar la pandemia y someter judicialmente a los identificados corruptos del PLD. En eso agotó el primer período, con dos añadiduras: un aumento del gasto corriente y un aumento del endeudamiento externo para suplir las necesidades presupuestarias agudizadas por la pandemia.

En el poder, el PRM ha agrandado el Estado clientelar-asistencial que instauró el PLD: aumentó la nómina pública, incrementó los salarios, amplió los subsidios directos vía una variedad de bonos, subsidia la electricidad y tiene un presupuesto de publicidad inmenso para comunicadores e influencers.

A pesar del dispendio, más empleomanía no se ha traducido en una mejoría evidente de los servicios públicos. Hay precariedad en todo: transporte, agua potable, electricidad, salud, educación, recogida de basura, alcantarillados, cloacas, etc.

El crecimiento de la construcción, motor de la economía dominicana, ha experimentado una ralentización. Un factor clave es que el Gobierno con tantos gastos corrientes no tiene recursos para aumentar la inversión en obras públicas, muy baja en los últimos cuatro años.

En medio de estos procesos internos, la guerra arancelaria de Estados Unidos unida a la política de deportaciones genera incertidumbre mundial. Por suerte, la República Dominicana está entre los países con la tasa arancelaria de solo 10% y la mayoría de los dominicanos están legalmente en Estados Unidos.

No hay que olvidar que, en los últimos 60 años, la migración ha sido clave para quitar presión al mercado laboral dominicano, sustentar muchas familias, y mitigar el descontento con la situación económica y los precarios servicios públicos. Además, es fuente importantísima de divisas.

Ante la creciente inestabilidad en Haití, el Gobierno dominicano ha incorporado medidas contra la migración haitiana para generar amplio apoyo político; el muro, la suspensión de servicios de salud y las deportaciones son las principales.

El asunto es que las deportaciones son una bola de humo: asustan y apresan haitianos para luego cobrarles por su libertad. Con esa corrupción nunca habrá un control migratorio adecuado, sí muchos abusos.

Desde el poder, el PRM decidió abandonar las promesas democráticas que hizo durante su campaña en el 2020, para abrazar la agenda de la ultraderecha. El último episodio fue el recién promulgado Código Penal que niega derechos humanos a las mujeres, entre otros males.

Durante este giro conservador, el ala progresista del PRM enmudeció y se automarginó del debate político.

El Gobierno del PRM seguirá estable porque no hay una oposición legitimada y medio país depende del Estado, por lo menos mientras no llegue una crisis fiscal. Y el partido, hasta tanto no se desate una guerra mortal por la candidatura presidencial.

Rosario Espinal

Socióloga

Autora de los libros “Autoritarismo y Democracia en la Política Dominicana” y “Democracia Epiléptica en la Sociedad del Clic”, y de numerosos artículos sobre política dominicana publicados en revistas académicas en América Latina, Estados Unidos y Europa. Doctora en sociología y profesora en Temple University en Filadelfia, donde también ha sido directora del Departamento de Sociología y del Centro de Estudios Latinoamericanos.

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