Construye tu morada en nuestras vidas,
cobíjate en las casas.
Conviértenos en espacio preferido
para sentir la fuerza del amor divino.
Fortalece en nosotros la vivencia en el espíritu.
Aviva la gracia que fluye de la misericordia,
rocía con la ternura que exhalas de tu corazón.
Habítanos para ser mejores seres humanos,
anticipar la alegría del reino divino;
escuchar con respeto a las personas;
apoyar, sin reticencia;
sonreír, sin exclusiones;
trabajar con sentido;
alabar en momentos inquietantes o serenos;
asumir tu proyecto con fidelidad dinamizante.
Reside y transforma nuestro pensamiento.
Fija tu morada en la voluntad.
Anida más allá de la libertad.
Arraiga en los deseos.
Enraíza sueños.
Fija la mirada en las penas,
asienta la compasión en los dolores.
Registra tu presencia en el miedo.
Ensancha tu estancia en las angustias.
Una aspiración, ser tu domicilio, Señor.
Te ofrecemos nuestro ser como residencia permanente.
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