Hay encuentros que parecen casuales, pero terminan marcando una vida entera. Para mí, GivingTuesday comenzó así, casi como un accidente afortunado, en 2014. Ese año fui seleccionado para participar en el Ford Motor Company International Fellowship, un programa conjunto entre la Universidad de Columbia y el 92nd Street Y de Nueva York. Llegué buscando formación y nuevas herramientas de liderazgo comunitario, sin saber que en ese mismo edificio, apenas dos años antes, había nacido un movimiento que transformaría para siempre mi forma de entender la participación ciudadana.
En el 92Y GivingTuesday no se presentaba como una campaña, sino como un acto de imaginación social. Había surgido en 2012 como una respuesta creativa a un mundo saturado de consumo. Su propuesta era sencilla, pero profundamente transformadora: dedicar un día entero a la generosidad colectiva. Entre clases, talleres y conversaciones con líderes de más de treinta países, entendí que GivingTuesday no era un evento, sino un lenguaje. Un lenguaje que convertía el deseo humano de ayudar en acciones concretas, visibles y contagiosas.
Mi relación con el movimiento en 2014 fue sobre todo formativa. La semilla germinó un año después, en 2015, cuando recibí la invitación para traer GivingTuesday a la República Dominicana. Así nació UnDíaParaDarRD en 2016. Desde el origen quedó claro que esta iniciativa tenía un hogar natural en nuestro país. La generosidad dominicana no necesita explicarse. Se vive en los barrios, en la familia, en las escuelas, en las redes de apoyo que surgen cuando más se necesitan. GivingTuesday simplemente ofreció un puente para conectarla con una comunidad global.
Lo que nunca imaginé entonces es que, una década después, formaría parte del liderazgo internacional del movimiento. GivingTuesday no se organiza desde la jerarquía, sino desde la colaboración. El liderazgo se ejerce invitando, conectando y permitiendo que otros brillen. Y en América Latina, donde la energía solidaria convive con desafíos estructurales, esta filosofía tiene una fuerza especial. En ese camino ha sido crucial el apoyo de GivingTuesday LAC, que acompaña el desarrollo del movimiento en la región con reportes, manuales, intercambios de ideas y espacios de aprendizaje compartido. Ese apoyo regional es parte esencial de por qué estas iniciativas avanzan.
Si lo logramos, no solo transformaremos nuestros países. Transformaremos la manera en que entendemos el desarrollo y el futuro de América Latina.
Este año lo confirmamos con claridad. El GivingTuesday 2025 y el Día Internacional del Voluntariado llegaron para recordarnos que, aunque la región enfrenta desigualdades profundas, sigue siendo una de las más generosas del mundo. El reciente análisis publicado por Captamos Brasil lo confirma con datos. América Latina dona, participa y se moviliza. Lo que falta no es voluntad, sino infraestructura: datos, coordinación, confianza institucional y plataformas que permitan convertir la generosidad en impacto sostenido.
En República Dominicana estamos comenzando a construir esa infraestructura. Este GivingTuesday inició con la presentación de los proyectos de Comunidad Solidaria, un programa que acompaña a líderes comunitarios a convertir ideas en soluciones sociales y climáticas. Las iniciativas mostraron algo esencial. La generosidad rinde más frutos cuando se organiza, se acompaña y se piensa desde las realidades de cada comunidad.
Luego se celebró el encuentro con los nuevos Comités Escolares de Voluntariado. Estudiantes de escuelas urbanas y rurales, públicas y privadas, diseñaron proyectos que liderarán durante el año escolar. Verlos debatir, proponer y asumir liderazgo me recordó que la ciudadanía activa no se enseña con discursos, sino tomando decisiones reales. Estos comités son laboratorios vivos de participación democrática y una señal del futuro que podemos construir si la educación incluye solidaridad como práctica cotidiana.
También se activaron campañas de apoyo a dos hogares infantiles en Santo Domingo, movilizando alimentos, artículos de higiene y aportes económicos. Junto a estas acciones surgieron decenas de iniciativas orgánicas. Jóvenes que limpiaron ríos, vecinos que organizaron colectas espontáneas, estudiantes que donaron útiles, grupos comunitarios que apoyaron a familias vulnerables. Esta espontaneidad es la esencia de GivingTuesday. No necesita permiso, solo voluntad.
Todo esto coincidió con las tendencias globales reportadas por AP News. Este año GivingTuesday estuvo definido por microiniciativas descentralizadas, redes de apoyo pequeñas y una narrativa centrada en reparar el tejido social. Esa palabra, reparar, resume lo que está ocurriendo en nuestra región. La generosidad está llenando espacios donde las instituciones no siempre logran llegar.
Para que ese potencial se convierta en transformación sostenible, se necesitan estructuras. En República Dominicana ya se dieron pasos importantes. El primer Mapeo Nacional del Ecosistema Filantrópico, la Hoja de Ruta 2025–2027 y la creación de la Red Filantrópica RD ofrecen herramientas que permiten ordenar, medir y articular la generosidad. Esto convierte la solidaridad en una estrategia de desarrollo social, no solo en un impulso emocional.
Pienso en todo esto y vuelvo inevitablemente a 2014. Vuelvo a aquel salón del 92Y donde entendí que GivingTuesday era, antes que nada, una invitación a imaginar comunidades más conscientes de su propio poder. Hoy veo esa invitación encarnada en líderes comunitarios, estudiantes, organizaciones sociales y voluntarios dominicanos que no esperan permiso para hacer el bien.
La generosidad dominicana no necesita explicarse. Se vive en los barrios, en la familia, en las escuelas, en las redes de apoyo que surgen cuando más se necesitan
Esa es la lección que República Dominicana puede ofrecer a América Latina y el Caribe. Cuando la generosidad se organiza, se mide y se articula, se convierte en una fuerza que no solo ayuda, sino que transforma. Que no solo reacciona, sino que anticipa. Que no solo atiende, sino que construye.
La generosidad latinoamericana es inmensa y siempre ha estado ahí. Lo que estamos aprendiendo, junto a la red de GivingTuesday en la región, es cómo convertir esa inmensidad en un sistema que sostenga comunidades, inspire liderazgo juvenil y recupere la confianza pública. Si lo logramos, no solo transformaremos nuestros países. Transformaremos la manera en que entendemos el desarrollo y el futuro de América Latina.
Y quizá, sin haberlo previsto, aquello que nació en un centro comunitario de Nueva York termine encontrando su mayor expresión en este lado del continente, donde la generosidad no se inventa. Se vive.
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