A mi madre le encanta decorar su árbol de Navidad. Este año tuvo algunos inconvenientes con las luces, pues varias instalaciones de bombillos se habían quemado. Mi hermana más pequeña le llevó muchas luces nuevas; mi hermana Liz, la del medio, se dedicó a ayudarla con los adornos. Mi padre, el gato y yo nos dedicamos a observar desde un sofá. Mami estaba llena de ilusión: la Navidad volvió a hacer magia en su alma.
En toda la ciudad las luces navideñas están encendidas y, con ellas, la alegría se multiplica. Basta escuchar una canción de la temporada (en mi caso, la que dice “It’s beginning to look a lot like Christmas, it’s the time of year…”) para que el corazón se llene de fiesta. Salimos a la calle y todo se viste de rojo, verde, dorado…
Mi decoración favorita siempre han sido los bombillos. No importa el color: Estos iluminan avenidas, edificios, casas y hasta las esquinas de los vecindarios más humildes. Los semáforos parecen pequeños árboles de Navidad… sí, soy una romántica empedernida.
En algunos casos, la Navidad trae consigo la nostalgia de quienes ya no están. Y aunque haya un poco de tristeza, esas lágrimas que surgen se vuelven maravillosas al evocarlos bajo este resplandor.
La gente, aunque no tenga mucho dinero, busca la manera de celebrar: un trago con los amigos, un vestido nuevo para estrenar, un cambio de look en el pelo. Los bombillitos navideños no solo iluminan las calles, también despiertan la luz más profunda de nuestro espíritu. Son pequeñas estrellas que anuncian la llegada de una temporada mágica: la alegría compartida, las fiestas que nos reúnen, las comidas que nos acercan, los bailes que nos contagian y los recuerdos que nos abrazan.
En algunos casos, la Navidad trae consigo la nostalgia de quienes ya no están. Y aunque haya un poco de tristeza, esas lágrimas que surgen se vuelven maravillosas al evocarlos bajo este resplandor.
Los atardeceres tempranos y los amaneceres tardíos se visten de reflejos distintos gracias a las luces navideñas, que convierten cada rincón en un escenario de esperanza para el año que se aproxima.
La Navidad es así: una mezcla de nostalgia y fiesta, de recuerdos y nuevas ilusiones. Pero al final, siempre triunfan la alegría, la esperanza, la música, las luces y el deseo de compartir.
La Navidad nos recuerda que la vida brilla más cuando estamos en compañía de las personas que amamos.
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