El alegato de autodefensa pronunciado por Fidel Castro frente al tribunal que lo juzgaba por su participación en el asalto al cuartel Moncada constituye uno de los textos políticos más influyentes en la historia revolucionaria latinoamericana del siglo XX, tal vez comparable en términos de impacto y guardando las distancias, con el manifiesto comunista de Carlos Marx y Federico Engels del siglo XIX. Desde el punto de vista ideológico, Leandro Guzmán nos indica en su libro De espigas y fuegos que su visión política se apoyaba de manera muy particular en esa obra, erigida en la denuncia suprema contra la violencia dictatorial en América Latina.

Agrega Leandro que el discurso del líder cubano, “estaba desde tiempos antes en las manos de revolucionarios dominicanos y había empezado a alebrastar conciencias y a apuntalar voluntades. La de Minerva Mirabal, entre otras. Las potencialidades insurreccionales de ese documento y de la ulterior victoria revolucionaria fusionarían para siempre la historia de Cuba con la nuestra”. A partir de su testimonio, se sabe que el texto circuló por entre los jóvenes dominicanos, muchos de antes del triunfo de la revolución cubana, sirviendo como referencia ideológica para las luchas libertarias que se desarrollaban en pro de la liberación nacional y la construcción de una sociedad más justa.

Tomando en cuenta lo que se consigna en su relato, podemos constatar el impacto que tuvo su lectura en el plano de las ideas y muy específicamente sobre la praxis política de los catorcistas. En efecto, a partir de los fragmentos que hemos seleccionado se ha de señalar en un primer lugar, el programa de gobierno y las cinco leyes revolucionarias que establecerían después de triunfar para transformar la sociedad cubana sobre los siguientes ejes: reforma agraria, industrialización, educación pública, salud y justicia social. Desde esta perspectiva, la lucha armada no solo serviría para cambiar un régimen sino fundamentalmente para responder a las necesidades de las masas populares.

En ese orden, destaca el diagnóstico que sobre la realidad social del pueblo cubano hizo Fidel Castro quien expuso detalladamente la miseria, el analfabetismo, el hambre y la falta de vivienda que sufría la población cubana. A partir de estos criterios, los catorcistas desarrollaron un horizonte de lucha mucho más amplio de lo que suele promover el liberalismo clásico en el marco de su propuesta política de “democracia representativa”. Vale tener en cuenta que la sociedad dominicana se veía en esos años a través de esos mismos problemas ya que poseía un cuadro general semejante en materia de pobreza estructural, represión política y explotación obrera-campesina. En ese sentido, el texto sirvió como herramienta de análisis para la comprensión de la realidad social a los fines de orientar nuestras luchas revolucionarias contra las injusticias sociales.

Fidel Castro arrestado tras asalto al Moncada.

Un aspecto de singular importancia es la denuncia que hiciera Castro sobre los crímenes cometidos por la dictadura batistiana contra los que participaron en el asalto al Cuartel Moncada, aquel 26 de julio de 1953. Según lo descrito por el líder cubano, la mayoría de sus jóvenes compañeros fueron asesinados después de haber sido capturados por el ejército. Ese hecho se relaciona de manera directa con la saña criminal con que la tiranía trujillista asesinó a los expedicionarios de 1959 ya que la mayoría de los combatientes, después de los desembarcos aéreo (Constanza) y marítimos (Maimón y Estero Hondo), fueron trasladados a San Isidro, La 40 o la cárcel del Kilómetro 9 de la carretera Mella para ser torturados y fusilados.

Sobre sus compañeros, Fidel Castro señaló que los sacrificios y la sangre derramada no caería en el baúl del olvido, sino que se mantendría viva en el recuerdo y la memoria de su pueblo, tal como lo sostuvo el 14 de Junio al conmemorar cada año la gesta del 59, siguiendo su ejemplo e intentando culminar su obra. Otro elemento relevante, siempre presente en el imaginario del 1j4, fuertemente inspirado por la gesta guerrillera, fue la exaltación del sacrificio, la pureza y la continuidad a los principios revolucionarios, siguiendo la tradición martiana que nos señala que “es dulce y decoroso morir por la patria”.

Se recuerda que en Cuba la fecha del 26-J, fue proclamada por la Revolución como “el día de la Rebeldía”. A nuestro juicio, el ejemplo del líder cubano con su famoso “Condenadme, no importa, la historia me absolverá”, también marcó la actitud rebelde e insumisa que asumieron los catorcistas ante la tortura, la muerte y el presidio durante los albores de la dictadura trujillista y más allá. Por todo esto, para hacer una historia ideológica del 14 de junio, es necesario apelar a La historia me absolverá donde los catorcistas encontraron elementos para inspirarse programáticamente, en términos de su visión política y muy particularmente forjar una ética del sacrificio que nutrió su lucha por la liberación nacional y el socialismo.

Fragmentos de La historia me absolverá

Programa de gobierno y leyes revolucionarias

En el sumario de esta causa han de constar las cinco leyes revolucionarias que serían proclamadas inmediatamente después de tomar el cuartel Moncada y divulgadas por radio a la nación.

La primera ley revolucionaria devolvía al pueblo la soberanía y proclamaba la Constitución de 1940 como la verdadera ley suprema del Estado…

La segunda ley revolucionaria concedía la propiedad inembargable e intransferible de la tierra a todos los colonos, subcolonos, arrendatarios, aparceros y precaristas que ocupasen parcelas de cinco o menos caballerías de tierra, indemnizando el Estado a sus anteriores propietarios a base de la renta que devengarían por dichas parcelas en un promedio de diez años.

La tercera ley revolucionaria otorgaba a los obreros y empleados el derecho a participar del treinta por ciento de las utilidades en todas las grandes empresas industriales, mercantiles y mineras, incluyendo centrales azucareros. Se exceptuaban las empresas meramente agrícolas en consideración a otras leyes de orden agrario que debían implantarse.

La cuarta ley revolucionaria concedía a todos los colonos el derecho a participar del cincuenta y cinco por ciento del rendimiento de la caña y cuota mínima de cuarenta mil arrobas a todos los pequeños colonos que llevasen tres o más años de establecidos.

La quinta ley revolucionaria ordenaba la confiscación de todos los bienes a todos los malversadores de todos los gobiernos y a sus causahabientes y herederos en cuanto a bienes percibidos por testamento o abintestato de procedencia mal habida, mediante tribunales especiales con facultades plenas de acceso a todas las fuentes de investigación, de intervenir a tales efectos las compañías anónimas inscriptas en el país o que operen en él donde puedan ocultarse bienes malversados y de solicitar de los gobiernos extranjeros extradición de personas y embargo de bienes.

La mitad de los bienes recobrados pasarían a engrosar las cajas de los retiros obreros y la otra mitad a los hospitales, asilos y casas de beneficencia.

Se declaraba, además, que la política cubana en América sería de estrecha solidaridad con los pueblos democráticos del continente y que los perseguidos políticos de las sangrientas tiranías que oprimen a las naciones hermanas encontrarían en la patria de Martí, no como hoy, persecución, hambre y traición, sino asilo generoso, hermandad y pan. Cuba debía ser baluarte de libertad y no eslabón vergonzoso de despotismo.

Estas leyes serían proclamadas en el acto y a ellas seguirían, una vez terminada la contienda y previo estudio minucioso de su contenido y alcance, otra serie de leyes y medidas también fundamentales como la reforma agraria, la reforma integral de la enseñanza y la nacionalización del trust eléctrico y el trust telefónico, devolución al pueblo del exceso ilegal que han estado cobrando en sus tarifas y pago al fisco de todas las cantidades que han burlado a la hacienda pública…

El problema de la tierra, el problema de la industrialización, el problema de la vivienda, el problema del desempleo, el problema de la educación y el problema de la salud del pueblo; he ahí concretados los seis puntos a cuya solución se hubieran encaminado resueltamente nuestros esfuerzos, junto con la conquista de las libertades públicas y la democracia política.

Realidad social del pueblo cubano en 1953

Quizás luzca fría y teórica esta exposición, si no se conoce la espantosa tragedia que está viviendo el país en estos seis órdenes, sumada a la más humillante opresión política.

El ochenta y cinco por ciento de los pequeños agricultores cubanos está pagando renta y vive bajo la perenne amenaza del desalojo de sus parcelas. Más de la mitad de las mejores tierras de producción cultivadas está en manos extranjeras. En Oriente, que es la provincia más ancha, las tierras de la United Fruit Company y la West Indies unen la costa norte con la costa sur. Hay doscientas mil familias campesinas que no tienen una vara de tierra donde sembrar unas viandas para sus hambrientos hijos y, en cambio, permanecen sin cultivar, en manos de poderosos intereses, cerca de trescientas mil caballerías de tierras productivas. Si Cuba es un país eminentemente agrícola, si su población es en gran parte campesina, si la ciudad depende del campo, si el campo hizo la independencia, si la grandeza y prosperidad de nuestra nación depende de un campesinado saludable y vigoroso que ame y sepa cultivar la tierra, de un Estado que lo proteja y lo oriente, ¿cómo es posible que continúe este estado de cosas?

Salvo unas cuantas industrias alimenticias, madereras y textiles, Cuba sigue siendo una factoría productora de materia prima. Se exporta azúcar para importar caramelos, se exportan cueros para importar zapatos, se exporta hierro para importar arados… Todo el mundo está de acuerdo en que la necesidad de industrializar el país es urgente, que hacen falta industrias químicas, que hay que mejorar las crías, los cultivos, la técnica y elaboración de nuestras industrias alimenticias para que puedan resistir la competencia ruinosa que hacen las industrias europeas de queso, leche condensada, licores y aceites y las de conservas norteamericanas, que necesitamos barcos mercantes, que el turismo podría ser una enorme fuente de riquezas; pero los poseedores del capital exigen que los obreros pasen bajo las horcas caudinas, el Estado se cruza de brazos y la industrialización espera por las calendas griegas.

Tan grave o peor es la tragedia de la vivienda. Hay en Cuba doscientos mil bohíos y chozas; cuatrocientas mil familias del campo y de la ciudad viven hacinadas en barracones, cuarterías y solares sin las más elementales condiciones de higiene y salud; dos millones doscientas mil personas de nuestra población urbana pagan alquileres que absorben entre un quinto y un tercio de sus ingresos; y dos millones ochocientas mil de nuestra población rural y suburbana carecen de luz eléctrica. Aquí ocurre lo mismo: si el Estado se propone rebajar los alquileres, los propietarios amenazan con paralizar todas las construcciones; si el Estado se abstiene, construyen mientras pueden percibir un tipo elevado de renta, después no colocan una piedra más aunque el resto de la población viva a la intemperie. Otro tanto hace el monopolio eléctrico: extiende las líneas hasta el punto donde pueda percibir una utilidad satisfactoria, a partir de allí no le importa que las personas vivan en las tinieblas por el resto de sus días. El Estado se cruza de brazos y el pueblo sigue sin casas y sin luz.

Nuestro sistema de enseñanza se complementa perfectamente con todo lo anterior: ¿Es un campo donde el guajiro no es dueño de la tierra para qué se quieren escuelas agrícolas? ¿En una ciudad donde no hay industrias para qué se quieren escuelas técnicas o industriales? Todo está dentro de la misma lógica absurda: no hay ni una cosa ni otra. En cualquier pequeño país de Europa existen más de doscientas escuelas técnicas y de artes industriales; en Cuba, no pasan de seis y los muchachos salen con sus títulos sin tener dónde emplearse. A las escuelitas públicas del campo asisten descalzos, semidesnudos y desnutridos, menos de la mitad de los niños en edad escolar y muchas veces es el maestro quien tiene que adquirir con su propio sueldo el material necesario. ¿Es así cómo puede hacerse una patria grande?

De tanta miseria sólo es posible liberarse con la muerte; y a eso sí los ayuda el Estado: a morir. El noventa por ciento de los niños del campo está devorado por parásitos que se les filtran desde la tierra por las uñas de los pies descalzos. La sociedad se conmueve ante la noticia del secuestro o el asesinato de una criatura, pero permanece criminalmente indiferente ante el asesinato en masa que se comete con tantos miles y miles de niños que mueren todos los años por falta de recursos, agonizando entre los estertores del dolor, y cuyos ojos inocentes, ya en ellos el brillo de la muerte, parecen mirar hacia lo infinito como pidiendo perdón para el egoísmo humano y que no caiga sobre los hombres la maldición de Dios. Y cuando un padre de familia trabaja cuatro meses al año, ¿con qué puede comprar ropas y medicinas a sus hijos? Crecerán raquíticos, a los treinta años no tendrán una pieza sana en la boca, habrán oído diez millones de discursos, y morirán al fin de miseria y de decepción. El acceso a los hospitales del Estado, siempre repletos, sólo es posible mediante la recomendación de un magnate político que le exigirá al desdichado su voto y el de toda su familia para que Cuba siga siempre igual o peor.

Los crímenes contra los asaltantes del Cuartel Moncada pertenecientes al Movimiento Revolucionario 26 de Julio

Señores magistrados: ¿Dónde están nuestros compañeros detenidos los días 26, 27, 28 y 29 de julio, que se sabe pasaban de sesenta en la zona de Santiago de Cuba? Solamente tres y las dos muchachas han comparecido, los demás sancionados fueron todos detenidos más tarde.

¿Dónde están nuestros compañeros heridos? Solamente cinco han aparecido: al resto lo asesinaron también. Las cifras son irrebatibles.

Por aquí, en cambio, han desfilado veinte militares que fueron prisioneros nuestros y que, según sus propias palabras, no recibieron ni una ofensa. Por aquí han desfilado treinta heridos del Ejército, muchos de ellos en combates callejeros, y ninguno fue rematado.

Si el Ejército tuvo diecinueve muertos y treinta heridos, ¿cómo es posible que nosotros hayamos tenido ochenta muertos y cinco heridos? ¿Quién vio nunca combates de veintiún muertos y ningún herido como los famosos de Pérez Chaumont?

El sacrificio, la memoria los revolucionarios y el ideario Martiano

**“Para mis compañeros muertos no clamo venganza.

Como sus vidas no tenían precio, no podrían pagarlas con las suyas todos los criminales juntos.

No es con sangre como pueden pagarse las vidas de los jóvenes que mueren por el bien de un pueblo; la felicidad de ese pueblo es el único precio digno que puede pagarse por ellas.

Mis compañeros, además, no están ni olvidados ni muertos; viven hoy más que nunca y sus matadores han de ver aterrorizados cómo surge de sus cadáveres heroicos el espectro victorioso de sus ideas.

Que hable por mí el Apóstol:

‘Hay un límite al llanto sobre las sepulturas de los muertos, y es el amor infinito a la patria y a la gloria que se jura sobre sus cuerpos, y que no teme ni se abata ni se debilita jamás; porque los cuerpos de los mártires son el altar más hermoso de la honra.’

…Cuando se muere en brazos de la patria agradecida,

La muerte acaba, la prisión se rompe;

¡Empieza, al fin, con el morir, la vida!” **

Actitud rebelde e insumisa de los revolucionarios ante la tortura, la muerte o el presidio

“En cuanto a mí, sé que la cárcel será dura como no la ha sido nunca para nadie, preñada de amenazas, de ruin y cobarde ensañamiento; pero no la temo, como no temo la furia del tirano miserable que arrancó la vida a setenta hermanos míos. Condenadme, no importa, la historia me absolverá.” **

Centro de Estudios Histórico Sociales 14 de Junio

Centro de Estudios

El Centro de Estudios Histórico-Sociales 14 de Junio, adscrito al Museo de la Dignidad de la República Dominicana.

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