Justo cuando el frío invernal en días pasados rompía récord de baja temperatura en la región central y noroeste de los Estados Unidos, salimos a disfrutar unas cortas vacaciones hacia República Dominicana y la ciudad de Miami.
La mayor estadía fue en la turística Bávaro, en Punta Cana, provincia La Altagracia, a unas 117 millas al Este de la ciudad de Santo Domingo.
El progreso económico en esta región se observa por doquier, especialmente en la construcción de lujosas villas, “Townhouse”, edificios de apartamentos, centros de diversión y recreación, hoteles, centros comerciales y oficinas de toda índole.
El vertiginoso crecimiento turístico de Punta Cana, que inició en 1969, le ha quitado el trono que poseían en ese sentido las ciudades norteñas de Puerto Plata, Samaná, Santiago y La Vega.
Punta Cana goza de ser el segundo destino turístico de mayor preferencia de América Latina y el Caribe.
Su aeropuerto internacional recibe el 64% de todos los vuelos que llegan a República Dominicana.
En lo que va de año, ya ha recibido más de un millón de turistas de todo el mundo, superando en cuanto al número de pasajeros recibidos al Aeropuerto Internacional de Las Américas, en las afueras de la capital dominicana.
Antes de llegar a nuestro destino, Punta Cana, decidimos disfrutar una estadía de dos noches y tres días en un lujoso hotel resort en la ciudad de Juan Dolio, comunidad costera de la provincia San Pedro de Macorís, también al este del país.
Fue de gran sorpresa notar que la gran mayoría de los empleados en las áreas gastronómicas, atención al cliente, restaurante, piscina y servicio de hotelería son jóvenes con edades que oscilan entre los 18 y 21 años.
El dinamismo, cortesía, simpatía y excelente atención llevada a cabo con amabilidad y una bella sonrisa obligan al visitante a sentirse mejor que en su propia casa.
Solo faltó que nos cargaran de brazos para llevarnos a nuestra habitación designada.
Un personal con mayor edad y con posiciones jerárquicas en representación de la administración hotelera supervisa constantemente cada movimiento, cada acción de este joven personal.
Supervisores que, al completar los jóvenes su ciclo de la Formación en Centros de Trabajo (pasantía laboral), elaboran un reporte evaluativo de las funciones ejercidas por ellos dirigido a la institución educativa a la que pertenecen, y quienes determinarán el nivel obtenido para su graduación.
De acuerdo a nuestras indagatorias, todos son estudiantes procedentes de diferentes politécnicos, universidades y escuelas de hotelería de San Pedro de Macorís.
Por su condición de estudiantes de término, no reciben pagos por parte de la administración donde realizan su pasantía.
Ponen en práctica con esmero y dedicación los conocimientos adquiridos en sus escuelas secundarias, públicas y privadas.
Muchos dan continuidad de este aprendizaje técnico a nivel universitario, para convertirse en grandes profesionales de la carrera de hotelería y otras especialidades.
Su único ingreso proviene de las propinas de algunos turistas, dinero que les sirve para cubrir el transporte desde su hogar al centro hotelero asignado.
Una de las pasantes, de apenas 18 años, nos contó que para llegar a su trabajo de entrenamiento debe pagar primero a un motoconcho (servicio de transporte en motocicleta) para que la lleve a una parada de autobús.
Luego, junto a otros estudiantes y pasajeros, debe pagar otra tarifa un poco más cara que la lleva al lugar donde ha de cumplir su labor.
Algunas empresas del área, en apoyo a su esfuerzo, brindan a esos estudiantes el transporte desde su punto de recogida, siempre y cuando lleguen a la hora asignada.
Una maestra de hotelería consultada del Politécnico Inmaculada Concepción, en San Pedro de Macorís, afirmó que este sistema de pasantía de los estudiantes de secundaria está dando sus frutos, y que el Ministerio de Educación lo está ampliando a nivel nacional, conjuntamente con el Ministerio de Turismo.
Alrededor de 180 estudiantes de este centro educativo realizan sus pasantías en diferentes áreas de la región Este del país.
Los adiestramientos no solamente se llevan a cabo en hotelería. También en enfermería, corte y costura, contabilidad, informática, refrigeración y electricidad.
El sector hotelero colabora, y acepta esos estudiantes para que completen sus carreras.
Estos centros turísticos son los mayores beneficiarios, debido a que los jóvenes laboran de manera gratuita, realizando una práctica como auténticos profesionales en cada una de sus especialidades.
El gobierno dominicano, a través de los ministerio de Educación y de Turismo, o los propios dueños de hoteles, deberían otorgar un incentivo monetario mínimo para que estos jóvenes puedan cubrir por lo menos sus gastos de transporte, quitando esa pesada carga a los padres, muchos de los cuales no cuentan con empleo para cubrir las necesidades diarias del hogar.
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