Me resulta difícil asimilar que los países europeos no quieran terminar la guerra, justamente cuando, después del heroico pueblo de Ucrania, han sido ellos las principales víctimas.

Sí puedo entender las razones de Selenski para intentar continuarla, porque ningún gobernante del mundo querría firmar una paz mediante la cual pierde una parte de su territorio. Desde ese punto de vista, podría considerarse un patriota.

Tampoco me pareció admisible la vejación a que fue sometido en la Casa Blanca ni que Trump se refiera a él como dictador. Podría admitir que alguien lo llame corrupto, pero no dictador por el hecho de haber continuado su gestión sin convocar elecciones, porque ¿qué país del mundo podría organizar elecciones cuando está siendo invadido por un ejército poderoso?

Todo ello, a pesar de también entender el empeño de Rusia en evitar que la OTAN se siga expandiendo y acercándose hacia sus ciudades principales, porque, como tanta gente admite, ¿Qué gran potencia militar permitiría tranquilamente que otra potencia que le adversa coloque misiles a escasos kilómetros de su capital, pero, sobre todo, que le cierre la salida a mares cálidos a su flota marítima, tanto comercial como militar?

Pero esta guerra debe terminar, pues no tiene nada de gracia ver tanta destrucción y muerte, ver países desangrándose, perdiendo lo mejor de su juventud, además de la tranquilidad y el bienestar material.

En cuanto a Europa, uno esperaría que estén desesperados por firmar la paz, levantar las sanciones a Rusia, que es básicamente levantárselas a sí mismos, restablecer el comercio y volver a comprar combustibles baratos para revivir su industria y aliviar económicamente a la población.

Veo con alarma cómo hemos llegado a un momento en que solo se habla de más armas y más guerras, que se mantenga un discurso de que la única garantía de paz y estabilidad a largo plazo es rodear a Rusia con bases militares por todas sus fronteras. Tiene mucho en común con la efervescencia de hace un siglo, en que nadie admitía las razones que pudiera tener el otro, cada quien pensaba que el 100% de la razón estaba de un solo lado, y que lo único admisible era la derrota total, sin dejar ningún espacio a la negociación o al entendimiento.

Lo que les convendría a los europeos es entenderse con Rusia lo antes posible para tratar de reconstituir su economía. De ser posible, rehabilitar los gasoductos que les fueron destruidos para acceder nuevamente a las fuentes de energía rusas que viabilicen competir a su industria.

Económicamente, Europa es el gran perdedor de esta guerra. Según el Fondo Monetario Internacional, en los dos últimos años la economía rusa, que estaba supuesta a derrumbarse, ha crecido un 7.3%, mientras que la Unión Europea ha crecido en un insignificante 1.2% y eso es únicamente gracias al relativamente buen desempeño de España y algunas menores, pues sus tres principales economías (Alemania, Francia e Italia) están en estado deplorable. Y el Reino Unido no está mejor.

Eso significa que la debilidad que se atribuía a Rusia no era tal, y que ha conseguido eludir parcialmente el bloqueo que se le impuso. Por esas y por muchas más razones, el liderazgo europeo debería ser el principal interesado en buscar la paz, a menos que se estén creyendo su propia propaganda de que Rusia pretende apropiarse de toda Europa.

Pero ¡válgame Dios!, si en tres años Rusia apenas ha logrado mover sus fuerzas unos cuantos kilómetros hacia el interior de Ucrania, ¿en qué cabeza cabe que, si sale de esto, se atrevería a meterse en países de la OTAN?

Y si realmente creyeran esto, me parece fuera de toda lógica proclamar públicamente que se van a preparar militarmente para enfrentar a Rusia ¡dentro de cinco a diez años!, tiempo más que suficiente para entenderse con el vecino grande, procurar un mecanismo de seguridad en que ninguno se sienta amenazado por el otro y aprovechar los beneficios mutuos de la colaboración y el progreso que ofrecen los recursos de que dispone uno y otro.

A propósito de esto, creo que el mundo saldría ganando si Estados Unidos abandona la OTAN y los europeos crean una organización de defensa propio, sin depender de otros. Como latinoamericano, pienso que la OTAN ha sido un mecanismo utilizado por Estados Unidos para que los europeos le ayuden a hacer guerras. Para otras cosas no ha servido.

Y ahora los europeos, a quienes tanto trabajo les ha costado ponerse de acuerdo para usar más dinero público en favor del bienestar social y la protección ambiental, pretenden hacerlo para comprar armas. ¡Vaya mundo estúpido!

Pero si de antemano, los países OTAN de Europa (incluyendo Reino Unido y Turquía) tienen un 75% más de efectivos y su gasto militar supera en más de cuatro veces al de Rusia, como se muestra en el gráfico siguiente.

Obviamente, eso no niega lo correcto de que Europa construya su propio sistema de seguridad estratégica, sin que para ello se necesiten muchos más recursos económicos, pues la diferencia es que no tienen un mando unificado, hablan cuchucientos idiomas distintos, y los soldados de unos no saben manejar las armas de otros; pero eso lo pueden resolver prácticamente con el presupuesto que tienen.

Otro asunto que llama la atención en el gráfico es que los Estados Unidos, cuyo ejército se reconoce como el más poderoso del mundo, supera en gasto militar en más de tres veces al de China, que es el país que le quita el sueño, y a pesar de ello, China tiene 54% más efectivos militares.

Las razones de la discrepancia son principalmente tres: uno, que a EUA todo le resulta más caro; dos, que el ejército norteamericano se concentra más en equipamiento sofisticado; y tres, que el ejército chino fue concebido para la DEFENSA, mientras que el norteamericano para la OFENSA. Eso permite a China mantener concentrado su ejército en un solo país, mientras que el estadounidense se encuentra desplegado por todos los continentes, y eso sale carísimo.

Isidoro Santana

Economista

Ex Ministro de Economía, Planificación y Desarrollo, agosto 2016-2019. Economista. Investigador y consultor económico en políticas macroeconómicas. Numerosos estudios sobre pobreza, distribución del ingreso y políticas de educación, salud y seguridad social. Miembro de la Academia de Ciencias de la República Dominicana. Miembro fundador y ex Coordinador General del movimiento cívico Participación Ciudadana y ex representante ante la organización Transparencia Internacional.

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