La tragedia de la discoteca Jet Set podría originar, además del duelo al que me referí la pasada semana, el estrés postraumático que, según el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, quinta edición (DSM-5), se manifiesta en personas con sentimientos de miedo, ansiedad, ira, tristeza, angustia, en estado de llanto e insomnio, con sensación de desconexión y otras emociones negativas. Es decir, como si tuvieran la impresión de que se estuvieran «volviendo locas», lo cual afecta la conciencia, la memoria, el sueño, el pensamiento.
El estrés postraumático lo suelen sufrir quienes estuvieron expuestos a la muerte real o a su amenaza, al peligro de lesiones graves, a la experiencia directa del evento traumático en un escenario en el que otros eran las víctimas, sufrían el trauma, al conocimiento de que un familiar o amigo cercano participó o fue perjudicado por el evento, a la recepción reiterada de detalles del eventos, a los recuerdos recurrentes e involuntarios de la tragedia y hasta a sueños perturbadores. La probabilidad de presentar este trastorno aumenta cuanto más intensa y próxima ha sido la relación con el acontecimiento traumático.
Como ha establecido el psicólogo Gordon Allport, cada personalidad es única e irrepetible, y vive su duelo y trauma de acuerdo con sus características. No todos reaccionamos igual ni tenemos las mismas necesidades porque intervienen factores determinantes, como los genes, la química cerebral, las hormonas, el ambiente prenatal, las vivencias tempranas, el ámbito social y cultural. De acuerdo con cada una de estas circunstancias, las reacciones pueden ser débiles, moderadas o acentuadas ante el evento traumático.
En el caso de la tragedia del Je Set, el trastorno podría afectar a sobrevivientes, familiares, allegados, al personal civil y militar, de salud, los voluntarios, los vecinos y colaboradores, así como a tantos que se apersonaron para aliviar la sed y el hambre de los rescatistas y quienes estuvieron atentos a la marcha de la tragedia a través de las redes sociales y los medios de comunicación.
Muchos realizaron acciones heroicas, que resultaron esenciales para la reducción de la cantidad de víctimas. Otros se entregan a su fe y confían en que en otra vida los afectados recibirán su recompensa.
La buena noticia es que, aunque el estrés postraumático, al igual que el duelo, no se borra de un día para otro, puede superarse o sanarse con ayuda profesional de profesionales de la salud mental o líderes de fe. Y con el tiempo, realizando actividades físicas e intelectuales, como caminar, respirar profundamente, escribir, leer dibujar. Es útil, además, tener alguien con quien hablar, sin interrupciones ni presión, sin que juzguen, den consejos impensados o hagan preguntas indiscretas, sin que minimicen lo que se siente. Lo importante es estar ahí, el acompañamiento, alentar al afectado para que retome su normal cotidianidad y evite el bombardeo de noticias negativas.
Finalmente, como dice mi profesor, el erudito doctor Leonte Brea, vivimos tiempos difíciles, para psicólogos y psiquiatras… y para quienes creemos en la democracia. Lo que ha pasado no es poca cosa. Y como bien saben, los poetas suelen ser intérpretes del alma de los pueblos. Por eso, cierro con estos versos del poeta nacional, el doctor Pedro Mir, en su poema fundamental Contracanto a Walt Whitman, escrito en 1953, donde nos recuerda que la democracia no es solo una palabra, sino una esperanza concreta:
“resplandeció la palabra
Democracia.
Fue un salto.
De repente
El más recóndito yo
Encontró su secreto beneficio.
Libertad de trabajo. Libertad de Consciencia.
Libertad de palabra. Libertad de Camino.
Libertad de aventura, proyecto y fantasía.
Libertad de fracaso, de amor y de apellido. “
** Este artículo puede ser escuchado en audio en Spotify en el podcast Diario de una Pandemia por William Galván
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