Este lunes amanecimos sin Vargas Llosa. También se fue el papa. También se me fue Miguel, el Plomero de las Cinco Esquinas de San Carlos, el vicioso que se llevaba cualquier cosa para ofrecértela, desde un pedazo de tubo PVC hasta una carne obviamente podrida, porque dizque que tenía que conseguir un pasaje cuando verdad todos sabíamos que era algún gramo de crack lo que le hacía falta.

Animales de costumbres, un día extrañamos la camioneta que compra “todo lo viejo, neveras, hierro”, el gato que nos complicaba las madrugadas por ese provocar eterno a todos los gatos, el gallo y la gallina que ya no nos despiertan porque los hicieron parte de un sancocho y san, se acabó.

Tanto que ansiamos este momento en que todos los motores deberían estar encendidos.

Visto desde el domingo en la noche, el lunes sería algo así como tiempo de “Uprising”, como se ve en la carátula del disco de Bob Marley. Desde la madrugada del lunes, el pleno lunes sería como el primer cielo que vio Nemo luego de su viaje por las no sé cuántas miles de leguas submarinas.

Y llegó el lunes, que ahora que lo veo es lunes de zapatero, aunque no sé por qué se le dice así. Seguramente Jimmy tendrá alguna explicación.

Si se me revela el misterio, prometo compartirlo con ustedes, “Oh inútiles lectores”, como diría Baudelaire. (En verdad que el poeta escribió “hipócritas”, pero tampoco se merecen ustedes tantos golpes justo ahora, en el que “Morning has broken like the first Morning”.).

Miguel D. Mena

Urbanista

Editor, docente universitario y urbanista

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