La figura del doctor Manuel Antonio Tejada Florentino fue para Raúl Pérez Peña – Bacho, un verdadero ejemplo del revolucionario catorcista, tal como se recoge en múltiples escritos publicados a lo largo de su ejercicio periodístico. A nuestro juicio, los lazos de admiración, respeto e incluso veneración, que se tejieron entre el último presidente del 1j4 en el Distrito Nacional hacia el primero, se pueden entender con facilidad a partir de la lectura del presente artículo que nos narra la historia de un hombre marcado por una visión política y social que trascendía el simple derrocamiento de la dictadura de Trujillo.

En ese orden, en sus palabras contra los esbirros se puede apreciar una síntesis entre la lucha por la liberación nacional frente a la tiranía de Trujillo y el horizonte más amplio por una transformación social de carácter socialista, debido a su elevada preocupación por los más pobres y humildes de nuestro país. Su martirio en “La 40” da cuenta de una elevada ética política que lo distingue o diferencia de los funcionarios gubernamentales de cualquier nivel o posición que se han hecho cómplices de los abusos y violaciones a que se promueven desde el Estado dominicano contra los derechos humanos, sociales, políticos y económicos de nuestra población y más allá, ya que su accionar se inscribió en el marco de las luchas continentales contra la opresión y la desigualdad.

Su raya con el tirano, que calificó de “irreconciliable”, expresa no sólo la confrontación política, sino también el abismo ético e ideológico que separa a los verdaderos revolucionarios de aquellos que cobardemente se alinean con el sistema. En ese sentido, al igual que Manolo, Minerva, Juan Miguel, Polo, Pipe y tantos otros, el Dr. Tejada Florentino fue un catorcista de “patria o muerte”, cuya vida e historia nos inspiran para servir al pueblo dominicano hasta las últimas consecuencias, labrando esperanzas en los corazones hasta sanar sus almas, a los fines de lograr el ideario verde y negro que osciló entre la liberación nacional y el socialismo.

Los que orientaron la lucha, Dr. Manuel Antonio Tejada Florentino

Vivir es aprender para ignorar menos; es amar para vincularnos a una parte mayor de humanidad; es admirar para compartir las excelencias de la naturaleza y de los hombres; es un esfuerzo por mejorarse, un incesante afán de elevación hasta los ideales definidos…”

Ese pudo ser el evangelio del desaparecido médico, Dr. Manuel Antonio Tejada Florentino, quien nació en Salcedo el 20 de octubre de 1910, siendo sus padres Luis María Florentino y María Rivera Tejada (Berta). No había cumplido aún los siete años, cuando con una caja de limpiar zapatos ganaba con qué ayudar a su laboriosa madre a costearse la vida. Fue un niño ejemplar: laborioso, honrado, responsable, con un profundo afán de superación que lo hace recurrir a ese trabajo para ganar el sustento honesta y decentemente.

Aprende a leer y escribir las cuatro reglas matemáticas en su propio hogar, bajo la dirección de su propia madre que fue su primera maestra. Manuel llegó al sexto curso de la Escuela graduada de Salcedo, bajo la dirección de la inminente Educadora María Josefa Gómez, quien le preparó el octavo curso particularmente.

En los momentos que le dejaron libres sus estudios y la venta de los periódicos a que también se dedicaba, asistía a un taller de ebanistería, trasladándose luego a la ciudad de la Vega, donde perfeccionó su aprendizaje en ese oficio y regresó a Salcedo para instalar un taller propio.

Al ver en los años finales de la década del 1930 que el despotismo se afianzaba en el país a través del régimen de terror y de una sistemática organización del crimen en la Era de Trujillo, escribió en uno de los cuadernos que dedicaba a los apuntes de química… “Vivimos en una época en la que la honradez es un delito”, empero, “mantendré mis principios de dignidad mientras le quedan dientes a mi serrucho”, porque “basta conocer el mal y oponerse a él para servir al bien”.

Profundas inquietudes

La tosquedad de sus ocupaciones no podía llenar la fecundidad de su vida nacida para servir. Hombre de profundas inquietudes y de una sensibilidad extraordinaria, componía versos para dulcificar la reciedumbre de su carácter. Se inició en el estudio de la música bajo la dirección del Profesor Ramón Díaz, al tiempo que, como estudiante libre preparaba el bachillerato recibiendo clases de matemáticas e idiomas de la maestra de todas las generaciones de Salcedo, señorita María Josefa Gómez, completando por sí mismo el resto de las asignaturas que iba a examinar luego a la Escuela Normal de Santiago. Así se graduó de bachiller en Ciencias Físicas y Naturales en 1935. Con solo 3 años de estudio llegó a ser director de la banda municipal de música de su pueblo, cargo que renunció para trasladarse a la capital e inscribirse en la Facultad de Medicina de nuestra Alma Máter, graduándose el 9 de noviembre de 1940. Se estableció en Tenares, hoy común de la provincia de Salcedo. Donde ejerce con decoro su profesión y sirve de orientador a la juventud de aquella población, donde se casó con la señorita Sofía Tabar el 13 de noviembre de 1942, con quien procreó sus hijos, Rosa Leonor, José Ignacio, Lucía Altagracia, Marina, Ana Sofía y Manuel Antonio. Su otro hijo, Víctor Manuel, había nacido de relaciones anteriores a su matrimonio.

En 1948 se trasladó a México matriculandose en el Instituto de Cardiología de aquella ciudad. Su inteligencia, su profundo amor por la medicina y su dedicación al estudio lo destacan a su regreso al país como uno de nuestros primeros cardiólogos, lo que influye para que sea nombrado jefe de Cardiología del Hospital Salvador B. Gautier de la Caja Dominicana de Seguros Sociales, en esta ciudad, donde sirvió con la suprema abnegación que caracterizó su vida ejemplar.

Al iniciarse el aglutinamiento de las fuerzas clandestinas de la resistencia interna contra la tiranía en 1959, fue uno de los miembros más destacados del movimiento 14 de junio. En la capital y en el interior colaboró intensamente en la organización de todos los focos antitrujillistas, distinguiéndose como uno de los principales orientadores intelectuales del movimiento. Cuando se estructuró el Comité del Distrito Nacional fue elegido presidente y encargado por éste para asistir como delegado a la reunión que se celebró en Valverde (Mao) para elegir el Comité Central Ejecutivo del Movimiento Revolucionario 14 de Junio. Empero, el doctor Tejada no pudo asistir por un compromiso relacionado con su profesión, tuvo que responder al llamado de uno de sus pacientes, nombrándose en su lugar a otro representante.

El Dr. Tejada, consciente de que la insurrección que se planificaba entonces no era más que un paso previo para la instauración de un sistema gubernativo que bajo la disciplina de los principales políticos sirviera de base a la estructuración de un organismo, que acorde con todos los factores sociológicos que influyen personalidad organizando un instrumento de lucha que representará en sus lineamientos las aspiraciones del pueblo y contemplará como un corte al tradicionalismo institucional, infecundo la solución total de nuestros males. Así esboza los puntos centrales de lo que él llamó el Partido Revolucionario Institucional Dominicano (PRIDO), presentando en ocho puntos. Desgraciadamente, las copias que habían de este documento fueron ocupadas por los agentes de seguridad, sin que quedara constancia -que nosotros sepamos- de este histórico documento.

El día 19 de enero de 1960, mientras se encontraba en el oficio de su apostolado, a las nueve y media de la mañana es sacado del Hospital por los agentes de seguridad al frente de los cuales estaba el nefasto asesino y torturador Rafael Palma (Flicho), a quién Manuel le había prestado sus servicios gratuitamente en diversas ocasiones. Llevado a las fatídica “40”, es recibido por todos los verdugos de aquel centro de tormento. Se desnuda y manteniéndole esposadas las manos, se le aplican las habituales torturas de aquella casa del diablo.

Sangrante su cuerpo por los golpes de los “vergajos”, “látigos” y “alambres”, pasó delante de la silla eléctrica en el momento en que ella se retorcía de desesperación un compañero, diciéndole, con un acento de seguridad extraordinaria: “joven valiente sigue siendo valiente”.

La noche del negro día 20 de enero, fue llevado a la sala de los interrogatorios y frente a todos los criminales que se habían reunido en la “40” Jhonny Abbes, lanzándole a la cara la colilla de su cigarrillo le preguntó: y tú, desgraciado. ¿porque conspiraste? Aquella interrogación llenó de silencio la sala; algunos compañeros que esperaban su turno levantaron la cabeza, Manuel en cambio respondió con tono sereno:

“Por qué e independientemente del crimen, el terror y la ignominia que representa este régimen y la ambición y egoísmo del déspota que junto a su camarilla de la que ustedes son una parte, maneja este país como un ganado”.

Dr. Manuel Tejada Florentino.

“Conspiré como usted dice, porque existe una corriente revolucionaria no tan solo en la República Dominicana, sino en América, y nosotros no podíamos sustraernos a ella. Es una madrugada que, como preludio de un amanecer de redención definitiva, tiende a extinguir la miseria y la opresión a que viven sometidos todos los pueblos latinoamericanos”.

“Los pueblos que estamos en contacto con nuestros campesinos, que hemos llorado junto a ellos, su tragedia, que hemos somos testigos de su agonía, contemplando cómo se les mantiene en el más espantoso abandono y en la más cruel miseria; no podemos permanecer indiferentes sin hacernos reos de un crimen de lesa Patria. Porque con sus fuerzas se enriquecen unos pocos, que tradicionalmente se traspasan ese derecho de padre a hijo, explotando nuestros hombres del campo inmisericordemente”.

Elementales prerrogativas

“Y a todos los obreros, de donde yo procedo, se le está negado sus más elementales prerrogativas y languidecen absorbidos por el mercantilismo de los monopolios, que impiden que ningún sector de la economía nacional se desenvuelva con la libertad que corresponde a todo país civilizado, donde estén consagrados y se respeten los derechos individuales, que embarquen el disfrute de una sana convivencia social”.

“Solo así, con ustedes, ¡hombres bestias! puede detenerse un pueblo, una época. No me sorprende la inhumanidad de todo este cuerpo represivo al que ustedes sirven, por su ignorancia, unos, a otros por “estomaguistas”, defendiendo una posición que disfrutan gracias a este servicio de verdugos que desempeñan. Y otros peores como usted, (señalando a Abbes García), habituados al crimen, ubicaron definitivamente sus conciencias, creyendo que la seguridad de una posición pasajera que le proporciona este bajo servicio podrá perpetuar sobre la sangre y el dolor de este pueblo, un imperio de negación y de barbarie.

Esta corriente de reivindicación americana es incontenible. Y aquí en la República Dominicana será insuficiente todo este equipo -indicando con las manos esposas, la silla eléctrica, los azuzadores, los vergajazos, lazos y garrotes que había alrededor- y la técnica del arte vil que ustedes sirven, para frenar un imperativo histórico, que nos tiene frente a la inaplazable necesidad de urgentes y radicales reformas, que encima de cien Trujillos, cien servicios de seguridad, cristalizará sobre el sacrificio de estos pueblos irredentos de América…”.

El Dr. Tejada, con su vista fija sobre aquellos que a su lado parecían estatuas de un museo, habló sobre su ideario político extensamente. Los verdugos estaban atónitos, confundidos ante la brillantez de la exposición de aquel hombre que, con las manos atadas y viviendo el calvario de aquellos momentos, erguido, sereno y decidido, era una antorcha de verdad que no pudieron apagar el vendaval de aquellas torturas y la desesperación de aquel ambiente.

Los caliés no estaban acostumbrados a oír confesiones tan responsables. Lo normal, lo prudente era negar siempre, hasta que el cuerpo resistiera las torturas.

Con los brazos cruzados

Todos los que, vistiendo un uniforme militar o civil, se encontraban en la sala estaban con los brazos cruzados. Nadie había vuelto a encender un cigarrillo. Johnny Abbes por la saeta fulminante que le lanzó al doctor, rompió aquel ensimismamiento colectivo de todos los torturadores reunidos y dijo, dirigiéndose a Manuel: “Así dicen estos traidores que aquí no hay democracia, y mira cómo lo dejamos hablar”.

Inmediatamente, Luis José León Estévez, colocado detrás del Candito Torres, hizo una señal con el brazo derecho, tras la cual saltaron dos jóvenes vestidos de civil sobre la sangrante humanidad del doctor, pateándolo y estrellándolo contra la pared. Los golpes siguieron durante algunos minutos y solo se escucharon las voces de los torturadores diciendo sus naturales improperios.

Johnny Abbes dijo: “Ta bueno ya -échalo pa´ca”. ¡Y agregó!: Mire, doctor, todo el que viene aquí hablando pendeja se jode. ¿Usted cree que esto lo tumban con una boca? Váyase al monte. Ahora hemos afianzado a Trujillo treinta años más en el poder.

Manuel parecía insensible y, con su naturaleza característica, sonrió levemente al terminar Johnny Abbes su arenga y respondió: “Yo sé coronel que usted sabe que está equivocado, pero le falta valor para ser sincero. Ciertamente por eso es criminal. Por cobarde”.

Johnny Abbes, dio la espalda. Estaba electrizado frente a aquel hombre inconmovible y no pudo más que decir: “¿Cómo un hombre como usted, tan inteligente, no se puso al lado de Trujillo? Hubiera sido a este tiempo Secretario de Salud, a lo menos”.

“Somos irreconciliables”

Manuel, consciente de su predominio absoluto sobre todos estos hombres, dijo: “De ninguna manera, Trujillo y yo somos irreconciliables. Él es un ser si acaso puede llamársele así, totalmente deshumanizado que solo sabe sojuzgar. Yo, en cambio, soy un hombre humilde que he nacido para servir”.

“Jamás pensé que usted fuera capaz de creer que un hombre como yo aspire a la holgazanería burocrática de una secretaría de Estado. No, no estoy luchando, pensando en recompensa. Lucho con un total desinterés por la redención total de mi pueblo. Un hombre como yo, que a quien le limpié los zapatos, le vendí un periódico, le hice los muebles, le toqué una fiesta como director de la banda de música de mi pueblo, o le di una serenata, también tuve profunda satisfacción de prestarle mis servicios médicos, un hombre así, no puede aspirar más que a seguir sirviendo a su pueblo”.

“Es por eso por lo que usted me ve con esta serenidad, con esta resignación, sabiendo la muerte que me aguarda. Porque hoy llega a la culminación mi vida. Y me siento satisfecho de morir decorosamente luchando por la salvación de mi Patria…”.

“Bueno, bueno, dijo Johnny Abbes turbadísimo. “Se acabo esta vaina. Tránquenlo a tó”.

Hasta ese momento los compañeros que alrededor de la casilla de interrogatorio escribían sus declaraciones, habíanse detenido. Mientras Manuel hablaba, todo fue un silencio asombroso. Al terminar, los caliés, que observaban aquello con gran impresión se mordían los labios, daban paseítos y se miraban sin hablar. Frente a esta situación, Johnny Aves tuvo que repetir: “Carajo, dije que tranquen a tó el mundo”.

Los detenidos que estaban en el patio fueron llevados a sus celdas.

El día 23 de enero, en una de las cárceles de La 40, se oyeron repetidas voces y un ruido constante hizo que el abominable Dante Minervino tuviera que ir alarmado a la celda de donde procedía.

Allí estaba Manuel encerrado con las esposas puestas, pateando los hierros para que vinieran y cuando el capitán abrió la puerta, exclamó: ¿Qué pasa?

Manuel respondió exaltado: “Aquí hay un hombre muriéndose. Mi botiquín está en la oficina. Vamos conmigo a buscarlo para ponerle una inyección a este compañero. No se puede dejar morir”.

Era tal la personalidad de Manuel que esa fiera que se llama Minervino abrió la puerta sin decir nada y llevó al doctor a buscar el maletín. Al regresar a la celda, les dio unos masajes a su compañero y lo inyectó estando aún con las manos esposadas.

Ese fue su último servicio. Ninguno de sus compañeros volvió a verlo.

Y desapareció para siempre este ejemplo de virtud y de heroísmo que, como él mismo dijo, fue un hombre humilde nacido para servir

Centro de Estudios Histórico Sociales 14 de Junio

Centro de Estudios

El Centro de Estudios Histórico-Sociales 14 de Junio, adscrito al Museo de la Dignidad de la República Dominicana.

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