El frente marino en el litoral de la playa Pedernales es la única obra de impacto que ejecuta el Gobierno en la capital de la provincia y su diseño arquitectónico es una reformulación del original ordenado y pagado por la anterior gestión gubernamental del Partido de la Liberación Dominicana (PLD).
Conocida la histórica brega para que se entienda el valor geoestratégico y económico del Pedernales de la frontera suroeste y la necesidad de sostenidas inversiones sociales para sacarlo de la pobreza y enrumbarlo hacia el desarrollo integral, lo menos que debería hacer la comunidad organizada, por tanto, sería defender a rabiar tal iniciativa por encima de los intereses particulares.
Y no solo eso, debería convertirse en veedora del proceso constructivo a cargo de tres empresas privadas que –según las autoridades- ganaron la licitación, para que entreguen en el tiempo previsto una obra con óptima calidad, hermosa y duradera. No una chapucería que, por preñez de vicios, se esfume con el primer sol y la primera brisita marina, como se estila en RD, más cuando se trata de chupar la teta del Estado.
No olvidar que el sur está en la ruta de los ciclones y tenemos antecedentes de “mar de fondo”. Tampoco que es largo el historial de obras contratadas por el Estado a costos exorbitantes, pero que -días después de ser inauguradas bajo costosas parafernalias- revelan vicios de construcción en ocasiones insalvables. De esas hay por los cuatro costados del territorio nacional.
Como decisión gubernamental, no de funcionario particular, la prioridad de estos cinco años de mandato de Luis Abinader ha sido la ciudad turística Cabo Rojo, 23 kilómetros al sureste del pueblo.
Los hechos hablan: terminal turística ya activa, infraestructura hidrosanitaria, servicio eléctrico, hoteles y aeropuerto internacional, en avance.
En el entorno de ese proyecto están las siniguales playas Bahía de las Águilas y Cabo Rojo, la laguna estacionaria, al menos 12 cenotes; sobre todo, de Trou Nicolás (pozos de Romeo).
Desde el lugar sale la carretera de 33 kilómetros hasta Aceitillar, sitio de bauxita, tierras raras y del espectacular hoyo de Pelempito, en el parque nacional Sierra de Baoruco.
De primera calidad, pero sin mantenimiento, debería extenderse por 40 kilómetros hasta Puesto Escondido, -Duvergé, como homenaje a los padres fundadores de la comarca en 1927 y para abrir otra brecha de respiro a los pedernalenses. La provincia solo tiene una vía de entrada y salida. Esa solución, sin embargo, se diluye en promesas del Gobierno.
En Cabo Rojo está la edificación del simbólico hotel de los altos ejecutivos de la minera estadounidense Alcoa Exploration Company, el Senior Staff, diseño del maestro de la arquitectura dominicana Gay Vega. Las autoridades actuales anunciaron hace cuatro años la conversión de esta reliquia cultural en hotel boutique, pero desde entonces el silencio lo ha arropado todo. Nadie explica. Nadie reclama.
Los dos municipios, Pedernales y Oviedo, poco tienen que ofrecer como atractivo. Y la deuda social acumulada por parte del Gobierno es sideral.
La provincia como tal urge inversiones estatales en viviendas, alcantarillado pluvial y sanitario, recolección, disposición y tratamiento de residuos sólidos conforme métodos modernos; mercado municipal, centro cultural, remozamiento de estadios de béisbol juvenil, pequeñas ligas y softball; nuevo edificio de oficinas públicas, parques infantiles, escuela de bellas artes, equipamiento de la academia y la banda municipal de música y apoyo académico…
De ahí mi condición de promotor por años y sin desmayo de la construcción del frente marino en el marco del oficial proyecto de desarrollo turístico de Pedernales. Representaría la democratización del acceso a un espacio digno que, además, activaría la economía local.
Temo que sea lo único que nos toque, visto el agotamiento del último cuatrienio de Abinader (2020-2024), la larga duración en la ejecución de las obras gubernamentales, la cultura electorera dominicana que todo lo frena (más en Pedernales por ser chiquito) y la discapacidad de los pedernalenses para unirse y exigir proyectos colectivos.
Los reclamos de propietarios y ocupantes de tierras impactadas por la ejecución del frente marino deben de resolverse con la conversación abierta y sincera entre las partes. Cuentas claras, sin mezcla de macos con cacatas, en el entendido de que el erario no es un botín.
La personalización, cuando se trata de una política pública respaldada por decisión palaciega, solo embarra el escenario y distancia las soluciones locales.
La mediatización del hecho con desinformación incluida sirve de mucho al oportunismo político y hasta de insumo para la búsqueda de rating que ayude a monetizar, pero nunca a quienes tienen derechos de propiedad reales y se les debe pagar; ni a la buena marcha de un proyecto que ayudaría al esparcimiento de nuestra gente y visitantes, además de la activación económica de la comunidad.
Hablemos, pues, y, como pedernalenses, exijamos que cuanta obra se pretenda levantar en el municipio cabecera, sin importar retórica hueca sobre montones de dólares o euros de inversión, se ciña a los parámetros del Plan de Ordenamiento Territorial Turístico (POTT), no a los caprichos o promesas políticas de autoridades como se estila por estos lares. Porque el caos hará inaguantable la vida de los buenos en el territorio.
No seamos cómplices de la construcción de una cultura del desorden e inseguridad pública que luego nos desaliente para vivir en nuestro pueblo.
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