La expresión proviene de la época en que un guardia raso ganaba poco dinero (y no había sobornos) para sostener una familia. En esta ocasión la uso para referirme a algo muy distinto: la soberanía nacional y la relación entre países con poder muy disímil.

El tema surge por la visita del secretario de Guerra de los Estados Unidos a la República Dominicana para la firma de un acuerdo de uso estratégico-militar de dos aeropuertos dominicanos.

Eso ha generado una discusión interna sobre la soberanía de la República Dominicana y la constitucionalidad o no de la decisión del presidente Luis Abinader de firmar el acuerdo sin pasar por el Congreso ni por el Tribunal Constitucional.

Me centro aquí en el tema de la soberanía. Lo primero es decir que la soberanía es siempre relativa, incluso para un país poderoso. Lo segundo es que el margen de soberanía para un país como la República Dominicana depende del ímpetu de imposición del más fuerte y de la determinación a resistirla del más débil.

Excúsenme soberanistas: ¡con qué fuerza se casa un guardia!

La República Dominicana tiene una alta dependencia económica de Estados Unidos. La mayoría de las exportaciones dominicanas van hacia allá, la mayoría de los turistas vienen de allá, la mayoría de los migrantes dominicanos viven allá y la mayoría de las remesas provienen de allá.

Si la política exterior del país con mayor poder se basa en el uso del poder blando, la dependencia del país con menor poder se disimula y la sensación de soberanía se afianza. Por el contrario, si la política exterior del país con mayor poder es agresiva, como ocurre ahora, los márgenes de soberanía del país con menor poder tienden a achicarse. El acuerdo sobre el uso de los dos aeropuertos es expresión de eso.

Para el presidente Abinader, que lleva varios años promoviendo un discurso soberanista en foros internacionales con el tema haitiano, un achicamiento de la soberanía dominicana por pedidos de los Estados Unidos llevaría a inconsistencias.

Ha predicado por doquier que nadie puede imponerle a la República Dominicana su política hacia Haití y hacia los inmigrantes haitianos en territorio dominicano (a quienes supuestamente está deportando o va a deportar). Entonces, ¿qué permitiría Abinader que imponga Estados Unidos a la República Dominicana?

Vivimos en una época de neoimperialismo. Las grandes potencias del mundo luchan entre sí por la hegemonía del siglo XXI, y de paso quedan involucrados muchos otros países, como aliados o enemigos.

En este llamado patio trasero, el Gobierno de Estados Unidos busca ahora reafirmar y agregar aliados. La República Dominicana es una aliada que podría estar sometida a reafirmar su lealtad.

Quizás algunos asumen que se producirá un gran movimiento en defensa de la soberanía nacional. Lo dudo. Ni el Gobierno dominicano ni la mayoría de la sociedad dominicana (aunque se quejen en privado) enfrentarán con determinación el Gobierno del país del que tienen tanta dependencia económica. Por eso Abinader firmó el acuerdo y lo justificó con la retórica del combate al narcotráfico.

Excúsenme soberanistas: ¡con qué fuerza se casa un guardia!

EN ESTA NOTA

Rosario Espinal

Socióloga

Autora de los libros “Autoritarismo y Democracia en la Política Dominicana” y “Democracia Epiléptica en la Sociedad del Clic”, y de numerosos artículos sobre política dominicana publicados en revistas académicas en América Latina, Estados Unidos y Europa. Doctora en sociología y profesora en Temple University en Filadelfia, donde también ha sido directora del Departamento de Sociología y del Centro de Estudios Latinoamericanos.

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