Barcelona visita a Mallorca y Lamine Yamal completa un pase con el borde exterior del pie para que Raphinha anote. La jugada define el partido, que termina 5-1 a favor de los blaugrana. Un periodista le pregunta cómo se consigue esa asistencia. “¿Con L2?”, responde con una sonrisa, refiriéndose al botón en el mando de una consola de videojuegos. La ocurrencia dice mucho de la forma desenfadada en que está viviendo su consagración. Así se define el fenómeno bajo la óptica científica.

Pocas veces un muchacho de 17 años se ha hecho notar en el fútbol de la forma en que Lamine Yamal lo hace. No puede todavía firmar legalmente su propio contrato profesional, pero tiene una cláusula de rescisión de 1000 millones de euros, con la que el Barcelona se blinda contra cualquier interés en su joya, y es candidato al Balón de Oro luego de una temporada en la que ha sido decisivo para su equipo.

Su temporada ha incluido 17 goles (ocho en la Liga, cinco en la Champions, dos en la Supercopa y dos en la Copa del Rey) y 25 asistencias (líder en este apartado tanto en la Liga como en la Copa), sin contar lo hecho con la selección española.

Otros números hablan de un jugador rendidor, como su porcentaje de acierto en el pase (78,72%), su velocidad (que la UEFA midió en una máxima de 32,18 km por hora y una media de 30,53) o la cantidad de regates hechos en la Liga este año: 149, casi el doble de su más cercano perseguidor, el belga Dodi Lukébakio del Sevilla (84).

Pero tal vez el mejor indicador para medir el talento de Lamine Yamal no sean necesariamente las cifras, que muchas veces en el fútbol son más bien accesorias.

Kylian Mbappé ha registrado una velocidad máxima de 38 kmph y la efectividad de sus disparos a puerta es de 35% en la Liga, mientras que los ocho goles en 42 veces que ha pateado a portería revelan menos de un 20% de acierto para el de Rocafonda.

Pero el desequilibrio que crean los cambios de ritmo o de dirección de Lamine, su control de balón, su capacidad de hacer ajustes en centésimas de segundo para preparar el remate, su percepción de los espacios y la calidad determinante de su pase con el borde externo, su actitud dominante en la cancha, el caos que sus regates crean en las defensas rivales, no pueden ser medidos.

E incluso aquello que sí puede ser mirado a través de los números está todavía por descubrirse, porque el de Lamine es un cuerpo en desarrollo, uno que está por descubrir su verdadero potencial.

Creciendo y cambiando

Lamine Yamal tenía 15 años y 190 días cuando debutó en la Liga con el Barcelona de Xavi Hernández. Un año después de ese debut, había ganado 10 centímetros de estatura, seguramente en el último gran “estirón” de la adolescencia, y mostraba una musculatura mucho más desarrollada.

“Es normal y frecuente este crecimiento en niños de 16 años. Siguen teniendo los huesos inmaduros”, explicó el cirujano ortopédico Eduard Alentorn, que había atendido al joven en su consulta, en declaraciones al portal deportivo ‘Relevo’.

Lo que es normal para cualquier joven puede ser un trastorno para un atleta de alto rendimiento con la demanda y la atención que recibe Lamine.

La redistribución de masa producto del desarrollo puede afectar la postura corporal, y en el caso del jugador de Barcelona, ésta es crítica para mantener una de sus mayores fortalezas: el centro de gravedad bajo, que le permite mantener el equilibrio y con ello retener el balón en situaciones de apremio, como los espacios reducidos derivados de la alta presión de las defensas rivales.

El centro de gravedad puede definirse como un punto imaginario en torno al cual se distribuye el peso corporal. Se dice que ese centro es bajo cuando está más cerca del suelo, y por lo tanto permite conservar mejor la estabilidad.

El equilibrio es fundamental para un jugador con las características de Lamine, cuyo juego se basa en cambios de ritmo, de dirección y regates vertiginosos.

Es un rematador sobresaliente en carrera y desde largas distancias, y para ello necesita una alineación corporal eficiente. La potencia de su golpe viene de la transferencia de energía que consigue al hacer una especie de rotación o giro antes de disparar, y para ello inclina su cuerpo de una forma tan extrema que podría hacerlo perder el balance.

En el caso del extremo derecho del Barcelona, sus técnicos en las categorías inferiores agradecen que ese estirón no se haya dado a los 11 o 12 años, porque pudo haber tenido impacto en su coordinación.

Las lesiones: amenazas naturales

El proceso de crecimiento en un atleta tan exigido al máximo nivel también trae consigo el riesgo de lesiones, que se incrementan en el caso de Lamine porque no está compitiendo en su categoría natural, que debería ser la sub19, sino con jugadores adultos.

En conversación con el portal ‘Sport’, Juan José López Martínez, médico personal del tenista Carlos Alcaraz y especializado en traumatología deportiva infantil, advirtió que los atletas en crecimiento están más expuestos a las lesiones de ligamento cruzado, “sobre todo a alta intensidad”.

Al tratarse de un cuerpo todavía en formación, el equipo médico alrededor de la joven joya blaugrana realizó un estudio biomecánico para impulsar los refuerzos de preparación física que minimicen el peligro de lesiones.

Un precedente funesto fue el de otra estrella adolescente del Barcelona, Ansu Fati, que en su momento fue el segundo jugador más joven en debutar en el primer equipo, a los 16 años y 298 días, y el azulgrana más joven en anotar en la Liga, pero ha naufragado entre distintas dolencias físicas que no le han permitido retomar un nivel tan prometedor que lo hizo heredar el 10 de Lionel Messi.

La alimentación juega un papel fundamental para apoyar esta etapa de cambios físicos, pero Lamine atravesó este año un nuevo desafío en su carrera. Hijo de padre marroquí y madre ecuatoguineana, decidió que ya era momento para comenzar a observar el Ramadán.

Tanto el Barcelona como la selección española (con la que Lamine jugó una ventana de Liga de Naciones en este periodo) ajustaron la dieta de su joven estrella para evitar que su rendimiento se viera afectado por el ayuno durante el mes sagrado de los musulmanes.

En la mente del campeón

El foco mediático, la demanda de rendimiento, la presión por conseguir objetivos y la importancia decisiva de su aporte en los resultados del equipo pueden ser una carga demasiado pesada para un joven de 17 años.

Diego Dinas Garay, especialista en psicología deportiva, apunta que a la edad de Lamine Yamal, “la estructura psicológica no necesariamente va a la par del desarrollo físico”, pero estima que “estamos hablando de un chico que sí logra tener un equilibrio”.

“A esas edades un deportista empieza a sentar sus bases de identidad. Las presiones, expectativas, comparaciones, influyen de forma determinante como contexto. Si no se logra ese equilibrio, cualquier persona, incluso adulta, se enfrenta a consecuencias de salud mental, procesos de ansiedad, depresión”, explica Dinas Garay.

El proceso acelerado que ha vivido Lamine Yamal podría no ser el más indicado para un joven de su edad. “Un jugador con un rol menos central, como por ejemplo (el central de 18 años) Pau Cubarsí, puede tener un desarrollo más gradual e idóneo. Esa es una muestra del proceso ideal”.

Pero el 19 azulgrana podría estar en el entorno perfecto para integrar de forma armónica todos esos factores. Dinas Garay apunta que la academia juvenil del Barcelona, La Masía, donde se formó el jugador, es “ejemplo mundial en lo que respecta a estructura desde las canteras, con programas de apoyo psicológico, orientación a padres y entrenadores, y en general cultura de desarrollo para el deportista”.

¿Una carrera larga?

Lamine Yamal llegó a 100 partidos jugados con el Barcelona cuando tenía 17 años y 292 días. Fue precisamente el día que el fútbol mundial se rindió a sus pies, tras la soberbia actuación en la ida de las semifinales de la Champions, el 3-3 ante el Inter, donde anotó un extraordinario gol de larga distancia luego de superar a tres defensas con el balón pegado al pie.

Le tomó dos años y un día, mientras que el astro adolescente más importante de la historia del Barcelona, Lionel Messi, tenía 20 años y ocho meses, y había jugado tres años y cuatro meses cuando llegó al centenar de partidos vestido de azulgrana.

Mientras que la inserción de Messi fue administrada con más mesura y cálculo, ganándose poco a poco el puesto, Lamine se hizo imprescindible para un equipo marcado por las restricciones para fichar, que tuvo que confiarse a su riquísima cantera para sacar adelante la temporada.

Solo esta campaña, ha jugado 2684 minutos en la Liga y 4373 en todas las competiciones. Solo su socio en las incursiones por la banda derecha, Jules Koundé, supera los números globales, con 4423 minutos, y su otro cómplice en la creación, Pedri, está por encima en las dos cifras, con 2769 minutos en Liga y 4520 en todos los escenarios.

“Lamine está teniendo más minutos de los que le corresponderían por su edad debido a las lesiones. Tengo un hijo de su edad, sé de lo que hablo”, había reconocido la temporada pasada el director deportivo del Barcelona, Deco, consultado por el diario ‘La Vanguardia’.

La preocupación de que la curva de agotamiento natural le llegue demasiado joven no es exagerada. Messi tenía 22 años cuando tuvo su primera temporada de 50 partidos. Lamine ya lleva dos campañas con esa cifra, con periodos demenciales como esa franja entre marzo y abril, cuando el Barcelona tuvo que jugar siete encuentros en 21 días.

Como si fuera la vida útil de un motor, cuyo rendimiento empieza a mermar después de cierto kilometraje, la cifra de 500 juegos marca un consenso más o menos general para el declive de la carrera de un futbolista. A Lamine le llegaría, si sigue al ritmo actual, antes de los 25 años.

Pero el tiempo no solo es enemigo: también puede ser un aliado. Atributos como la fuerza, la resistencia y la madurez para tomar decisiones en el terreno todavía no han alcanzado su máxima expresión en la carrera de Lamine Yamal, precisamente por su condición de adolescente en pleno desarrollo. Así que es probable que todavía no hayamos visto lo mejor del mejor jugador de nuestros días.

France24

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