Friedrich Merz asume el Gobierno alemán en medio de turbulencias internacionales e incertidumbre a nivel local. Nuestro corresponsal en Berlín, Thomas Sparrow, explica qué le espera al nuevo canciller y su gabinete.
En medio de un evidente optimismo, el próximo canciller alemán, Friedrich Merz, anunció en abril que su bloque conservador había llegado a un acuerdo con los socialdemócratas para formar el nuevo Gobierno nacional.
“Alemania vuelve a la senda correcta”, dijo pomposamente Merz, agregando que la nueva coalición hará que Alemania “avance de nuevo” tras años de choques políticos y dificultades económicas.
Para acompañar ese optimismo, el nuevo gobierno presentó un acuerdo de coalición de 146 páginas que deberá ser aprobado hasta final de mes por las bases partidistas.
Es probable que tanto el bloque conservador como los socialdemócratas le den el visto bueno.
Ese acuerdo de 146 páginas es la hoja de ruta en temas políticos, económicos y sociales que busca “garantizar la estabilidad, crear una nueva confianza y renovar integralmente” a Alemania.
Pero no pasó desapercibido en el país que la efusividad de Merz llegó justo en un momento en que, a nivel internacional, parece haber de todo menos optimismo. Y no solo por la frenética política exterior de Donald Trump en Estados Unidos, sino también por los profundos conflictos en Ucrania, Medio Oriente o Sudán.
Y ni hablar de la situación a nivel nacional: se espera que, tras dos años de recesión, el crecimiento económico este año sea del 0.1%. Es una cifra preocupante para un país cuya influencia internacional depende considerablemente de su desempeño económico.
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Ante esa realidad, no sorprende que el optimismo de Merz haya sido relativizado por miembros de su Gobierno entrante, asegurando que los objetivos son apenas intenciones que están sujetas a que haya dinero para financiarlas.
La política exterior como elemento clave
Y, sin duda, un objetivo clave –y quizás el desafío más urgente para Merz— es la política exterior.
Este enfoque se evidencia en que los conservadores de Merz no solo asumirán la Cancillería (la jefatura de Gobierno), sino también el Ministerio de Relaciones Exteriores. Esto es inusual en Alemania, donde normalmente el socio minoritario de la coalición asume la cartera internacional.
Aaron Allen, un investigador en Berlín del Centro para el Análisis Político Europeo (CEPA, por sus siglas en inglés), asegura en diálogo con France 24 que “este momento podría representar una oportunidad crucial para que Alemania se reafirme y encarne por fin la tan esperada visión de un liderazgo alemán en la escena mundial”.
Se espera que ese enfoque esté marcado por temas como las crecientes inversiones en defensa, las discusiones sobre migración irregular a nivel europeo, el apoyo político y militar a Ucrania o la búsqueda de nuevos acuerdos comerciales para reducir las dependencias hacia Estados Unidos o China.
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Por ejemplo, el acuerdo de coalición menciona explícitamente, en el caso de América Latina, que el Gobierno apoyará esfuerzos para intensificar las relaciones comerciales con México, Chile y los países del Mercosur.
En cuanto a la relación con Washington, Allen asegura que “en esta nueva realidad geopolítica, Alemania debe estar preparada para defender con firmeza sus intereses y valores, al tiempo que busca puntos en común con Washington en los que coincida con sus prioridades.”
El analista explica que el Gobierno alemán se preparó activamente para el regreso de Trump a la Casa Blanca y que miembros de la CDU, el partido de Merz, se han esforzado para estrechar lazos con el Partido Republicano.
Estos lazos pueden terminar siendo relevantes no sólo para fortalecer la relación bilateral con Trump, sino sobre todo para minimizar los riesgos sobre la economía a nivel nacional.
“Es probable que el comercio se convierta en el ámbito más difícil de la relación transatlántica, dado el historial de imprevisibilidad y las tendencias proteccionistas de la administración Trump,” dice Allen.
“Para navegar por este terreno, el gobierno alemán –junto con sectores industriales clave– necesitará estrategias a corto y largo plazo para resistir una posible guerra comercial.”
Preocupación a nivel nacional
En este punto se juntan, en especial, los problemas a nivel de política exterior con las preocupaciones de los alemanes.
La mayoría, según una encuesta nacional de este mes, espera que haya una crisis económica mundial por cuenta de la política comercial de Trump, y asegura que los aranceles afectarán “fuertemente” la economía alemana.
Al mismo tiempo, sin embargo, no parece haber claridad entre los alemanes sobre si se deben imponer altos aranceles retaliativos a Estados Unidos o si el enfoque debería ser una negociación política con Trump.
La misma encuesta nacional reveló que casi dos tercios prefiere este último punto, pero un sondeo anterior demostró un apoyo de la ciudadanía hacia los aranceles como respuesta.
Y en este punto será clave ver qué tanta agilidad política tiene Merz, un político que nunca ha formado parte de un gobierno, pero que pasará a representar a la principal potencia económica de Europa en las negociaciones con Washington.
El problema para Merz es que los alemanes no están seguros de que él pueda asumir exitosamente ese rol, a juzgar por sus niveles de aprobación política.
En particular, Merz ha sido criticado -incluso por votantes de su partido- por ir en contra de su promesa de campaña y apoyar una histórica reforma constitucional que rompe con las políticas de austeridad alemanas.
Esta ruptura le permitirá a su gobierno endeudarse masivamente para invertir en defensa y en infraestructura, algo que Merz defiende como un paso necesario para asumir más responsabilidad ante la nueva realidad política impulsada por Trump.
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Curiosamente, a pesar de esas críticas, muchos alemanes ven con buenos ojos que se invierta más en defensa y en infraestructura.
Estas inversiones, según como se realicen, podrían ayudar no solo a mejorar la imagen de Merz sino también impulsar económicamente a Alemania en momentos de incertidumbre.
Merz, después de todo, empieza su nuevo Gobierno no solo con los bolsillos potencialmente llenos sino también con la agenda igualmente copada.
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