La Dirección General de Seguridad de Tránsito y Transporte Terrestre (DIGESETT) ha emprendido una campaña de sanción y persecución sobre los parqueos irregulares de vehículos en diversos puntos del Distrito Nacional y el gran Santo Domingo. Parquéate bien es el nombre de la campaña.
La intención es buena, y debe recibir todo el apoyo de la ciudadanía, en procura de que las personas tengan respeto por el espacio público y no sigamos teniendo las calles como un espacio de aparcamientos que sea, como se decía antes en una campaña de comunicación sobre el tema, “como chivos sin ley”.
Sin embargo, hay un problema. Muchos centros de trabajo, escuelas, universidades, iglesias y lugares de uso frecuente, a los que se acude a través de un vehículo propio, carecen de lugares para el parqueo. La decisión de los propietarios de vehículos, también correcta, es aparcar sus unidades en las calles, en aquellos lugares en donde no existe una línea amarilla que indique que no está permitido el aparcamiento.
Los agentes de DIGESETT, acompañados de grúas, están recogiendo y llevándose los vehículos aparcados en las calles, los trasladan a un lugar de depósito donde los propietarios deben acudir y pagar una multa superior a mil pesos y 200 pesos adicionales por el transporte de grúa. El dolor de cabeza que esto crea es mayúsculo. Claro, en algunas calles estrechas es correcto que se prohíba estrictamente el estacionamiento, pero hay otras calles, con mayor amplitud en las que deberían ser más flexibles, y reconocer que el exceso de vehículos y la falta de estacionamientos es el resultado de una falta de planificación del Estado y una política permisiva sobre las construcciones y espacios de parqueos necesarios.
Es el Estado el que ha permitido la construcción de edificaciones que prácticamente no tienen espacios para parqueos, y al prohibir ahora que se utilicen las vías públicas, sin que se obstaculice el espacio peatonal, crea un terrible malestar entre los propietarios de automóviles que acuden a sus trabajos o centros de estudios, o iglesias, en sus vehículos.
Hay zonas en las que feligreses acuden a celebraciones y liturgias y ocupan grandes avenidas, como la Sarasota, y hasta obstaculizan las entradas a negocios como supermercados, y no hay agentes de DIGESETT que se presenten allí a poner correcciones. Las calles marginales son espacios más discretos, y podrían ser lugares en los que se permita el parqueo, si no se obstaculiza que otros vehículos transiten, sin interrumpir la entrada a residencias, edificios y establecimientos, y sin obstaculizar el espacio público peatonal.
Los propietarios de vehículos que están siendo afectados principalmente son residentes en lugares retirados, que no pueden utilizar el transporte público, porque les resulta muy complicado o costoso, o son personas que han realizado sacrificios para adquirir unidades de transporte de segunda mano, a precios asequibles, y que ahora están en aprietos porque cada día deben pagar 1,200 pesos debido a que les han llevado sus vehículos, o deben buscar parqueos en una ciudad donde no existen tales espacios, o deben estacionarse a una distancia absolutamente alocada de los lugares frecuentados. Una cosa es un vehículo que va a dejar a un estudiante a una escuela privada, y se marcha y vuelve a la hora de salida, y otra es un empleado de una empresa, que debe cumplir un horario de 7 a 8 horas diarias de trabajo.
Las calles podrían estar más despejadas, es cierto, pero hay más vehículos que estacionamientos y ahora es un terrible dolor de cabeza dónde ubicar un vehículo para dejarlo con seguridad, sin que obstaculice a nadie, en una calle marginal o secundaria del centro de la ciudad de Santo Domingo o del Gran Santo Domingo.
Es una decisión que afecta fundamentalmente a los más necesitados, y que no corrige el gravísimo problema de la escasez de estacionamientos. Habría que pensar en soluciones más creativas e integradoras para el programa Parquéate bien.
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