Colaboración especial de Avelina Vesper. Crítica de arte (México)

"Lo que se saca de raíz vuelve a crecer", del artista David Pérez, obra ganadora de la categoría de escultura en la Bienal 2025

La palma, que ignora tales honores, terminó convertida en ganadora en una bienal. Según el artista, el concepto la transforma en arte. Su justificación es que se trata de una protesta, porque hace décadas el dictador Rafael Leónidas Trujillo impuso la palma como emblema decorativo oficial en múltiples espacios, incluso en monedas. De ahí que esta palma de macetero sea una protesta.

Aclaremos algo: todas las palmas son inocentes de tales decisiones, tanto de las de Trujillo como de las de los jueces, y no tienen ninguna responsabilidad. Pero la paradoja es que los jurados cometieron el mismo acto de autoritarismo que aquel dictador. Si Trujillo la utilizaba como excusa decorativa, para los jueces fue más lejos: la elevaron a categoría de arte.

Con esta decisión, los jurados se convierten en dictadores estéticos, imponiendo su pensamiento como una ley. Todo objeto que ingrese a su territorio museográfico se convierte, por su sola voluntad, en arte. Y no porque lo sea, sino porque ellos así lo deciden. Trujillo habría aplaudido ese despotismo revestido de modernidad.

El artista premiado se convierte en creador por el influjo de la superstición: basta pensar que algo es arte para que lo sea. Ya no se necesita dominar una disciplina, ni crear, ni imaginar. Basta seguir la ideología del poder que impone su visión sobre la realidad. La palma en su macetero, entonces, se convierte en obra.

Los jueces creen estar en la vanguardia, pero no hay nada nuevo aquí. Ni las palmas, ni los readymade, ni las dictaduras.

Llevamos más de cien años negando la realidad, más de cien años repitiendo la misma fórmula: un objeto cualquiera, convertido en obra por decreto. Una palma deja de ser palma, un zapato deja de ser zapato, un desecho deja de ser basura. El autoritarismo del arte contemporáneo ha durado ya demasiado, sostenido por instituciones doblegadas ante esa ideología.

Lo grave es que son las propias instituciones —jurados, curadores, profesores de arte— las que imponen esta degradación. Así, la palma deja de ser palma para convertirse en “escultura”. Y lo es no porque los jueces la vieran, sino porque leyeron un texto. Es decir, premiaron la redacción de un concepto, no la obra.

Y caben muchas preguntas: ¿si el texto hubiese sido distinto, la palma sería menos artística? ¿Si fuese de cartón, o invisible, como tantas “obras invisibles” que circulan, también habría ganado? ¿Cómo resolverían los jueces las dudas filosóficas de una palma invisible? ¿Demasiado verde, demasiado seca, demasiado alta? Cada quien podría imaginar la suya, y los jurados seguirían premiando textos en lugar de arte.

En este caso, la verdadera protagonista no es la palma ni el artista —irrelevante incluso su nombre—, sino la personalidad de los jueces.

Ellos son los que brillan, imponiendo su criterio, dejando de lado las demás obras y decidiendo que un objeto común podía ser escultura, arte y ganador.

En conclusión: la palma no es arte, y el artista no es artista. Porque el arte se hace, no se decreta. El arte es creación, imaginación, belleza y maestría. No necesita parecer moderno; debe aspirar a ser eterno.

Los jurados repitieron la misma decisión cómoda y desgastada que hemos visto durante décadas en museos, bienales y escuelas de arte. La diferencia es que Trujillo se quedó corto: para él la palma era un pretexto decorativo. Para ellos, en cambio, es arte. La llevaron a un nivel que ni un dictador alcanzó.

El verdadero arte no se decreta: se crea, se trabaja, se domina.

El readymade no es arte por sí mismo.

Creer lo contrario es rendirse a una ideología que ha degradado la creación.

El arte auténtico es eterno, y nuestra responsabilidad es defenderlo.

Avelina Lésper. Escritorahistoriadoracolumnista, y crítica de arte mexicana.

Autora del libro El fraude del arte contemporáneo y es una opositora de la corriente "conceptual" del arte contemporáneo, a la que llama "vip" (videoarteinstalación y performance)

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