La ciudadanía digital se configura como un tejido complejo donde la interacción humana se entrelaza con sistemas cibernético- tecnológicos cada vez más opacos, articulados en torno a dispositivos algorítmicos de inteligencia artificial (IA) cada vez menos transparentes. Ser ciudadano en este escenario va más allá de la mera conexión técnica: implica navegar por un ciberespacio atravesado por intereses, discursos y engranajes algorítmicos que moldean la realidad virtual percibida, construyendo marcos de sentido que condicionan lo que entendemos por verdad-posverdad y relevancia en el cibermundo.

El acceso masivo a la información no garantiza que los sujetos cibernéticos comprendan de manera crítica, lo que los hace vulnerables a la desinformación, la manipulación y los sesgos de los algoritmos. Esa falta de comprensión es aprovechada para difundir manipulación, bulos, posverdad y deepfakes. Estos últimos son creados mediante IA y dispositivos digitales cada vez más sofisticados, ya que consisten en contenidos audiovisuales —videos, audios o imágenes— que simulan de manera convincente la apariencia, la voz o el comportamiento de una persona real, haciendo que parezcan auténticos cuando, en realidad, no lo son.

El reto, por tanto, no radica únicamente en habitar el espacio virtual, sino en hacerlo con una lucidez capaz de resistir la homogeneización del pensamiento cibernético, que a menudo se presenta como neutral, pero es profundamente acrítico, autoritario y permeado por deepfakes. Esta lucidez implica (ciberpolítica) reconocer y cuestionar las narrativas sesgadas, los discursos de odio y las estrategias de manipulación que, desde plataformas digitales, moldean percepciones colectivas y condicionan la toma de decisiones. Solo así será posible contrarrestar un ecosistema cibernético de información que, en lugar de nutrir la reflexión, amenaza con suplantarla mediante simulacros de verdad cuidadosamente fabricados.

Por eso adquiere relevancia la noción de ciudadanía digital, entendida como una de las piezas clave para el funcionamiento ético y democrático del cibermundo, y que debe ser activamente promovida. Ya no basta con clasificar a las personas como inmigrantes digitales, generación net, nativos digitales (Merejo, 2007) o la generación APP (Gardner & Katies,2014); la verdadera distinción radica en convertirse en ciberciudadanos o ciudadanos digitales responsables en esta tercera década del siglo XXI.

Esto implica comprender que navegar por los vastos confines del ciberespacio exige un conocimiento crítico, la capacidad de discernir entre información veraz y engañosa, y la habilidad para seleccionar fuentes confiables que enriquezcan la formación personal y colectiva. Solo así será posible consolidar comunidades digitales capaces de participar, decidir y construir en un entorno virtual que influye de manera directa en la vida fuera de la pantalla.

Es en este contexto, que la República Dominicana será sede de la conferencia Magistral “Qué es la ciudadanía digital: significado y alcance” los días 2 y 3 de septiembre de 2025. Esta actividad se llevará a cabo en las instalaciones de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), el primer día en la sede central y el segundo en el recinto de Santiago.

Esta conferencia de Ciudadanía Digital constituye el punto de partida de un amplio programa de trabajo en torno al proyecto: “Desde la academia construyendo ciudadanía crítica y participativa”. Toda esta iniciativa se impulsa en el país bajo el liderazgo del Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (MESCyT), encabezado por el ministro Franklin García Fermín, a través del Viceministerio de Ciencia y Tecnología, representado por el Dr. Genaro Rodríguez Martínez, y del Viceministerio de Extensión, dirigido por la viceministra interina, maestra Carmen Molina.

Esta propuesta de trabajo y de actividades cuenta con el respaldo estratégico de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), a través de su Vicerrectoría de Extensión, dirigida por la Dra. Rosalía Sosa, así como con el acompañamiento de la Red Latinoamericana de Ciudadanía Digital como política pública de educación, impulsada por la UNESCO, de la cual formamos parte.

Al igual que otros eventos de temática tecnocientífica propios de estos tiempos —como los relacionados con la IA, la Ciencia Abierta y la Diplomacia Científica—, el MESCYT continúa manifestando un espíritu de innovación y una marcada tendencia disruptiva frente a los acontecimientos que sacuden al cibermundo como sistema digital y virtual.

Este evento avalado por el MESCyT reafirma el compromiso que tiene dicha institución con los diseños de las políticas públicas trazadas por el presidente Luis Abinader en el ámbito de la estrategia de inteligencia artificial y su esfuerzo de que el ciudadano se empodere como ciudadano digital, con formación crítica, participativa y responsable.

En el evento que se llevará a cabo a inicios de septiembre se contará con la experta Roxana Morduchowicz, quien es coordinadora y consultora senior en Ciudadanía Digital de la UNESCO, y que junto a Zelmira May, encargada nacional del Programa para Educación de la Oficina de la UNESCO en Montevideo, vienen trabajando de manera incansable dicha temática.

En un cibermundo caracterizado por la rápida revolución tecnocientífica —lo digital, la IA, la robótica, la computación cuántica, la nanotecnología, la neurotecnología, entre otros dispositivos tecnológicos disruptivos—, la ciudadanía digital se convierte en uno de los grandes desafíos de esta tercera década del siglo XXI. Las razones son que el concepto de ciudadanía no solo abarca derechos y responsabilidades en el mundo físico, sino que también se extiende al complejo y multifacético cibermundo moldeado por redes sociales, chatbots y otros entornos virtuales.

La ciudadanía digital se refiere a la capacidad de los sujetos para actuar de manera responsable y efectiva en el entorno digital. Este nuevo enfoque ciudadano implica un profundo conocimiento sobre el uso de la tecnología, las normas que rigen la conducta en el espacio virtual y una conciencia crítica sobre los impactos sociales, políticos y culturales que se derivan de nuestras acciones en el cibermundo.

De acuerdo con Morduchowicz, "El ciudadano digital es quien comprende el funcionamiento y los principios que rigen el entorno digital, analiza el lugar y papel que las tecnologías ocupan en la sociedad, evalúa su incidencia en la vida cotidiana, entiende su rol en la construcción del conocimiento y sabe utilizarlas para la participación" (2020, p. 9).

Así, la ciudadanía digital no es un estado pasivo, sino una praxis que exige vigilancia, creatividad y compromiso continuo. Esto cobra importancia dado que se hace necesario, para combatir el ciberacoso, el cual ocurre cuando una persona es objeto de hostigamiento en el entorno cibernético o digital. Generalmente se manifiesta a través de mensajes ofensivos, burlas o agresiones verbales en línea que afectan seriamente el bienestar emocional de quien lo recibe. Este tipo de violencia psicológica puede generar sentimientos de tristeza profunda, aislamiento social, pérdida de motivación, inseguridad y falta de felicidad.

Además, y siguiendo la línea de trabajo sobre esta temática de investigación Morduchowicz, contribuye a tomar conciencia sobre sobre el grooming, el cual se refiere a la conducta de un adulto que, utilizando medios digitales, establece contacto con un niño, niña o adolescente con intenciones de carácter sexual. Este proceso suele comenzar con un acercamiento aparentemente inofensivo para crear confianza, pero tiene como finalidad manipular al menor con fines de explotación sexual en el ámbito virtual.

Como se puede apreciar, no se trata simplemente de estar conectados, sino de empoderarse en el ciberespacio. Esto implica desarrollar habilidades que van más allá de lo técnico, como la capacidad de discernir información veraz, fomentar el pensamiento crítico y ejercer la responsabilidad en nuestras interacciones virtuales. Todo ello resulta fundamental en un contexto en el que cada vez más jóvenes se encuentran expuestos de manera constante a contenidos de todo tipo, incluidos aquellos que pueden ser perjudiciales o engañosos.

La responsabilidad, en este sentido, se convierte en un componente fundamental. Los jóvenes deben ser conscientes de que su discurso cuenta y que pueden utilizar las plataformas digitales no solo para expresarse, sino también para abogar por causas que consideran justas. Esto implica un compromiso con la verdad y una resistencia a la manipulación, la cual debe enfrentarse desde la educación creativa y crítica.

Desde una perspectiva filosófica, la ciberciudadanía o ciudadanía digital plantea preguntas profundas sobre la naturaleza de la comunidad en estos tiempos transidos y cibernéticos. ¿Qué significa ser parte de una sociedad cuando nuestras interacciones son mediadas por pantallas? Pantallas que miramos y que, a su vez, nos miran en redes computacionales del ciberespacio (Merejo, 1999). Una década después, Lipovetsky y Serroy, abordaron este fenómeno en La pantalla global: Cultura mediática y cine en la era hipermoderna: “Son los tiempos del mundo pantalla, de la todopantalla, contemporánea de las redes, pero también de las pantallas de vigilancia, de las pantallas informativas, de las pantallas lúdicas, de las pantallas de ambientación” (2009, p. 22).

En este sentido, la ciudadanía digital no puede reducirse a la mera conectividad, a toda pantalla o al intercambio de datos: es una práctica normativo-política que articula derechos, deberes y virtudes cívicas en un cibermundo edificado en infraestructuras algorítmicas.

La ciudadanía, entendida filosóficamente, exige cuestionar la autenticidad en un ciber mundo donde la visibilidad se mide en cifras. El peligro no es solo la superficialidad. Es la pérdida de autonomía: convertir el yo en una imagen diseñada para agradar y captar atención. La autenticidad no exige transparencia. Exige coherencia entre lo que uno quiere ser y las huellas virtuales que decide dejar en cada contexto cibernético.

El cibermundo marcado por la hiperconectividad y el uso constante de plataformas digitales, la información a la que accedemos está cada vez más mediada por algoritmos que personalizan los contenidos según nuestros intereses previos. Este fenómeno, conocido como “burbuja digital”, limita la diversidad de perspectivas y puede reforzar visiones parciales de la realidad. En el discurso de Morduchowicz:

Roxana Morduchowicz y Andrés Merejo.

“La burbuja digital es el universo formado por los resultados personalizados que reciben los usuarios cuando navegan en Internet y que responden exclusivamente a sus intereses. Las personas reciben entonces solo contenidos que les gustaría ver leer o escuchar, basados en información de su historial de búsquedas y en sus clicks previos. Los usuarios dejan de recibir contenidos no alineados con sus puntos de vista. Comienzan a vivir en burbujas y están conectados solo con quienes piensan como ellos, con similares gustos e intereses” (Morduchowicz, 2020, p.75).

Sin embargo, más que “burbuja digital”, este fenómeno podría conceptualizarse como un micro-ciberespacio o micro-cibermundo del sujeto cibernético: un territorio simbólico fragmentado, delimitado por algoritmos y filtrado por interacciones previas, en el que cada individuo habita su propia versión reducida del ciberespacio global. Allí, el sujeto no solo consume información acorde con sus intereses, sino que también configura y reafirma su identidad digital dentro de un entorno cerrado y autorreferencial.

En el cibermundo, la ciudadanía no se limita a acceder a plataformas, sino a participar en un ecosistema donde cada dato, cada interacción y cada rastro dejado en el ciberespacio forma parte de una red de poder y sentido. Ser ciudadano digital implica habitar conscientemente este entramado, entendiendo que la tecnología no es neutral: moldea lo que vemos, lo que sabemos y cómo nos relacionamos. Por eso, la libertad en el cibermundo requiere no solo habilidades técnicas, sino también una ética que conozca la interdependencia entre personas, sistemas y algoritmos.

Andrés Merejo

Filósofo

PhD en Filosofía. Especialista en Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS). Miembro de Número de la Academia de Ciencias de la República Dominicana. Premio Nacional de ensayo científico (2014). Profesor del Año de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).. En 2015, fue designado Embajador Literario en el Día del Desfile Dominicano, de la ciudad de Nueva York. Autor de varias obras: La vida Americana en el siglo XXI (1998), Cuentos en NY (2002), Conversaciones en el Lago (2005), El ciberespacio en la Internet en la República Dominicana (2007), Hackers y Filosofía de la ciberpolítica (2012). La era del cibermundo (2015). La dominicanidad transida: entre lo real y virtual (2017). Filosofía para tiempos transidos y cibernéticos (2023). Cibermundo transido: Enredo gris de pospandemia, guerra y ciberguerra (2023). Fundador del Instituto Dominicano de Investigación de la Ciberesfera (INDOIC). Director del Observatorio de las Humanidades Digitales de la UASD (2015). Miembro de la Sociedad Dominicana de Inteligencia Artificial (SODIA). Director de fomento y difusión de la Ciencia y la Tecnología, del Ministerio de Educación Superior Ciencia y Tecnología (MESCyT).

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