La obra “Otras angustias de la posmodernidad. Aceleración, descontento y luchas identitarias”, de José Mármol, (Madrid, Huerga y Fierro, 2025), se presenta como un testimonio lúcido de la fragilidad contemporánea. Escrita a partir de sus colaboraciones en la prensa entre 2018 y 2023, atraviesa los territorios de la pandemia, la crisis identitaria, el impacto del maquinismo digital, las tensiones del poshumanismo y la deriva cultural de nuestro tiempo. En ella se traza una cartografía del descontento que no se limita a describir la urgencia del presente, sino que interroga las raíces filosóficas de un mundo que parece haber renunciado tanto al humanismo como a la trascendencia poética.

El punto de partida es la pandemia de la COVID-19, acontecimiento que puso en suspenso la regularidad de nuestras sociedades y reveló la precariedad de sus fundamentos. El confinamiento, el teletrabajo, la educación virtual y la digitalización forzosa de la vida cotidiana hicieron visible la fragilidad de los dispositivos sociales que, como diría Michel Foucault, habían sostenido durante siglos las disciplinas del cuerpo y del tiempo. La pandemia no fue solo una crisis sanitaria, sino una experiencia global de biopolítica, un laboratorio en el que se experimentó la capacidad de reorganizar la vida bajo nuevas formas de control. Zygmunt Bauman, según  José Mármol, había anticipado que la modernidad líquida impondría inestabilidad y mutabilidad permanente; la pandemia confirmó esa diagnosis, acelerando un proceso de desintegración de vínculos sólidos y de sustitución de certezas por protocolos de urgencia.

Pero Mármol no se detiene en la contingencia de la crisis, sino que la inserta en el marco más amplio del maquinismo digital. Como ha descrito Byung-Chul Han, vivimos en una infocracia que transforma la abundancia de información en un nuevo mecanismo de control, donde la libertad aparente se convierte en autoexplotación y vigilancia constante. Mármol habla de una sociedad de cretinos digitales, atrapados en la neutralidad valorativa de algoritmos que reducen la experiencia a datos, selfis, likes y simulacros. La identidad,  lejos de ser núcleo sólido, se convierte en un proceso frágil y discontinuo, siempre en riesgo de evaporarse en la volatilidad de los consumos simbólicos.

Para Mármol, la posmodernidad no aparece como celebración de la pluralidad, sino como un escenario crítico donde el desarraigo se convierte en condición estructural. En este contexto, la obra de Mármol se posiciona como una voz que interroga esa fragmentación y la convierte en materia poética de denuncia.

En este terreno emergen las luchas identitarias: intentos por afirmar pertenencias, genealogías y memorias en un mundo que tiende a diluirlas. El libro de Mármol no las presenta como soluciones plenas, sino como gestos de resistencia ante la disolución. El sujeto busca recomponer una comunidad, un arraigo simbólico, aunque sea en el plano de la evocación o de la palabra poética.

Desde esta perspectiva, el desarraigo que resuena en Mármol puede leerse también como angustia digital: un estado donde las identidades no logran consolidarse, pues deben reinventarse continuamente en un espacio de circulación infinita de imágenes y discursos. La aceleración de los flujos digitales multiplica la angustia y convierte las luchas identitarias en batallas por visibilidad más que en búsquedas de pertenencia estable.

En nuestro autor la identidad ya no se experimenta como herencia ni como construcción sólida, sino como un performance en red, sometido a la lógica de la transparencia y del mercado de la atención. La voz poética se convierte entonces en un espacio de resistencia: un intento de recomponer la memoria y el arraigo en medio del vértigo líquido y digital del presente.

Es en este terreno donde surge la problemática del transhumanismo y el poshumanismo. Mármol advierte que la fascinación tecnológica, con su promesa de inmortalidad digital y perfección biogenética, encierra el peligro de la disolución de lo humano. Si la modernidad se había sostenido en la dignidad y la racionalidad moral, el poshumanismo desplaza esos fundamentos hacia una lógica de manipulación ilimitada. El cuerpo, la identidad y la vida misma son sometidos a la lógica del mercado.

En este horizonte, la técnica ya no aparece como aliada del hombre, sino como amenaza de su reemplazo. Mármol se opone a esa deriva, consciente de que el poshumano es, en realidad, la máscara última del capitalismo avanzado, su perversidad más extrema. Frente a ello, reivindica la necesidad de preservar lo humano, de recuperar la filosofía como interrogación ética y política.

La voluntad de poder nietzscheana, reinterpretada en clave crítica, aparece como fuerza vital para resistir la anestesia de la “sociedad paliativa” que, como ha señalado Byung Chul- Han, busca suprimir el dolor hasta convertirlo en barbarie disfrazada de bienestar.

Es aquí donde el libro introduce su reflexión sobre arte y poesía, dimensión inseparable de la condición humana. Mármol se pregunta si la poesía ha muerto, si la cultura puede aún sostenerse frente a la banalización y el mercado. En este punto dialoga con la tradición artística moderna y posmoderna: con el orden geométrico de Mondrian, que buscaba una espiritualidad en la pureza formal; con el surrealismo, que exploró lo inconsciente como territorio de liberación; con las búsquedas de artistas como Wifredo Lam, cuyo vitalismo sincrético supo conjugar la herencia africana, europea y caribeña para crear un lenguaje estético de resistencia. En ese cruce, Mármol sugiere que el arte no ha muerto, sino que persiste como lugar de revelación, como espacio de resistencia frente a la evaporación de lo real en datos e imágenes. La poesía, en tanto resistencia del hombre y de la memoria, se convierte en contrapeso frente al olvido acelerado de la cultura digital.

La pregunta por la muerte de la poesía es también la pregunta por la naturaleza y por la cultura como formas de resistencia frente a la homogeneización tecnológica. Allí donde todo parece reducirse a la lógica de la eficiencia y el cálculo, la poesía afirma su gratuidad, su vitalidad irreductible. En este sentido, la obra de Mármol se vincula con una larga tradición de pensadores que han visto en el arte no solo un refugio, sino una posibilidad de transformación. La fidelidad a la filosofía, unida a la persistencia de la poesía, se convierte así en un acto político y ético: recuperar el sentido frente a la neutralidad anestésica, preservar lo humano frente al algoritmo, cultivar el pensamiento crítico frente a la mediocridad de instituciones que producen sujetos dóciles.

José Mármol articula todas estas reflexiones con un hilo ético: la sociedad contemporánea, marcada por la precariedad, la mediocridad institucional y la neutralización de la experiencia, exige una respuesta que combine conciencia crítica, responsabilidad moral y creación estética. “Otras angustias de la posmodernidad” no solo describe el descontento y la volatilidad del mundo contemporáneo; también señala caminos posibles de resistencia: preservar lo humano frente al algoritmo, cultivar identidades éticas, restituir la filosofía como cuestionamiento vital, sostener el arte y la poesía como persistencia de la memoria y la experiencia.

José Mármol no se limita a describir el fenómeno: lo denuncia y lo convierte en llamada de alerta, pues sabe que de esa crítica depende la posibilidad de preservar la humanidad frente al dominio total de lo digital.

EN ESTA NOTA

Plinio Chahín

Escritor

Poeta, crítico y ensayista dominicano. Profesor universitario. Ha publicado los siguientes libros: Pensar las formas; Fantasmas de otros; Sin remedio; Narración de un cuerpo; Ragazza incógnita;Ojos de penitente; Pasión en el oficio de escribir; Cabaret místico; ¿Literatura sin lenguaje? Escritos sobre el silencio y otros textos, Premio Nacional de Ensayo 2005; Hechizos de la hybris, Premio de Poesía Casa de Teatro del año 1998; Oficios de un celebrante; Solemnidades de la muerte; Consumación de la carne; Salvo el insomnio; Canción del olvido; entre otros.

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