En cada sociedad, surgen personajes que, por sus aportes y su trascendencia, se convierten en símbolos, en patrimonios, para honra del país y orgullo nacional.  Pero en sociedades como la nuestra, la comercialización selectiva a muchos de ellos los convierte transitoriamente en ídolos, en mercancías para el lucro, y los sustituye mercadológicamente por otros en función de sus intereses, destinándolos al olvido, de manera muy particular en el campo deportivo y en el arte.

El béisbol es una inmensa pasión, por eso a sus seguidores los identifican como “fanáticos”, sin importar que los juegos sean profesionales o amateur.  Antes de que en el país el beisbol se convirtiera en negocio, la pasión de los pueblos estaba en el beisbol amateur, en encuentros de intercambios de pueblos, donde se sufría y se gozaba, sobre todo en campeonatos regionales que culminaban en un campeón nacional, donde el ganador solo obtenía reconocimientos, satisfacciones, realizaciones, convirtiéndose en héroes locales los jugadores.

Algunas casas comerciales, como la fábrica de embutidos “Cami” en Santo Domingo, al igual que instituciones militares y policiales, tenían sus equipos de beisbol.  En particular, Ramfis Trujillo, el hijo del dictador, era un apasionado seguidor de este deporte y con su poder creó el equipo de la Aviación Militar Dominicana con el objetivo de convertirlo en el mejor del país, reclutando para eso a los mejores jugadores a nivel nacional.

Uno de los mejores equipos de la región fronteriza estaba localizado en Manzanillo y un domingo fue a visitarlo el equipo de la Aviación, como se conocía a nivel popular.   Para su sorpresa, a pesar de la alta calidad de sus jugadores, un joven lanzador que había nacido en una pequeña comunidad de Montecristi conocida como Laguna Verde un 20 de octubre de 1937, con el nombre de Juan Marichal, aunque todo el mundo lo conocía como “Manico”, les ganó de manera espectacular un juego 2 a 1, algo que parecía imposible.

Juan Marichal es una gloria del país, un patrimonio de la república y un orgullo nacional

Al otro día, un oficial militar de la Aviación llegó a Manzanillo y le entregó un telegrama a Juan Antonio Marichal Sánchez donde le solicitaba presentarse de inmediato a la Base Aérea de San Isidro de la Aviación Militar Dominicana.  Desde ese instante, Marichal ingresó a sus filas militares como raso y se convirtió en un miembro de su equipo de beisbol como lanzador.

En poco tiempo, Marichal se convirtió en una sensación nacional.  Recuerdo un domingo de noviembre cuando el equipo de la aviación fue a visitar a la selección de beisbol de Baní al estadio Luis María Herrera y Marichal, abriendo el intercambio, blanqueó al equipo banilejo, el cual ganó en la tarde 1 a 0, lanzando Tito Peña, donde Lelé Rivas era el cuarto bate más temido del equipo de la aviación.

Un día deseado pero inesperado, Marichal fue firmado para jugar beisbol profesional para la franquicia de los Gigantes de San Francisco en las Grandes Ligas en Estados Unidos, recibiendo un bono de quinientos dólares, que en ese tiempo y para él esto era un sueño.  Sin hablar inglés, llegó a un campamento de entrenamiento desconocido, pero su mayor asombro, jamás imaginable, en un país que se autoproclamaba como el centro de la democracia del mundo, encontró la cruel realidad de la discriminación por el color de la piel y por ser latino en una expresión desvergonzada de prejuicio racial.  No podía comer lo mismo ni sentarse al lado de los “blancos”, aunque fueran compañeros del mismo equipo de beisbol.

Antes de que el béisbol se convirtiera en negocio, la pasión de los pueblos estaba en el béisbol amateur, y esto lo protagonizó Juan Marichal. (Fuente externa).

El 18 de julio de 1960, lo que le había prometido a su madre de que iba a ser realmente pelotero de verdad iba a cumplirse al recibir la noticia de su masajista de que lo requerían para jugar en el equipo grande.   Sin hablar inglés, tuvo la suerte de que lo esperaron para darle la bienvenida su compueblano, el legendario Felipe Rojas Alou, y Peruchin Cepeda.

Realmente no podía creer que iba a lanzar en las Grandes Ligas y que era compañero de una leyenda como Willie Mays. Su primer juego fue contra los Filis de Filadelfia y realizó la hazaña de solo permitir un sencillo en el noveno después de dos outs de Clay Dalrymple, ponchando a 12 contrarios ante el asombro de todo el mundo y la alegría de los Gigantes.

Las hazañas se fueron sucediendo en su carrera, convirtiéndose en un ídolo que impresionaba por su estilo de lanzar, levantando la pierna izquierda como nadie lo había hecho en toda la historia del beisbol, con una variedad de lanzamientos diversos, con inteligencia, haciendo de él un artista recordado siempre a Bombo Ramos, su ídolo de juventud.

Sus hazañas lo convirtieron en una leyenda.  Teniendo como rival a Warren Spahn, se enfrascaron en un duelo de titanes y los dos lanzaron 16 entradas, ganando el juego los Gigantes con un jonrón de Willie Mays.  La carrera exitosa de Marichal es única e irrepetible.    Lanzó temporadas de 26 juegos ganados, obtuvo un juego de un no-hitter, fue el jugador más valioso de la liga en una oportunidad, fue seleccionado nueve veces para lanzar en juegos de estrellas, ganó 242 partidos, con apenas 142 derrotas, y acumuló una efectividad de 2,89 en 3,507 entradas lanzadas.

Sus hazañas lo convirtieron en una leyenda que trascendió fronteras y generaciones

Está incluido entre los mejores 20 lanzadores de las Grandes Ligas en toda la historia del beisbol, fue exaltado al Salón de la Fama de Cooperstown, siendo el primer pelotero dominicano en lograrlo, fue incluido en el Hispanic Heritage Baseball Museum Hall de Fama, fue erigida una estatua suya fuera de Tatst Park en San Francisco, Estados Unidos,AT&T y como homenaje permanente fue retirado el número 27 del equipo usado por él en su carrera con los Gigantes.

En el país, jugó varias temporadas con los Leones del Escogido; el estadio Quisqueya de béisbol lleva su nombre y en la parte frontal hay una estatua suya como homenaje, exaltando su peculiar estilo de lanzar con la pierna izquierda levantada, saludando al firmamento y aterrorizando a sus rivales.  Juan Marichal es una gloria del país, un patrimonio de la república y un orgullo nacional.