¿Será el mar nuestro hábitat preferido? Mateo Morrison.
La Editorial Planeta, lanzó una colección de libros llamada: "Obras selectas de Premios Nobel", una de ellas, la correspondiente a Ernerst Hemingway (1954), quinta edición, abril 1986, llegó a mis manos una tarde de lluvia en el Parque Iberoamericano. En esa edición, sobre la obra del laureado escritor y periodistas estadounidense, nacido en Oak Park, en 1899 y que acabó con su vida en 1961, que cuenta con un prólogo del escritor, traductor, editor y crítico literario español, Carlos Pujol (1936-2012), aparecen las novelas: "Fiesta"(1926), "Adiós a las armas"(1929), "Al otro lado del rio y entre los árboles"(1950) y la novela que he escogido hoy para éste artículo, "El viejo y el mar" (1952), traducida por el periodista, traductor, narrador y novelista cubano de origen gallego, Lino Novas Calvo (1903-1983).
"Hibridas máscara", Amargord Ediciones, Madrid, 2023, libro de nuestro Premio Nacional de Literatura 2010, poeta, gestor cultural e ilustre intelectual dominicano Mateo Morrison (Santo Domingo, 1946), comparte el mismo mar que navega el personaje de Hemingway: el mar de la poesía. Esa fuerza poética que degüella los sentidos y que hace de la literatura, un vicio del que no podemos renunciar ni desintoxicarnos.
“En la oscuridad el viejo podía sentir venir la mañana y mientras remaba oía el tembloroso rumor de los peces voladores que salían del agua y el siseo que sus rígidas alas hacían surcando el aire en la oscuridad. Sentía una gran atracción por los peces voladores que eran sus principales amigos en el océano. Sentía compasión por las aves, especialmente las pequeñas, delicadas y oscuras golondrinas de mar que andaban siempre volando y buscando y casi nunca encontraban, y pensó: las aves lleva una vida más dura que nosotros salvo las de rapiña y las grandes y fuertes. ¿Por qué habrán hecho pájaros tan delicados y tan finos como esas golondrinas de mar, cuando el océano es capaz de tanta crueldad? El mar es dulce y hermoso. Pero puede ser cruel, y se encoleriza tan súbitamente, y esos pájaros que vuelan picando y cazando, con sus tristes vocecillas son demasiado delicados para la mar". (Pág.768)
Hemingway describe la fortaleza del mar. Compara la delicadeza de un ave, con la ferocidad del océano, pero de una forma lírica y musical. Morrison, lo describe de otra forma y su poesía transforma lo acuoso en movimientos sádicos, en abominable metáforas e ironías:
"No abordaré más la arena que reclamas,
los colores marinos
diseñados por tus dedos.
Este encuentro fugaz,
furiosamente hermoso,
trazó la línea
entre el amor y el deseo.
Ignoro de qué lado estamos,
qué paisaje nos cubre,
pues el mar no sabe
de respuestas precisas.
Su movimiento juguetea
con nosotros .
Anochece…
Nada que no sean estos
instantes inciertos
nos pertenece". (Pág.56).
El agua se convierte en piel. El erotismo se siente de forma táctil. Lo que se iba fácil entre los dedos, ahora es un cuerpo sólido capaz de devenir en sensaciones. Para Hemingway es una vista a lo lejos…:
"Decía siempre <la mar>. Así es como le dicen en español cuando la quieren. A veces los que la quieren hablan mal de "ella", pero lo hacen siempre como si fuera una mujer […]. Pero el viejo lo concebía siempre como perteneciente al género femenino y como algo que concebía o negaba grandes favores, y se hacía cosas perversas y terribles era porque no podía remediarlo. La luna, pensaba, le afectaba lo mismo que a una mujer". (Pág.769)
Y continúa:
"Justamente antes del anochecer, cuando pasaba junto a una gran isla de sargazo que se alzaba y bajaba y balanceaba con el leve oleaje, como si el océano estuviera haciendo el amor con alguna cosa, bajo una manta amarilla un dorado se prendió en sus sedal pequeño". (Pág.793)
…Para Morrison es el acto mismo:
"Aguzas las briosas
cabalgaduras de lo ignoto,
serpenteas en escalas de abastos.
Sé que te vas en tu marea de burbujas.
Lanzo mi anzuelo.
Quizás esa prenda extraída
seas tú,
la que en los ceremoniales ofrece solo el cuerpo
mientras el espíritu navega en piélagos
más profundos".(Pág.55)
Y desde su plataforma de versos lanza su arma hacia lo hídrico, cual pescador de placeres:
"En el pretil, diviso las breves láminas del torso,
el alocado sinfín de prendas íntimas,
de las cosas que sufren
empujadas por señales
imposibles de captar.
Se endurecen las dos latitudes de lo visto,
de la realidad sin vestimenta,
y la sinrazón
conspira contra todo placer,
que se evapora golpeado
por híbridos arpones en amoratados cuerpos
olientes a cerveza y a vinagre".(Pág.17)
Hemingway, explora el alma del hombre. Lo hace alzarse. Lo hace caerse. Es como un marionetista de la vida. Un juego injugable:
“Me estás matando, pez -pensó el viejo-. Pero tienes derecho. Hermano, jamás en mi vida he visto cosa más grande, y más hermosa, ni más tranquila ni más noble que tú. Vamos, ven a matarme. No me importa quién mate a quién.
Ahora se está confundiendo la mente -pensó-. Tienes que mantener tu cabeza despejada. Mantén tu cabeza despejada y aprende a sufrir como un hombre. O como un pez, -pensó-". (Pág.805)
Lo mismo Morrison, pero con el mar. Él es el dueño de la marea. Quien impone el oleaje. Quien extiende la palma de su mano y todo vuelve a la tranquilidad:
"Los brotes de perpetuas celosías.
El torbellino que produce escozores.
Un día que parecía auroral, amable,
muta de repente en una tormenta.
Acurrucados, terminamos escuchando
el brillo de cualquier pensamiento
que no se pliegue al artefacto abrazante del abismo.
Del temor a la soledad y a los múltiples reveses cotidianos,
a la posibilidad de ser horizontalmente humillados,
salimos, a veces, con la cabeza repleta de palabras,
que son estatuas, lágrimas, quejidos.
Respondemos desde el tronco y desde la extremidades
con hachas y con iras,
sin entender jamás los llamados al devenir.
El desencanto es la hiel que degustamos.
Este hervor no debería ser habitado por quien
naufrague ahogado en la sal que mortifica,
o en el pleamar que es enemiga".(Pág.24)
¿Podemos pensar la muerte?, el autor de "¿Por quién doblan las campanas?", se hace esa pregunta, y es que cuando "el viejo", se deshace en la desesperanza, no sabe si está vivo, pero tampoco si está muerto. Sin embargo, el dolor le habla y lo reprime:
“Pero ahora en la oscuridad y sin que apareciera ningún resplandor y sin luces y sólo el viento y sólo el firme tiro de la vela sintió que quizás estaba ya muerto. Juntó las manos y percibió la sensación de las palmas. No estaban muertas y él podía causar el dolor de la vida sin más que abrirlas y cerrarlas. Se echó hacia atrás contra la popa y sabía que no estaba muerto. Sus hombros se lo decían". (Pág.819)
No sólo el hombre vive, también viven las cosas, la tradiciones, los colores. Viven y mueren con el tiempo que mata también al ser humano. Pero todo florece con el mismo tiempo que lo marchita. Es un vivir, morir eternamente. Mateo Morrison es como el tiempo:
"Filoso y esplendente el cuchillo aleve,
volcánica la bala,
duerme ahora sobre algún desconocido.
De todos modos,
se despierta la metrópoli junto a la demencia,
que parece angelical para algunos,
y se detiene un carnaval custodiado por olas
en un torpe y amargo crepúsculo circular
con un hálito de dentadas caretas,
terminando en el redescubrimiento
de multitudes con colores intensos
que podrían florecer, un día después,
cuando los sonidos y el alcohol haya migrado
a la insípida realidad de nuestras casas
es un amanecer
bordeado de enflaquecidas sombras". (Pág.39)
Hemingway puebla la mente de su personaje con dudas laberínticas. Es como si dentro de su cabeza, y no afuera, existiera un océano de interrogantes.
"¿Ser o no ser?". Y se contesta: ¿Somos?…
“No lo entiendo que no estoy seguro de creer en el pecado. Quizás haya sido un pecado matar el pez. Supongo que sí, aunque lo hice para vivir y dar de comer a mucha gente. Pero entonces todo es pecado. No pienses en el pecado. Es demasiado tarde para eso y hay gente a la que se paga por hacerlo. Deja que ellos piensen en el pecado. Tú naciste para ser pescador, y el pez nació para ser pez". (Pág.812)
Don Mateo, coloniza, esculpe, construye desdibuja las olas del mar y rediseña cuerpos y palabras y nace frágil y delicada la poesía:
"Tus perfumes mezclados de sudores
se confunden en aromas de hueros murmullos
de las grandes ciudades que te pueblan.
Soy ahora el pintor de las llagas brotadas de tu ser.
Esculpo de nuevo tu voz,
descubriendo otra forma de belleza.
Soy el constructor del enorme edificio de sílabas.
No logro captar la fragilidad de tu desmayo". (Pág.46)
"El viejo", de Hemingway, en su soledad relativa, desafía al universo, desafía a los astros, con su arma más mortífera: la imaginación…
"-El pez es también mi amigo -dijo en voz alta-. Jamás he visto un pez así, ni he oído hablar de él. Pero tengo que matarlo. Me alegro que no tengamos que tratar de matar las estrellas.
’Imagínate que cada día tuviera uno que tratar de matar la luna -pensó-. La luna se escapa. Pero ¡imagínate que tuviera uno que tratar diariamente de matar el sol! Nacimos con suerte', pensó". (Pág.795)
Ahora quien pesca es Morrison. Lo hace como un cazador de fieras. Los astros son su presa y al mismo tiempo, lo es él, de ellos:
"Debiste de haber transferido las estrellas
que cazaste en tu última aventura.
Las dejaste morir
por falta de regadío.
Los astros no perdonan la muerte
por descuidar sus luces.
Yo las hubiera paseado por el bosque
en las orillas del lago.
Ahora no tenemos estrellas,
y las luciérnagas fueron envenenadas
en una ciudad que solo acepta
sus propios artificios".(Pág.65)
"El viejo y el mar… (Dice Carlos Pujol en su prólogo para esta edición, antes de su muerte en 1983), uno de los libros más famosos del siglo XX. La lucha del hombre y el pez, solos, mar adentro, como una parábola del individualismo que extrae de su derrota ante las fuerzas de la naturaleza, del destino, la íntima convicción de que su esfuerzo denodado y su negativa a darse por vencido a pesar de todo, constituye ya una victoria". (Pág. IV)
Pero es una lucha colectiva. Nos lleva como lectores a tomar partida en la pelea, en el pulseo constante con la vida, con la naturaleza, con nosotros mismos. En una soledad, que como mencioné anteriormente, relativa, ya que Hemingway nos los hace saber con voces ocasionales dentro del libro:
“Miró por sobre el mar y ahora se dio cuenta de cuán solo se encontraba. Pero veía los prismas en el agua profunda y oscura, el sedal estirado adelante y la extraña ondulación de la calma. Las nubes se estaban acumulando ahora para la brisa y miró adelante y vio una bandada de patos salvajes que se proyectaban contra el cielo sobre el agua, luego formaban un borrón y volvían a destacarse como un aguafuerte; y se dio cuenta de que nadie está jamás solo en el mar".(Pág.787)
"Línea, movimiento, mar y fuga empalman con otros símbolos y metáforas obsesivas que encontramos en el tejido poético de este libro, donde la máscara se pluraliza en un corpus escrito desde los pulsos de una modernidad híbrida y un horizonte abierto marcado por los signos y tiempos de la alteridad." El destacado intelectual Odalís Pérez, retrata "el mar" de Morrison en cada palabra del párrafo anterior ( Híbridas máscaras de Mateo Morrison – 2, Acento, 19/07/2023), es un camino inundado de olas poéticas, de sueños y muerte o de muertes y sueño al mismo tiempo:
"Miedo solo había.
Tantos cadáveres flotando…
Confundo la muerte con el sueño.
No entiendo
el soplo de vida de que hablamos
aquella tarde en que el mar
parecía sonreír".(Pág.68)
Entre híbridos de peces y hombres. Entre máscaras de hombre y mar. Estas dos obras, narrativa y poética, un clásico la primera y la segunda que lo será, disfrutamos de la buena lectura que tanta falta nos hace en tiempos de banalidades.
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