El Hotel Mercedes llegó a ser, en sus épocas doradas, el corazón artístico y social de la región norte de la República Dominicana, y de manera muy especial, de Santiago. Entre las décadas de 1950 y 1980, fue mucho más que un hotel: se convirtió en epicentro absoluto de la vida cultural, bohemia y social del Cibao y, por extensión, del país entero.
Puede afirmarse, sin exagerar, que durante su momento de esplendor no existía en la República Dominicana un lugar que concentrara tanta energía artística, tanta vitalidad intelectual y tanta relevancia social como el Hotel Mercedes. Aún hoy, cuando los viejos músicos y bohemios de Santiago se reúnen, es frecuente escuchar la frase que resume la nostalgia de una época luminosa: “En el Mercedes sí se vivía, carajo…”
Su reinauguración como Centro Cultural Banreservas y Museo de Arte de Santiago provoca la pregunta:
¿Hemos conocido realmente lo que significó ese establecimiento para el arte, la política, el deporte, la economía, las celebridades y el público que encontró descanso en sus habitaciones, música en vivo interpretada por las mejores orquestas de la época, gastronomía internacional de nivel gourmet y un punto clave de acogida para el turismo incipiente?
El Mercedes no brilló solo por sus huéspedes, sino por su función como centro de poder y cultura.
Toda personalidad importante —políticos, industriales, artistas, empresarios— que visitara Santiago entre 1930 y 1980, lo utilizaba como base de operaciones. Y aunque muchos registros originales se perdieron tras su cierre, queda claro que todas las figuras relevantes del país en el siglo XX pasaron por sus pasillos.
Este acervo histórico reclama ser revisado a profundidad, razón por la cual el cronista e historiador Edwin Espinal Hernández trabaja el tercer tomo de su Historia Social de Santiago.
Construido a finales de la década de 1920, el Mercedes fue el principal establecimiento de lujo del Cibao hasta mediados de los años noventa, cuando finalmente cerró. Muchas de las informaciones que hoy poseemos provienen de archivos periodísticos y testimonios conservados por historiadores como José M. Delgado, Roberto Cassá y el cronista de arte santiaguero Darío Fernández.

En tiempos sin internet ni telefonía móvil, el Mercedes funcionó como una especie de “agencia informativa natural”: allí llegaban primero las noticias de la capital, se recibía correspondencia de artistas, se planificaban agendas políticas y se coordinaban los eventos culturales de la región.
La magia del Mercedes residía en su carácter democrático. En una misma mesa podían coincidir un ministro tomándose un ron, un poeta maldito escribiendo en una servilleta y una corista de Johnny Ventura ensayando un bolero.
A eso se sumaban sus instalaciones únicas: piscina olímpica, salón de fiestas, casino “tolerado”, restaurante 24 horas y su privilegiada ubicación en la Calle Del Sol con San Luis. Para los santiagueros, era simplemente “el centro del mundo”.
Un faro para las artes
El Mercedes fue residencia, refugio creativo y laboratorio cultural. Intelectuales, músicos y artistas que visitaban Santiago solían hospedarse allí. Su ambiente bohemio, su cercanía con la calle del Sol y su prestigio lo convertían en un hogar alterno para figuras como el poeta nacional Pedro Mir, los compositores Luis Alberti y músicos de numerosas orquestas que venían desde Santo Domingo.
Era frecuente que las noches se poblaran de tertulias literarias donde poetas, políticos y periodistas discutían sobre el futuro cultural del país. Aquel hotel funcionó como un “salón literario criollo”, al estilo europeo, pero impregnado del espíritu cibaeño.
Huéspedes memorables
La lista de artistas que hicieron del Mercedes su segunda casa es vastísima. Entre ellos destacan:
- Libertad Lamarque,
- Lucho Gatica,
- Celia Cruz (se cuenta que interpretó Guantanamera sentada en la barra, en 1972),
- Johnny Pacheco, Pete “El Conde” Rodríguez, Cheo Feliciano, Ismael Rivera (protagonizó una juerga memorable en 1974),
- Willie Colón, Rubén Blades, Oscar D’León,
- La Fania All-Stars, Joe Cuba, Eddie Palmieri, Ray Barreto, Larry Harlow,
- gigantes del jazz como Dizzy Gillespie y Dexter Gordon cuando participaron en festivales locales,
- y la inolvidable Sonia Silvestre.
En su salón principal debutó como cantante adolescente Lope Balaguer, acompañado por una orquesta integrada por músicos de La Lira del Yaque, fundada por Morito y Juan.
Johnny Ventura, Wilfrido Vargas, Fernando Villalona, Sergio Vargas, Luis Días, Tatico Henríquez, Los Hermanos Bonilla, Cuco Valoy, Vinicio Franco, Rafael Encarnación y prácticamente todos los grandes del merengue y el perico ripiao desfilaron por su escenario.
Una figura aparte: Anita Pastor
Entre sus huéspedes ilustres destaca Anita Pastor, la primera artista internacional dominicana. Nacida el 30 de noviembre de 1904 en Santiago y fallecida allí en 1987, fue soprano lírica y políglota. Estudió baile, canto y actuación en Europa. Cantó en Bélgica, Alemania, Egipto (en el teatro Kit Kat, ante el rey Faruk), Roma, Francia —con De Gaulle en primera fila—, y recorrió numerosos países de América.
Es una figura histórica que el país aún debe reivindicar plenamente.
Intelectuales, diplomáticos y empresarios
Por el Mercedes pasaron nombres determinantes de la literatura dominicana: René del Risco Bermúdez, Marcio Veloz Maggiolo, Miguel Alfonseca, Norberto James Rawlings, Jeannette Miller, Tony Raful y casi todos los integrantes del grupo La Isla y la Generación del 60–70.
También se hospedaban banqueros del Cibao, empresarios azucareros, diplomáticos estadounidenses en misiones oficiales, comerciantes internacionales y todas las contrataciones extranjeras de las Águilas Cibaeñas.
En sus pasillos surgió, incluso, la propuesta para renombrar al Santiago Baseball Club como Águilas Cibaeñas.
Otros hitos
En ese mismo espacio nació la estación HI9B—hoy Radio Hispaniola— propiedad de Morito, donde tocaban los músicos de la época. En enero cumplirá 90 años de fundada. Aclaración del cronista Darío Fernández: no era La Voz del Yaque, como muchos creen.
La icónica Lira del Yaque —creada en 1910 por Rafael Castro y reorganizada por Juan Francisco García— fue bautizada por Luis María Cristler en 1918. El gran Luis Alberti formó parte de ella. Trujillo, en 1942, desmanteló esta orquesta llevándose a nueve de sus músicos para integrarlos a su Orquesta Generalísimo Trujillo, que luego se convirtió en la Orquesta Santa Cecilia.
Compadre Pedro Juan: mito y música
No existe documentación exacta del estreno de Compadre Pedro Juan de Luis Alberti en el Hotel Mercedes, pero la lógica histórica apunta a que ocurrió allí, en el salón donde tocaba su orquesta. Probablemente a finales de los años 50 o inicios de los 60.
Su sonido era un merengue de salón: pulido, elegante, con saxofones, trompetas, tambora, güira y bajo. El público lo recibió con entusiasmo inmediato. Su letra picaresca lo transformó en un éxito instantáneo. Se grabó luego para Ansonia Records y su difusión radial lo convirtió en un himno del merengue.
Este estreno marcó:
- La consolidación del merengue típico como música de salón.
- El ascenso definitivo de Alberti como figura legendaria.
- La expansión del merengue dominicano más allá del campo y hacia los grandes escenarios.
Decadencia y cierre
Con la llegada de nuevos hoteles como el Matum, Aloha Sol y más tarde los establecimientos del empresario Edmundo Aja, el Mercedes empezó a perder terreno. El mantenimiento se deterioró, la clientela cambió y el bar dejó de ser el imán cultural que había sido. Cerró definitivamente a finales de los años noventa y el edificio quedó abandonado, convertido en un símbolo de nostalgia para quienes vivieron su edad de oro.
Su declive coincidió con la modernización hotelera y la transformación urbana. Pero su memoria permanece intacta en el imaginario cultural de Santiago: un tiempo en que la cultura se gestaba en espacios cotidianos y donde la política, la bohemia y el arte convivían sin pedir permiso.
Para muchos santiagueros, el Mercedes es la metáfora de una época que no volverá, pero que ahora renace —restaurada, dignificada— en la forma del Centro Cultural Banreservas y el Museo de Arte de Santiago. Es un regreso simbólico. Un ajuste de cuentas con la historia.
La recuperación de un corazón que, aunque dejó de latir como hotel, nunca dejó de ser un símbolo.
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