Hay un viejo adagio que dice que “después de la tormenta viene la calma”. Y esto es lo que ha sucedido, a propósito de la magnífica exposición pictórica del reconocido artista (también filósofo y profesor universitario) Dustin Muñoz. El 13 de noviembre de este año expuso sus recientes obras en la Sala de Exposiciones César Iván Feris Iglesias, en La Casona de APEC, y estará hasta el 15 de diciembre. La misma lleva por título Elegía del ser.

Lo del adagio es porque, después de tanta cháchara exhibida en la 31.a Bienal, nos ha llegado una verdadera exquisitez pictórica y auténtica. Está lejos de ese supuesto “arte conceptual” que se ha convertido en una farsa, en la estrategia por excelencia de los creadores de burbujas en la grosera economía del arte. Pero, estimado lector, no voy a realizar la clásica reseña que con frases rimbombantes hasta el hartazgo intenta explicar, pictograma a pictograma, el “posible significado” de la obra. Mi intención es leer las imágenes desde una hermenéutica del arte. Es decir, una lectura semiótica y hermenéutica del universo figurativo de Dustin Muñoz.

En el conjunto de su exposición, de la cual tuve la oportunidad de escribir unas breves líneas para su catálogo, las imágenes que produce el artista rompen a hablar. Esto es, cobran vida propia: nos hablan de la condición humana en la actualidad. Todas las telas exhibidas forman un conjunto coherente desde el punto de vista estilístico, simbólico y compositivo. Con este pie de amigo, Muñoz desarrolla un discurso pictórico que denuncia la realidad social: una sociedad convertida en espectáculo y presa del uso indebido de la IA, las redes sociales y otros medios que nos acompañan en nuestra vida cotidiana. Pero, amigo lector, vayamos por partes.

Iniciemos con una hermenéutica del título que encabeza esta magistral exposición: Elegía del ser. Para los entendidos, una elegía es un tipo de composición poética que lamenta una muerte o una desgracia. Sin embargo, estas piezas pueden, también, tener un carácter musical y melancólico.  Mi lectura personal es que en las obras del autor se despliegan las dos situaciones. Pero ojo con esto: aunque la palabra deriva del griego élegos, que significa "lamento fúnebre", y originariamente estas piezas poéticas fueron creadas para lamentar la muerte, su uso se ha extendido a cualquier tipo de pérdida, como un sentimiento, la vida o el tiempo. Y es aquí, estimado lector, donde comienza todo, incluyendo mi interpretación.

La pérdida que se lamenta en este juego de piezas maravillosas es el alma, el ser humano en su integración con su mundo, en conexión con el otro; o sea, esa capacidad de ser auténticos y referentes de nosotros mismos. Lo que canta el maestro de las artes visuales dominicanas, Dustin Muñoz, es, como dije líneas atrás, la propia condición humana y no solo la nuestra, dado que las artes son en sí mismas un lenguaje universal que habla desde la propia situación del artista. En efecto, Muñoz, desde determinadas tradiciones pictóricas, ha sabido acoger, traducir y representar muchos de los problemas que vivimos en este tiempo tan convulso al que llamamos globalización, posmodernidad e incluso hipermodernidad.

Pero si nos vamos a los temas más presentes, esos que intentan representar cada cuadro tan bellamente elaborados por las manos y los ojos del artista, diríamos que hay dos fundamentales: la vulnerabilidad humana y esa extraña relación que hemos construido con la tecnología de punta. El lamento de Dustin Muñoz no se queda estancado en una mera nostalgia por lo que fue ese pasado que todos consideramos perdido. No. Ese lamento es una crítica consciente a nuestra existencia, al poder impuesto para que creamos que todo está bien, que la vida sigue su curso normal, que no pasa nada porque nos estamos divirtiendo. Y es aquí, estimado lector, que nuestra hermenéutica empieza a desplegarse.

En las obras de Muñoz se delata la ausencia del ser que ya el gran filósofo Martin Heidegger cuestiona desde su obra Ser y tiempo. Consciente de esta ausencia, el artista desde su técnica bien elaborada nos llama a la reflexión de lo que hemos hecho y estamos haciendo con nosotros mismos. Es decir, que estamos perdiendo lo humano, el sentido, la capacidad de resistir y de no enmudecer. O sea, sus cuadros cuestionan la inmovilidad, la falta de criterio, el silencio incómodo y la complicidad que nos convierte en víctimas de un sistema podrido e infectado por la clase gobernante y la dominación del otro.

Por eso llamo el estilo pictórico del artista Dustin Muñoz una especie de “realismo disruptivo”, pero como todo filósofo y en particular hermeneuta, debo justificar con argumentos por qué he dado este nombre a la propuesta de este gran artista, sin ni siquiera discutirlo con él. Vemos las razones.

A mi modo de ver, la pintura de Dustin se sitúa entre un realismo de las imágenes y un surrealismo sin agotarlo plenamente. El artista juega con ambos lenguajes para crear el suyo propio, es decir, su propio estilo de pelea; para generar sus propias estrategias de construcción. Y es que cada plano pictórico, cada imagen colocada permite no simplemente soñar o imaginar cómo es el inconsciente, sino que nos sumerge en la cruda realidad humana para que sepamos cómo es, cómo se da nuestra experiencia. O sea, Muñoz rompe, hace disrupción con las imágenes para enseñarnos que “eso” (It) que vemos a diario no es como nos lo disfrazan o presentan; que la actualidad es mucho más compleja y peligrosa de lo que podemos creer o imaginar. Y aquí, estimado lector, una tercera cuestión a comprender: el problema del riesgo, la vulnerabilidad, las heridas infligidas a diario en este corre corre de la vida.

Cada cuadro de esta exposición pronuncia, a partir de objetos conocidos y con el uso de la figura humana, una realidad que para acceder a sus significados debe recurrir a la fantasía en el sentido benévolo de la palabra. Muñoz no mutila la experiencia estética; la deja andar a través de la enunciación sin pausas para reflejarla. De inmediato, el espectador logra intuir la idea del autor y despierta rápidamente ese sentimiento que dice: “Así son las cosas”, pero vista por el ojo del artista.

Pero vayamos a la pregunta fundamental: ¿Por qué llamo “realismo disruptivo” a la pictórica de Dustin Muñoz? Sus cuadros no son ejercicios aislados: responden a una poética visual estable, reconocible, donde la figuración no se limita a reproducir lo real, sino que lo intensifica, lo quiebra, lo deforma o lo expone en una situación de tensión simbólica. Este es el punto de partida para justificar con rigor la noción de “realismo disruptivo”.

En el corpus se observa:

  1. Centralidad de la figura humana, aislada o en duplas, en situaciones de vulnerabilidad expresiva, suspenso o contemplación.
  2. Uso del claroscuro como dispositivo semiótico, no solo para modelar volúmenes, sino para dramatizar la aparición del sujeto.
  3. Gestos detenidos, rostros que miran hacia fuera del cuadro, manos en actitud de espera, cuerpos que emergen desde fondos neutros o texturados: todos signos de un estado liminar entre presencia y ruptura.
  4. Objetos simbólicos recurrentes: máscaras, telas, rostros fragmentados, frutas, espacios íntimos, cajas, superficies rayadas, grietas, ventanas.
    Cada uno funciona como signo de mediación, como índice de una tensión entre lo que la imagen muestra y lo que oculta.
  5. Un hiperrealismo que nunca es complaciente, sino que opera como exceso de presencia: la piel está demasiado viva, la luz demasiado dirigida, la atmósfera demasiado lúcida.

Ese exceso, precisamente, genera la disrupción. En conjunto, las pinturas configuran un realismo tensado, que hace que la imagen “rompa a hablar”, es decir: que la representación se vuelva discurso. La exposición de Dustin Muñoz es una apuesta por el contenido. En lugar de disolver la experiencia estética, la devuelve al público para que cobremos conciencia de nuestra actual condición humana en este mundo dislocado y falto de criterios potables. Esta exposición ayuda a confiar en el arte dominicano como saber creador y recreador del sentido a partir de la imagen y el poder del símbolo.

Cuando las imágenes rompen a hablar: el realismo disruptivo de Dustin Muñoz (1 de 2)
Cuando las imágenes rompen a hablar: el realismo disruptivo de Dustin Muñoz (1 de 2)
Cuando las imágenes rompen a hablar: el realismo disruptivo de Dustin Muñoz (1 de 2)

Edickson Minaya

Filósofo y profesor universitario

Doctor en Filosofía por la Universidad del País Vasco. Profesor de filosofía de la UASD. Miembro de Número de la Academia de Ciencias de la República Dominicana, por su Comisión de Filosofía y Epistemología. Es actual director de la Escuela de Filosofía de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Miembro-Fundador de la Asociación Dominicana de Filosofía (2009). Ha sido becario de la Fundación Carolina para realizar un Máster en Estudios Avanzados en Filosofía por la Universidad de Salamanca y Valladolid. Autor de Ser-en-(la)-relación. Ensayos para una hermenéutica relacionista (2018); Filosofía y sentido. Apuntes para una concepción hermenéutica de la filosofía (2004), así como de diversos artículos publicados en revistas especializadas nacionales e internacionales. (eminaya45@uasd.edu.do).

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