Cada lector busca algo en el poema. Y no es insólito que lo encuentre: Ya lo llevaba dentro.— Octavio Paz
Leonor Elmúdesi, en su poemario de haikus titulado El cielo mira…, nos lleva por el viaje de la contemplación, donde el sol, la luna, los árboles, el agua, el viento, el mar y la arena son actores, a veces silentes, y otras, elocuentes.
Un total de 43 haikus presentados en páginas no numeradas, cada uno de ellos hermosamente ilustrados por Paula Bonnelly, con coloridos trazos de acuarela (como haciendo honor a nuestra esencia), representan una verdadera obra de arte en conjunto, y un refrigerio que despierta nuestros sentidos.
La autora, quien a su vez es doctora en educación, psicóloga, gestora educativa cultural y de lectura, nos conecta en la intimidad de su poesía, en contraste de cielo y tierra, en el agradable aroma de sus versos, los cuales son sentidos, musicales, y nos invitan a mirar el mundo a través de sus ojos y vernos también, como en un espejo.
Sus poemas parten de la cotidianidad y del asombro por las cosas que pudiéramos dar por sentado…
El pleno día,
tímida asoma el rostro:
nace la luna.
La poesía es origen, pero ¿dónde está?
Jardín de arcos.
Un naranjo en el centro.
¿Y dónde yo?
Sus haikus parten de la naturaleza, pero a la vez se muestran humanizados. En ellos podemos ser agua, mientras la tierra habla, el musgo sueña y sentimos…
Paciencia verde:
saltamontes y grillos
entre las hierbas.
Sus poemas, en vez de separarse, han de leerse y apreciarse como un todo. Tienen ritmo y musicalidad entre ellos, llevando un hilo conductor invisible que envuelve al lector con sus propias vivencias. Pudiéramos imaginar al ruiseñor, por ejemplo, en estos versos:
En la baranda
A cantarle a las nubes
Se posa un ave.
O quizás, peregrinos en este mundo, andemos en “la mudanza eterna del caracol”.
La autora muestra en sus textos un manejo extraordinario y sensitivo de la imagen poética que no podemos pasar por alto. Me gusta pensar, como sugiere en uno de sus haikus, que el mar tiene piel y que “la gaviota en celo roza sus alas”. Estas imágenes tienen la particularidad que se perciben con todos los sentidos:
Romper las olas
Estallido de azules
Lluvia de sal.
Así también, este otro haiku:
Rizo de espumas.
Serenata de tarde.
Besar la arena.
La misma sal, en un rumor, “corona la bahía”; y la arena, también sueña en el vaivén de las olas con sus “besos de plata”. Entretanto, la mano del hombre interviene en el arado, “siembra del tiempo”, dejando cometas en el cielo.
En los versos de Leonor hay un llamado a caminar, a sembrar, andar nuestros propios pasos y, como el propio sendero de la poesía, se encuentran en un constante movimiento:
Palabras de agua
que atraviesan las nubes:
camino errante.
En sus haikus el silencio, en obertura*, es fértil, y la mirada se entrega, mientras montaña y mar laten en concierto.
Es Leonor poeta, peregrina, tejedora de versos, observadora de la vida, mientras la recorre, extendiendo en cada grupo de diecisiete sílabas, una invitación a caminar juntos.
Son sus poemas vida, aire, flores, cielo, todos sus aromas y colores, todos los azules del mar y los grises de la luna, mientras el búho observa. Todos, habitantes de la noche y del día, protagonistas y testigos al mismo tiempo.
Palabras de agua bendita, palabras de silencio, besos del cielo, besos de mar y besos de arena…
Nubes preñadas
de alegría que dan
luz a los campos.
Los haikus de Leonor son luz, bruma, luna, caminante y camino; un cristal que refleja mil matices, sonidos y sensaciones, donde no hay vacíos, ni siquiera en el silencio, solamente, rayos cálidos que nos abrazan, mientras “el cielo nos mira”, y donde éste, y la tierra, y el sol y la luna al fin se juntan.
El cielo mira… Elmúdesi, Leonor. Santo Domingo. 1ra Edición. 2024
Ilustraciones de Paula Bonnelly.
*Obertura: Es una forma musical instrumental que se utiliza como entrada de una obra de grandes dimensiones, como lo es una ópera u otra obra dramática, ballet, entre otros.
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