¿Cuáles serán los abismos que se producen en la escritura de un texto? ¿Será la misma definición que se ofrece cuando existen vicios en el lenguaje? Entre otras, esas fueron preguntas que planteé como hipótesis para el tema en estudio. Antes de iniciar la indagatoria, quise ir más allá de los vicios del lenguaje, los cuales también forman “abismos superficiales” (la denominación de abismos superficiales se toma por conveniencia, es una forma de diferenciarlos con los abismos insondables, que suelen ser profundos e infinitos para el caso). Toleraba la idea de que se denominaran “abismos”, pero los solecismos, barbarismos, cacofonías, pleonasmos, etc., no llenaban mi inquietud para darle un sentido más amplio al concepto. Activé mi teoría de la acción lectora, los llamados niveles: a) información, b) análisis, c) comprensión y d) crítica creativa.

Cuando nos referimos a los abismos del lenguaje, centramos la atención básicamente en la ruptura de vínculos entre palabras, en su aspecto conceptual y sensitivo, que frena o altera la activación y mecanismos de circuitos neuronales, capaces de generar un mapa de creación de inteligencias, conocimientos, percepciones, sensibilidades…, y la plasticidad cerebral, necesaria para experimentar una conexión entre el ser personal, social y el entorno con dimensiones cósmicas.

¿Qué produce un abismo superficial en el lenguaje? El mal uso de la sintaxis o coordinación de las palabras. ¿Cuánto más se aproxima una palabra a otra? Lo hace por su forma de articulación. Leamos, como ejemplos, las coincidencias entre género y el número en la oración. Cuando no coinciden, hay una falta de coordinación de las palabras. Asimismo, el loísmo, laísmo, queísmo, dequeísmo anuncian nubarrones en la construcción gramatical, como sucede en otros casos con el uso de una lengua. La incorrecta utilización de nexos lingüísticos, la repetición u omisión de palabras en un párrafo o un texto completo; la falta de cohesión y coherencia no solo causan abismos, sino nubarrones, truenos y tornados en los mundos del verso y la prosa.

Silencios del lenguaje

¿Algunos signos de puntuación pueden causar silencios en el lenguaje? ¡Claro que sí! Empecemos por los puntos suspensivos. Al ser utilizados, hay una caída; empieza a volar el pensamiento, sin tener la certeza con qué conectará cuando suba a la plataforma del texto escrito.

Otros ejemplos son las comas, los puntos (seguido, aparte y final), los dos puntos, así como también cualquier signo que provoque una pausa lógica o psicológica. Todos pueden provocar pausas o silencios. En caso de ser pronunciado, devendrá un abismo. Cuando en el texto hay un punto y seguido, es como si se tendiera un puente entre dos ciudades, entre dos cuerpos prosaicos. La relación con las demás palabras tiende a ser más próxima entre ellas. En cambio, si es un punto y aparte, la relación se distancia un poco más de los cuerpos (párrafos, versos); son ciudades independientes.

Quizá el punto final sea más crítico, autárquico e irremediable. Puede llevar al lector y al escritor a un vacío, a un espacio laberíntico, al cenit de la plenitud, al destierro o al abismo insondable. Es interesante destacar que estos silencios son partes del texto y tienen su función; hasta que utilizarlos con el desconocimiento, omisión o descuido deviene en abismos, como sucede en el lenguaje musical, donde una pieza puede perder atributos estéticos.

En caso de producirse cualquier abismo en el lenguaje, salva al escritor y al lector, la memoria, la capacidad de asir conceptos en las regiones cerebrales, como el hipocampo, la amígdala y el córtex. Luego, con el paso del tiempo, diferente a lo que se piensa, la memoria es un baúl donde “guardamos los recuerdos”, que yacen en las profundidades; estos no permanecen de igual forma en que fueron percibidos, son como caballitos de mar, en pleno acto de parto, produciendo fragmentos de huellas intelectuales y sensibles diferentes. Estos caballitos dejan de parir y, con el tiempo, desaparecen en el amplio mundo de los circuitos neuronales. Los hijos de estos caballitos, que son otros recuerdos transformados o mutados, también se siguen reproduciendo, hasta que los estímulos cerebrales, generados por la energía bioelectroquímica languidecen y desaparecen.

Los recuerdos no están en espacios abisales, están a la puerta del consciente. Con estímulos cruzan el umbral, aunque vengan rotos en mil pedazos, fracturados, reducidos, recreados y hasta falseados, como se ha expresado. ¿Quién sabe? Cualquiera que sea la naturaleza de los mismos, serán verdaderos para el evocador, capaz de defenderlos como en toda su expresión.

Silencios en una pieza musical

Los silencios suponen imperceptibilidad e insensibilidad. En la música puede que no siempre sea así. En música puede producirse un vacío sonoro. Eso no es un abismo. Ese silencio forma parte de la fluidez en ese lenguaje musical. Es la ausencia de estados de frecuencias y longitudes de ondas vibratorias que de una u otra manera se justifican en la pieza. Aunque la incorrecta utilización de los silencios musicales puede producir abismos insondables.

En un acto de meditación, de silencio hondo, que no es el insondable, se podrían escuchar sonidos. Brotan torrentes de percepciones, imágenes, sentimientos, capaces de conformar un campo conceptual único.

Aparentemente, no hay nada perceptible y sensible, como cuando se verifican los silencios en una pieza musical (que es otro tipo de lenguaje). Para este caso se inventó una metáfora: “los sonidos del silencio”. Nada está vacío del todo y en el vacío está la nada del todo. Si escuchamos los sonidos del silencio, se está ante la presencia de algún tipo de percepción sensible. Quizá se encuentre en las profundidades de la psique y solo en el silencio aflore.

Lenguaje de las palabras

En el lenguaje de las palabras, hay silencios que no son abismos, son pausas lógicas o psicológicas. Ahora bien, fácilmente pueden convertirse en insondables. Esos son abismos salvables con la utilización correcta de los signos ortográficos, principalmente los de puntuación.

Entre palabra y palabra es necesario que exista una relación de unidad, un vínculo que les permita ser parte de un engranaje creador. Debe establecer un tejido capaz de articular conceptos avanzados de la inteligencia humana. No limitarlo al nivel informativo, sino elevarlo a estados de plasticidad en cualquiera de los renglones. ¿Quién dijo que una información expresada por medio escrito no puede adquirir categorías estéticas? No importa el contenido temático de la información. Una nota luctuosa, bien escrita o hablada, alcanza niveles de belleza, lo mismo que un poema. El debate sería si esa nota luctuosa, por ser estética, produce placer. Entonces sería contradictorio. Habría que pensar sobre la naturaleza de la belleza. Reflexionar si el estado de tristeza que supone, que puede contener la nota luctuosa, es transmutable y, de una u otra manera, eso permite el rebote de la pena misma, ejercitando la neuroplasticidad cerebral. Hay personas que pueden llorar por la tristeza causada por una nota luctuosa, lo mismo que se puede llorar por una nota de felicidad, porque para el cerebro la codificación de ambos sentimientos provoca la misma reacción. ¿Esta reacción estará ligada al acto estético o simplemente la estética como filosofía de la belleza y el placer se extiende a otros límites?

 Cada palabra es única

Cada palabra es única e irrepetible, tiene su propia identidad, aunque provenga del mismo lexema. Si por cualquier razón social, temporal, contextual o humana hay algún cambio en su pronunciación o escritura, ya se convierte en otra palabra, con su respectiva variante, que puede ser de supresión o adición. No importa cuál sea el tema o la forma del envase, versado o prosaico; para producir un texto de calidad hay que tomar en cuenta la relación entre las palabras, sus campos fonéticos, sintácticos, semánticos y fonéticos. Si en una oración una palabra dispara el ritmo vibratorio sin justificación, se producen abismos en el lenguaje, como sucede cuando hay una cacofonía. Ejemplo: “Él dijo que va a bajar”. Aquí hay un abismo, aunque pueda entenderse la idea que se desea comunicar. Pero hay “dulces cacofonías poéticas”, como son las aliteraciones, que algunos entienden que no tienen fines estéticos y las califican como vicios del lenguaje. Ejemplo: “El ruido con que rueda la ronca tempestad” (José Zorrilla). Si se relacionan los dos ejemplos anteriores y se someten a pruebas sus estados vibratorios, existen diferencias apreciables en las frecuencias y longitudes de ondas, definidas desde el estudio fonético. En el primer caso, la presencia excesiva del grafema a, incluso repetido de forma seguida, muestra una dificultad rítmica. Esto no sucede en el segundo ejemplo, donde se percibe mejor fluidez sónica.

Abismos superficiales e insondables del lenguaje

Hemos definido los silencios en el lenguaje. Ahora abordaremos los abismos superficiales y los insondables. Reiteramos que partimos de un texto escrito. No obstante, tanto los silencios como los abismos del lenguaje pueden producirse en el texto escrito, en el discurso oral, en quien escribe y en quien escucha.

La gran mayoría de los tipos de silencios y abismos tienen su origen en causas físicas y desórdenes neurológicos. Con ellos se generan dificultades escriturales, ortológicas y psicológicas. Ejemplos: trastorno del habla y del lenguaje, trastorno del desarrollo del lenguaje (TDL), trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), trastorno de aprendizaje no verbal (TANV), disgrafía y disortografía, los cuales pueden ser tratables.

(CONTINUARÁ LA PRÓXIMA SEMANA)

Domingo 23 de febrero de 2025

Publicación para Acento No. 139

Virgilio López Azuán en Acento.com.do

Virgilio López Azuán

Escritor y académico

Virgilio López Azuán es escritor y académico, exrector de la Universidad Tecnológica del Sur –UTESUR- y ex director general de Educación -MINERD-. Ha cursado maestrías y especialidades en Educación, Lingüística, Estudios Afroiberomericanos y Participación Comunitaria. López Azuán es fundador del Movimiento Literario Efluvismo y ha obtenido diversos premios nacionales de literatura en los géneros, cuento, poesía y teatro. Ha publicado una veintena de libros entre los que se destacan: La pretendida de Verapaz (Novela), Sumer: Poética de los números, Paraísos de la nada, Incendios del Agua, Paraísos de la imagen, Unicornio, Ladran los Huesos, Cuando la mar bota peces, entre otros.

Ver más