En una acción sin precedentes en la historia cultural de la República Dominicana, el Honorable Ayuntamiento de la ciudad de Santiago de los Caballeros, a instancias del administrador del Parque Duarte ha autorizado a Manolo el buquinista que abandone la venta de libros en ese espacio público, sólo con el triste alegato de que “los libros no son cultura”. Manolo es un ciudadano español que desde hace unos año ha venido a este país para ofrecer sus servicios de buquinista. Los buquinistas, son aquellos ciudadanos que se dedican a vender libros de segunda mano en las plazas y parques de las grandes ciudades del mundo. Por lo menos donde yo he tenido la oportunidad de visitar así los he visto. Se desconocen los motivos que acompañan esta penosa y desacertada decisión en contra de Manolo. Sin embargo, veo que siguen ahí, en el parque  un grupo de mujeres artesanas que ofrecen sus productos  de adornos y bisuterías a todo el público que transita por la zona.

La pena de esto es que el señor Manolo todos los sábados, desde  tempranas horas de la mañana hasta muy avanzada la tarde hacía una labor encomiable: Ofrecer a un bajo costo una interesantísima y variada gama de obras literarias, filosóficas y ensayísticas de autores clásicos y modernos. Lo mejor de esta labor cultural y romántica, más que comercial, es el bajo costo de los libros. Una oportunidad de oro para quienes no pueden invertir mil quinientos pesos en un libro, que es el precio promedio en  la República Dominicana. Con esta desatinada decisión se le quita la oportunidad a cientos de lectores de Santiago y la región, que se apersonaban al Parque Duarte todos los sábados para adquirir libros.

Lo que yo no entiendo es cómo un ayuntamiento que se dice y se vanagloria de promover la cultura  en espacios  públicos, como es el de Santiago lleva a cabo una acción tan bochornosa  en contra del producto por excelencia del conocimiento como es el libro, aún,  a pesar de los adelantos tecnológicos, las redes sociales y la internet y más reciente la ola de la IA y el Chat GPT, lo sigue siendo.

Lamentablemente, este tipo de acciones en contra del instrumento por excelencia del conocimiento humano, como bien señaló Jorge Luís Borges, constituye un atropello a la cultura. Sólo un lector puede vivir la emoción y la alegría de ver a un individuo empacar en varias bolsas las obras completas de Agatha Christie, o los siete tomos de las obras de Freud, como si estas fueran lingotes de oro. Sin duda que esta es una de las variables que apuntalan el retroceso cultural de la República Dominicana. Seguimos contribuyendo sin duda, con ese añejo ideal del antiguo colonialismo europeo, de que los libros de ficción le hacían daño a la imaginación de los seres humanos. Precisamente por  causa de alimentar este tipo de diatribas tenemos un sistema educativo muy cuestionado, de los peores del Continente. Debido a la ausencia de lectura nuestros estudiantes ocupan los últimos lugares en el conocimiento de la lengua española, respecto de sus pares, en todas las mediciones recientes que se realizan a nivel internacional: por ejemplo, el lugar que ocupa nuestro país en los penosos resultados de  la famosa Prueba PISA.

¿Es de esta manera, que se contribuye con el desarrollo cultural y educativo de los ciudadanos de una nación? No es sólo promoviendo espectáculos de títeres y con presentaciones de grupos musicales y artistas del canto que se fortalece la cultura.  Lamentablemente la cultura no es un espectáculo, la cultura es formación, la cultura es educación, fortalecimiento de la conciencia y de los valores a través de la investigación libresca.  El conocimiento que todos tenemos de la lengua, de la historia, de la literatura, de las ciencias y de las matemáticas, que constituye el saber humano, sólo se adquiere a través de los libros.

Como institución del Estado Dominicano, el Ayuntamiento de Santiago está compelido a contribuir con este tipo de causa, no a destruirla. Como una política de su departamento de cultura, el Ayuntamiento, en una acción conjunta con la Regional de Educación y sus distritos debería de hacer una labor promocional del libro, y disponer de un presupuesto para ello, como bien lo contempla la Ley 176-7  de Municipios que establece una partida de un 4% de los recursos para ser dedicados a la promoción de la cultura.

Sépase bien, que la labor de Manolo no es comercial, todo lo contrario, es estrictamente cultural, porque es un ciudadano pensionado del gobierno español, lo que indica que su problema no es de dinero, sino netamente de orden espiritual, que dicho sea de paso, con esto manifiesta el deseo de promover el instrumento por excelencia del conocimiento. Pero este noble ejercicio de Manolo tiene el aderezo de que en nuestro país nadie se ha hecho rico vendiendo libros usados, lo que implica una labor digna de estimular en vez de tratar de anular como en este caso.

En otras ciudades del mundo, no menos importantes que la ciudad de Santiago, los buquinistas están apostados en plazas, en  calles peatonales y parques con el auspicio de los gobiernos locales, como son los ayuntamientos. Si de verdad esta es una institución que desea contribuir con el desarrollo de la cultura, mejor debería proporcionarle al señor Manolo todas las facilidades materiales y logísticas para que promueva sus libros, en vez de hacer lo contrario.

En las grandes ciudades, como París, hay paseos inmensos atestados de libreros para que turistas  de todo el mundo adquieran libros de segunda mano. Igual en Madrid hay calles atestadas de vendedores ambulantes de libros. En New York los encontramos en los alrededores del Central Park y en los frentes de los museos. Igual sucede en Montreal, en las calles del viejo Puerto y en la Plaza Jacques- Cartier. En Bogotá por ejemplo, los buquinistas están ubicados en el paseo de la Séptima avenida con avenida Jiménez. Existe todo un corredor peatonal  de varios kilómetros dedicado al libro de segunda mano, hasta desembocar en la amplia Plaza Bolívar; y no se diga de las calles peatonales del barrio colonial La Candelaria , en donde en cada callejón hay  apostados cientos de libreros a uno y  a otro costado de sus adoquinadas aceras. En la ciudad de Manizales en el eje cafetero de Colombia, los buquinistas anuncian sus libros por megáfonos, lo que me parece algo novedoso y muy gracioso. ¿En estas ciudades afean los vendedores de libros?, Yo creo que no, es todo lo contrario; los buquinistas ennoblecen el alma de sus habitantes, enorgullecen a sus ciudadanos y alegran el espíritu del turista.

Con estas acciones, estas ciudades que he mencionado se convierten en capitales de la cultura, porque promueven el artículo por excelencia del conocimiento, el libro.

Más que prohibir la venta de libros en un parque, el Ayuntamiento de Santiago debería, dedicarse junto a su “departamento de cultura”, a organizar ferias regionales del libro, que sirvan para la promoción de los escritores, narradores y poetas de Santiago y la Región del Cibao.

En un país de escasos lectores. Un país que no tiene el libro como referente y donde el ejercicio literario es una actividad de domingo, haber retirado a Manolo del Parque Duarte me parece una afrenta de mal gusto y una burda conspiración en contra de los libros. Sim embargo, esto no es un cuento. A través de la historia hemos visto que el libro ha sido por mucho, un producto humillado y ofendido en todas las épocas. Sin embargo, después de la Ilustración, después del Siglo de las Luces, de la Revolución Industrial y del avance  del progreso científico-técnico y, sobre todo, en pleno siglo XXI es que menos lucen estos desmanes del poder. Diríamos que a pesar de la tanta información, y este es un signo de la posmodernidad, parece algo paradójico afirmar que esta es una época apática al conocimiento y al cultivo intelectual.

¿Es que acaso, el desarrollo de un pueblo solo se mide por el valor de la economía y la infraestructura material? ¿No cuenta también el patrimonio intangible? ¿No son importantes los grandes hombres de una nación: los filósofos, historiadores, pensadores, escritores, dramaturgos, poetas y novelistas, quienes se forjaron a la luz de los libros? ¿Los griegos no sienten orgullo de Platón? ¿Los españoles no tienen un símbolo en Cervantes, así sea, los argentinos en Borges, los franceses en Victor Hugo y Balzac, así como los rusos en Tolstoi y Dostoievski, como los norteamericanos en Whitman y Poe, los alemanes en Goethe, y los colombianos en García Márquez?

Esta burda manera de retirar a Manolo del Parque Duarte me recuerda los tristes relatos que hace la escritora española Irene Vallejo en su monumental obra El infinito en un junco, donde cuenta  las crueles hazañas de emperadores, zares y dictadores de todas las épocas, antiguas y modernas en contra de los libros,  hasta llevarlos a la hoguera, cuando fue posible, y someter a sus escritores al ostracismo.

Lo que más me apena es que el amigo Manolo está condenado sin saber el motivo de su condena como le sucedió a Josef K. el famoso personaje de la novela El proceso de Franz Kafka. Condenado a salir del parque pero sin saber los motivos. Tampoco puede preguntar porque no tiene a quien.  Simplemente ha debido acatar la decisión, porque en definitiva, Manolo es un extranjero y esta situación lo ha hecho reflexionar un poco interiormente. No ha hecho ninguna denuncia sobre su caso porque simplemente lo aterra el miedo quizás, o en todo caso, lo embarga “la triste culpa de ser culpable”, pero sin saber por qué.

Eugenio Camacho

Escritor y educador

Eugenio Camacho. Estudió educación y derecho en UTESA, además realizó una maestría en Educación Superior en la UASD, es escritor, cuentista y ensayista. Profesor universitario. En varias ocasiones ha dictado conferencias en la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo. Por su labor como cuentista ha obtenido diversos premios en los concursos de cuentos de Casa de Teatro, Radio Santa María y La Alianza Cibaeña. Actualmente se desempeña como técnico de educación en el Distrito Educativo 06 -06 de la ciudad de Moca. Sus trabajos han aparecido en diversas antologías. Ha publicado: Melodías del Cuerpo Presente (CUENTOS), en el año 2007, Antología de la Literatura Contemporánea en Moca (2012) y Bestiario Mínimo (Minifcciones) 2022. silverio.cultura@gmail.com

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