En mi largo proceso de estudio doctoral en Humanidades, Cultura y Patrimonio Cultural, en esta última etapa en la que me encuentro estoy trabajando desde una perspectiva epistemológica como se estila en este recorrido formativo de cuarto nivel universitario. Conjuntamente con el desarrollo de mi tesis estoy dando un módulo titulado: Transculturación, aculturación, interculturación y neoculturación, el mismo está a cargo de un catedrático que en cada clase sorprende a todo el grupo con su sapiencia y experiencia sobre el tema, además con su estrategia pedagógica. En mi caso estoy muy encantado, ya que me siento en mis aguas, así lo he informado al Dr. Pérez.
La primera asignación de la materia, fue la elaboración de un artículo académico vinculada al estudio del Caribe en mi caso, desde la mirada de sus transformaciones y analizando los procesos de transculturación, aculturación, interculturación inculturación, neoculturación, deculturación, sincretismo, identidad cultural y memoria ancestral.
El análisis propuesto en el programada de la clase se ve muy agudo, en buen dominicano, sería un arroz con mango, pero no, me ha encantado y he disfrutado y aprendido bastante en la elaboración del mismo. Por esa razón luego de finalizado, entregado y calificado con un 10 de 10. Lo comparto con mis lectores de esta columna, que tiene como característica, compartir análisis profundos de las temáticas que abordo vinculadas a mis líneas de investigación. Como es extenso lo compartiré en dos artículos, para que, como yo, se adentren a estos temas que nos ayudan a ampliar las miradas, aprendiendo, reaprendiendo y desaprendiendo.
El título propuesto da al escrito una fuerza poética, académica y descolonial, aludiendo tanto a la identidad profunda de nuestra región como al proceso clave de sincretismo cultural que ella existe.
Hibridación cultural en el Caribe
El Caribe ha sido históricamente un espacio de encuentros, desencuentros, imposiciones, luchas y resistencias culturales. Producto de la colonización, el comercio trasatlántico de esclavizados y las migraciones forzadas o voluntarias. Nuestra región caribeña constituye un laboratorio privilegiado para el estudio de los procesos de transformación cultural. Por esa razón, conceptos como transculturación, aculturación, inculturación, sincretismo y memoria ancestral permiten analizar cómo se han formado las identidades caribeñas en contextos marcados por el mestizaje y la resistencia.
Autores como el cubano Fernando Ortiz (1940) han sido fundamentales en el desarrollo de estas nociones, especialmente la de transculturación, que describe los procesos de pérdida, adquisición y creación cultural que surgen del contacto entre grupos diversos. Esta perspectiva es fundamental para entender cómo las sociedades caribeñas han logrado sostener una memoria ancestral a pesar de los efectos de la colonización.
Volviendo a la transculturación, según Ortiz (1940), no es simplemente un proceso de cambio cultural unidireccional, sino una dinámica compleja que implica la pérdida de una cultura, la adquisición de otra y la creación de una nueva. En el Caribe, esto se manifiesta, por ejemplo, en la evolución de religiones ancestrales como la santería en Cuba, el Vudú en Haití y República Dominicana, que combinan elementos africanos, católicos e indígenas.
La aculturación, por su parte, es entendida como el proceso mediante el cual un grupo incorpora elementos de otra cultura dominante, lo que puede llevar a la pérdida parcial o total de su cultura originaria (Redfield, Linton & Herskovits, 1936). Sin embargo, en el Caribe, este proceso ha sido reconfigurado por la resistencia y la agencia de los pueblos oprimidos, lo que ha dado paso a formas más creativas de hibridación cultural. En el caso de la República Dominicana, somos un gran ejemplo de una sociedad aculturizada.
La inculturación ha sido un concepto particularmente utilizado en estudios religiosos, refiriéndose a cómo el mensaje cristiano se adapta a culturas específicas sin anular sus particularidades. En el Caribe, esta idea ayuda a explicar cómo las poblaciones afrodescendientes integraron sus prácticas espirituales con el catolicismo impuesto, sin renunciar del todo a sus creencias ancestrales (Berryman, 1987).
El sincretismo es una de las manifestaciones más visibles de estos procesos, especialmente en el ámbito religioso. Ejemplos claros son el culto a Santa Bárbara, identificada con Changó en la Santería cubana, Ezili Dantor, asociada con la Virgen de los Dolores en el Vudú haitiano (Hurbon, 1993) o Belié Belcán, asociado a San Miguel Arcángel en el Vudú dominicano.
Otros ejemplos como la fiesta de Santiago Apóstol en Puerto Rico, que mezcla elementos católicos con tradiciones indígenas y africanas, constituyendo una expresión de la memoria cultural mestiza y el Carnaval dominicano, que es una celebración que refleja la identidad y el mestizaje cultural, donde se mezclan tradiciones europeas, africanas y taínas a través del baile, el disfraz y la música.
Mientras que, la memoria ancestral constituye un elemento vital de la resistencia cultural. Pierre Nora (1989) plantea que la memoria colectiva es construida y sostenida por comunidades que buscan preservar su historia frente al olvido institucional. En el Caribe, esta memoria vive en la oralidad, la música, los rituales y las prácticas alimentarias que mantienen vivos los lazos con África y con los pueblos originarios.
Practicas vivas caribeñas culturales y religiosas
En República Dominicana, como en Cuba con la Regla de Palo Monte y el Vudú dominicano ilustran cómo las prácticas religiosas africanas se mezclaron con el catolicismo impuesto, generando nuevos sistemas de creencias que desafían las categorías eurocéntricas de religión. El sincretismo no es aquí una mera combinación mecánica, sino un proceso profundo de resignificación.
Lenguaje y transculturación
Las lenguas criollas habladas en Haití, Jamaica y otras islas son productos de la transculturación. Estos criollos combinan estructuras africanas con vocabulario europeo (inglés, francés, español), sirviendo no solo como herramientas de comunicación, sino también como símbolos de identidad cultural.
Gastronomía y memoria ancestral
Platos como el mofongo que forma parte de la culinaria de la isla, el calalú de Trinidad y Tobago, y otras islas de la región que luego llegó a Republica Dominicana por el este o el mangú dominicano son ejemplos de cómo la memoria ancestral se preserva desde la cocina. Estos alimentos son resultado de la fusión entre ingredientes africanos, indígenas y europeos, y representan saberes y sabores transmitidos de generación en generación.
Teoría de la memoria colectiva
Maurice Halbwachs (2004) conceptualiza la memoria colectiva como el conjunto de recuerdos compartidos por un grupo, que construyen y mantienen su identidad cultural a través del tiempo. Esta memoria no es estática, sino que se negocia y se reinterpreta según las necesidades sociales y políticas del presente.
La Revolución Haitiana, memoria, resistencia y su vínculo con el vudú
La Revolución Haitiana (1791-1804) es un evento fundamental en la memoria afrocaribeña, considerado un símbolo de emancipación y resistencia frente al colonialismo y la esclavitud. Su legado influye en la construcción de identidades y en las narrativas históricas tanto en Haití como en toda la región. Este proceso constituyó el primer levantamiento exitoso de esclavizados africanos en el mundo moderno, que culminó con la independencia de Haití en 1804. Más allá de su dimensión política, este proceso implicó una profunda afirmación cultural y espiritual liderada, en gran medida, por el vudú haitiano.
Esta espiritualidad de raíces africanas operó como un lenguaje simbólico de resistencia, capaz de articular la identidad colectiva y canalizar la energía liberadora de los pueblos oprimidos. Según Matory (2005), el vudú “funcionó no solo como una religión, sino como una forma de organización social y de resistencia a la esclavitud” (p. 142).
La ceremonia de Bwa Kayiman, considerada por muchos como el acto fundacional de la rebelión, fue un ritual vudú que unió a diferentes grupos étnicos africanos bajo una causa común. En palabras de Dubois (2004), “la espiritualidad africana fue la base sobre la cual se construyó la solidaridad insurgente que desafió el orden colonial” (p. 97). León-Franco (2012) señala que “el vudú no solo ofreció consuelo espiritual, sino que fue un motor de acción política y estratégica” (p. 211). Esta confluencia entre lo sagrado y lo revolucionario hizo de la revolución haitiana un ejemplo paradigmático para los movimientos afrodescendientes del Caribe y América Latina.
La afirmación de la negritud y la agencia colectiva desafiaron los paradigmas coloniales y racistas de la época. En este sentido, la experiencia haitiana enseñó que la resistencia no se limita al plano militar, sino que también se libra en el terreno cultural y simbólico, donde religiones como el vudú actúan como pilares de dignidad, cohesión y emancipación anticolonial.
La Revolución Haitiana y el papel del vudú ofrecieron un modelo emancipador para otras luchas afrodescendientes y anticoloniales en América Latina y el Caribe. Representó la posibilidad real de liberarse, no solo con armas, sino también mediante la reafirmación cultural y espiritual de los pueblos oprimidos.
En resumen, Haití mostró al mundo que la resistencia cultural y espiritual puede ser tan poderosa como la militar, sembrando un legado de libertad, negritud y soberanía aún vigente hoy.
La oralidad y las tradiciones populares
La transmisión oral de cuentos, canciones, juegos, creencias y mitos en el Caribe cumple un papel esencial en la preservación de la historia, las creencias y los valores culturales. Esta oralidad se mantiene vigente en comunidades rurales y urbanas y es objeto de estudio para comprender la continuidad cultural.
La historia del Caribe es inseparable de los procesos de hibridación cultural. La transculturación, la aculturación, la inculturación y el sincretismo son categorías fundamentales para comprender la complejidad de las identidades caribeñas. Estos procesos no solo reflejan las imposiciones coloniales, sino también las estrategias de resistencia y creatividad de los pueblos afrocaribeños.
Para finalizar, es importante destacar, que la memoria ancestral, lejos de ser un vestigio del pasado, constituye una fuerza viva que permite resignificar el presente. Es a través de ella que las comunidades caribeñas continúan afirmando su existencia y su derecho a narrar su propia historia.
Referencias
Berryman, P. (1987). Liberation Theology: Essential Facts about the Revolutionary Movement in Latin America and Beyond. Temple University Press.
García Canclini, N. (1990). Culturas híbridas: Estrategias para entrar y salir de la modernidad. Grijalbo.
Hurbon, L. (1993). Voodoo: Truth and Fantasy. Thames & Hudson.
Nora, P. (1989). Between Memory and History: Les Lieux de Mémoire. Representations, (26), 7–24.
Ortiz, F. (1940). Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar. La Habana: J. Montero.
Redfield, R., Linton, R., & Herskovits, M. J. (1936). Memorandum for the Study of Acculturation. American Anthropologist, 38(1), 149–152.
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