
Hace cuatro años, unos obreros que despejaban el terreno para un nuevo hospital en el norte de Francia hicieron un macabro hallazgo.
Poco después, habían desenterrado los restos de más de 100 personas.
Este tipo de hallazgos no es inusual en esa parte de Francia, y la policía sabía exactamente a quién llamar.
Stephan Naji, jefe de la unidad de recuperación de la Comisión de Tumbas de Guerra de la Commonwealth (CWGC), llegó al lugar en cuestión de horas.
Fue el inicio de una minuciosa investigación que finalmente resolvió un misterio de 100 años al identificar a dos soldados escoceses desaparecidos.
Stephan dirige un equipo de arqueólogos especializados que están de guardia las 24 horas, los siete días de la semana.
Una vez que confirman que se han encontrado cuerpos de soldados, retiran los restos y cualquier objeto, y extraen toda la información posible.
El terreno de construcción en Lens había formado parte del Frente Occidental durante la Primera Guerra Mundial y fue escenario de la Batalla de Loos, una de las más grandes del conflicto.
En la sede de la comisión, cerca de Arras, Stephan nos mostró bandejas con objetos que habían sido encontrados allí, entre ellos partes de botas, hebillas de cinturón oxidadas, insignias de hombro, botones e insignias de regimiento.
El equipo de Stephan analizó todo lo que se halló.

Miles de soldados siguen desaparecidos en la zona, y el hallazgo de objetos de regimientos concretos permitió acotar quiénes podrían ser los individuos.
Las insignias de hombro indicaban que los restos podían incluir a soldados que habían luchado en dos regimientos escoceses: los Gordon Highlanders y los Cameron Highlanders.
Pero para determinar quiénes eran, llegó el momento de trasladar el caso a otra unidad especializada con sede en el Reino Unido.

Un anodino edificio de oficinas situado en el extremo más alejado del cuartel Imjin, en Gloucester, Reino Unido, alberga una pequeña unidad del Ministerio de Defensa llamada Centro Conjunto de Víctimas y Compasión (JCCC, por sus siglas en inglés).
El equipo tiene la misión de identificar a los soldados británicos que murieron en campañas históricas.
No muchos conocen su trabajo, pero los que lo conocen los han apodado "los detectives de la guerra".
Nicola Nash lleva 10 años trabajando como asistente social en el JCCC.
En 2023, le informaron sobre los restos que se habían encontrado en Francia dos años antes.

Después de revisar la lista de soldados del regimiento Cameron Highlanders que aún seguían desaparecidos tras la Batalla de Loos, Nicola redujo la búsqueda a nombres concretos que podían verificarse en el censo de 1911.
Nicola también advirtió un detalle inusual: uno de los hombres había sido hallado con unos pequeños botones del Newcastle Corporation Tramways.
"Eso era, evidentemente, bastante inusual para un soldado escocés. Me pregunté si podría usar esos botones para intentar hacer una identificación", dijo.

Entre los nombres escritos a mano que llenan las columnas del censo de 1911, encontró a un dependiente de estanco llamado Gordon McPherson.
"La información clave era que aparecía James, su padre, y que trabajaba como almacenista para los Newcastle Corporation Tramways", dijo Nicola.
El equipo necesitaba estar seguro de que los restos correspondían a Gordon McPherson. Eso significaba localizar a familiares vivos dispuestos a realizar una prueba de ADN.
"Cuando tengo el nombre de alguien que probablemente esté vivo, entonces empiezo a hacer cosas como buscarlo en Google. ¿Hay algún artículo de prensa sobre esa persona? ¿Tiene un perfil en LinkedIn, puedo encontrarlo en Facebook?
Es a través de eso como finalmente logro localizarlos", explicó Nicola.

Esta búsqueda llevó hasta dos hermanos, Andrew y Alistair McPherson, de Whitley Bay, en North Tyneside, Inglaterra.
Cuando eran niños, se sentían fascinados por lo que llamaban "la caja negra", una reliquia familiar que había pasado de generación en generación.
En sus visitas a los abuelos, pedían que bajaran la caja del ático para poder revolver entre su contenido.
Dentro había una bala de mosquete de la Guerra de los Bóeres, medallas, condecoraciones y cartas, algunas de las cuales apenas pueden leerse hoy.
Ahora, ya entrados ambos en los setenta, son las desgarradoras cartas escritas por su bisabuela en busca de su hijo perdido las que les provocan lágrimas.

Los diarios de guerra del regimiento habían demostrado que su tío abuelo, Gordon McPherson, había muerto el primer día de la Batalla de Loos.
Pero su cuerpo nunca había sido encontrado.
Luego, el año pasado, Alistair recibió de improviso una carta del Ministerio de Defensa.
En ella se decía que se habían hallado en Francia unos restos que podían pertenecer a su familiar.
"Temblaba como una hoja", recuerda Alistair.

La carta, enviada por Nicola Nash, decía que se creía que el cuerpo podía ser el de Gordon porque junto a los restos se habían descubierto dos botones de los Newcastle Corporation Tramways.
"Mi bisabuelo era el inspector jefe de los tranvías de Newcastle, así que suponemos que le había dado los botones a Gordon como amuleto de la suerte, y vaya que lo fueron, porque ayudaron a identificar sus restos", dijo Alistair.
Se realizó una prueba de ADN que finalmente confirmó la coincidencia positiva.
La investigación había establecido que habían encontrado el cuerpo de Gordon McPherson, un cabo de 23 años del 7.º Batallón de los Cameron Highlanders.
Antes de la guerra, había vivido y trabajado en Edimburgo como ayudante de estanquero.
Gordon y sus hermanos Jim y Charles sirvieron en el Ejército durante la Primera Guerra Mundial. Charles, que era corneta, tenía apenas 14 años. Su padre, James McPherson, era sargento mayor de regimiento en los Northumberland Fusiliers.
Andrew McPherson contó que hubo lágrimas cuando se confirmó que los restos de Gordon habían sido identificados.
"La historia de él siempre ha estado muy presente en la familia y todos se han preguntado siempre qué le pasó a Gordon.
Sentimos como un auténtico milagro que lo hayan encontrado".

Sin embargo, la identidad del segundo soldado escocés resultaba más difícil de establecer.
Se pensaba que había servido en los Gordon Highlanders, y unos botones encontrados en el lugar en Francia sugerían que podía ser un oficial.
Pero la búsqueda se complicó porque fue descubierto junto con otros cinco conjuntos de restos.
Utilizando los registros de guerra, Nicola Nash descubrió que 14 oficiales del regimiento habían estado en la zona.
Localizó a las familias de cada oficial y luego se realizaron pruebas de ADN.

Finalmente, se encontró una coincidencia con la familia de James Grant Allan, un teniente de 20 años.
Resultó que su sobrino nieto vivía a solo tres puertas de otro miembro del equipo de detectives de guerra.
La familia Allan procede de Escocia, pero se crió en Stroud, en Gloucestershire, Inglaterra, donde Nicholas Allan ha dirigido un café durante más de 20 años.
Él y sus hermanos crecieron sabiendo todo sobre el papel que uno de sus parientes desempeñó en la Gran Guerra.
Nicholas estaba en el trabajo cuando recibió una llamada telefónica de Nicola Nash, quien le dijo que su muestra de ADN coincidía y que los restos hallados en Francia eran los de su tío abuelo James Allan.
"Me dejó paralizado", recordó. "Se me erizó el pelo de la nuca. Fue como: 'Dios mío, ¿por qué está pasando esto? ¿Por qué precisamente él [James Allan] y no otros mil?’".
La noche anterior, Nicholas había encontrado un álbum familiar con fotos y cartas, muchas de ellas de su tío abuelo Jim.
El hermano menor de Nicholas, Christopher, y su hermana Rebekah han estado releyendo las cartas que fueron enviadas desde el frente.

"Era solo un niño… Me entristece que no haya podido vivir su vida", dijo Christopher.
Nicola Nash comentó que sentía "una conexión muy especial" con los dos soldados por todo lo que había aprendido sobre sus historias.
"Y también siento que tengo una conexión especial con las familias, porque ambas han estado tan implicadas y han sido tan extraordinarias", añadió.
Esta semana, Gordon McPherson y James Allan recibieron sepultura en el cementerio británico de Loos, a solo unos cientos de metros de donde fueron hallados.
Alistair McPherson expresó su alegría de que por fin hubieran encontrado a su familiar y le hubieran dado sepultura.
"Estoy realmente, realmente emocionado, de una forma buena, positiva", dijo. "No podríamos haber deseado una despedida mejor después de todo este tiempo".
Después de la ceremonia, a Alistair y Andrew les entregaron los botones de los Newcastle Corporation Tramways en un pequeño estuche enmarcado, junto con una bandera británica doblada.
"Vamos a necesitar una caja negra más grande", añadió Alastair.
Nicholas Allan dijo que estaba "impresionado" por lo que habían hecho los detectives de guerra y que estaba "muy agradecido" por su labor.
"Ha sido realmente conmovedor y un auténtico privilegio", afirmó.
En los últimos diez años, la unidad de recuperación de la CWGC y los detectives de guerra han encontrado y dado sepultura a los restos de más de 300 soldados británicos.
Aunque la mayoría no pudo ser identificados, su trabajo ha permitido poner nombre a 60 de los caídos en batalla.
Muchos miles más siguen desaparecidos. Algunos nunca serán encontrados, pero los detectives de guerra aseguran que su labor nunca se detendrá.

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