En su más reciente artículo publicado en Acento.com.do, el académico y educador Radhamés Mejía lanza una crítica profunda al sistema educativo dominicano, al que describe como una “Arcadia normativa” que no logra convertirse en una comunidad moral ni en un espacio de formación cívica real.

Inspirado por la filósofa española Victoria Camps y el pensamiento clásico de Aristóteles, Mejía sostiene que la República Dominicana cuenta con leyes, pactos y planes ambiciosos en materia educativa, pero que estos se quedan en el papel. La realidad, afirma, es una acracia institucionalizada: “Se sabe lo que debe hacerse, pero no se hace”.

Entre los síntomas más preocupantes que Radhamés Mejía identifica en el sistema educativo dominicano, destaca el incumplimiento sistemático del calendario escolar. “Aunque cada año se anuncia con solemnidad un cronograma oficial, la realidad es que los días efectivos de clase se ven interrumpidos por paros, asuetos extendidos y actividades administrativas que desdibujan la continuidad del aprendizaje”, reflexiona el ex rector de la Universidad APEC.

La jornada extendida, explica, que en su momento fue presentada como una conquista pedagógica, ha perdido fuerza. En muchos centros, ese tiempo adicional no se traduce en contenido significativo, “sino en horas vacías que no aportan a la formación integral del estudiante”.

A esto el intelectual suma la distorsión de la carrera docente: “Aunque existen normativas claras sobre concursos, formación y evaluación, el clientelismo y las presiones sindicales han debilitado la meritocracia. Las designaciones de directores y maestros no siempre responden a criterios profesionales, sino a negociaciones políticas”.

Finalmente, indica que las evaluaciones del sistema —tanto de desempeño docente como de resultados estudiantiles— se aplican de manera fragmentada y, en ocasiones, sin rigor. “Sus resultados rara vez generan acciones concretas de mejora, lo que convierte a la rendición de cuentas en un ejercicio simbólico más que transformador”.

La desconfianza 

Mejía advierte que esta distancia entre lo normativo y lo práctico ha generado una cultura de cinismo y desconfianza, donde ni estudiantes, ni docentes, ni familias creen en la promesa educativa. “La escuela no logra convertirse en una comunidad moral donde se viva la virtud”, sentencia.

Para salir de esta trampa, propone un cambio cultural profundo: recuperar la virtud cívica, fortalecer la formación ética, combatir el cortoplacismo político y reconstruir la confianza institucional.

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De la Arcadia Aristotélica a la Acrasia Dominicana: Educación, virtud y confianza perdida | Acento

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