“Solo quiero llevarle paz a mi mamá”, clama. Su voz se quiebra y vuelve a iniciar. Ella solo quiere encontrar a su hermana, que le muestren su cuerpo, porque “yo conozco mi gente, conozco lo mío”, llora.
Lleva desde el martes buscándola, cuando se enteró que estaba en el listado de los fallecidos del colapso del techo de la discoteca Jet Set. Con una fotografía de Annia Gisette Vargas Almonte, vestida con un enterizo color blanco, Lourdes Raquel reclama su cuerpo como tantos otros familiares que, entre llantos y desesperación, buscan identificar a sus parientes.
El olor es fuerte por la descomposición de los cadáveres que llegan al Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif), además del calor que junto a la multitud que abarrota el lugar se siente más intenso.
Al entrar se escuchan las quejas, los llantos y los números, esos que le dan a las familias al llegar, que representa el orden por el cual serán llamados. “Numero 53”, “número 54”, cada persona está atenta, ya son tres días a la espera.
Se ofrecen mascarillas para soportar el intenso olor, lo que hace recordar los tiempos del COVID-19, se escucha a un trabajador del lugar decir.
La desesperación y dolor es evidente en cada rostro. Los que han acudido a identificar a su familiar aseguran que el proceso es lento, pues tienen que esperar a que los llamen por el número que les dieron al entrar, luego presentar una fotografía de su pariente y si no la tienen ir a sacar copias de manera gratuita de cada documentación en un área habilitada.
El proceso continúa. Al saber que el cuerpo de su pariente está en el Inacif, entonces esperan a escuchar que dicen el nombre, les enseñan una fotografía del cadáver, y es ahí, cuando algunos, por el impacto, tienen que ser trasladados y ser atendidos por los psicólogos que allí se encuentran.
Una vez mostrada la fotografía, conducen al familiar a reconocer el cuerpo, donde la manifestación del dolor es mayor.
Familias completas
“Estamos buscando a mi hija que no aparece”, dice Gregorio Frías ante las cámaras, como si fuera un medio de esperanza para encontrarla. Eran cinco, ya ha identificado a cuatro. El esposo de su hija y dos tías.
Aunque la mascarilla no deja ver todo su rostro, sus ojos delatan el dolor. Le falta su hija, su Awilda Frías Matos de 28 años y madre de una niña de cuatro.
Con una fotografía en las manos la muestra, mientras dice que le comunicaron que le entregarán los cadáveres de sus otros cuatro parientes.
“Esto está muy lento, los cadáveres están ya desasidos”, reclama junto a otro familiar que le acompaña.
Reclaman que hay personas que han llegado y por algún asunto político o influencias, lo dejan pasar y ellos aún en la espera.
“No queremos seguir sufriendo… es desesperante”, dice Lourdes por la forma en que les piden que identifiquen sus seres queridos.
Leidy Olivero llegó desde los Estados Unidos para saber sobre el padre de sus hijas, Emmanuel Gómez, un oficial de la policía de la ciudad de Nueva York que perdió la vida en la tragedia.
“El vino de vacaciones, le robaron todo, están usando sus tarjetas”, se queja.
Asegura que la mala organización ha sido evidente, pero que ayer miércoles era peor. “Cuando le digo que me dejen ver el cuerpo, nos dicen que no lo están dejando ver a nadie, entonces como yo identifico mi familiar. ¿Cómo yo sé que el cuerpo que me entregas es mi familiar?”.
Le entregaron un cuerpo equivocado
“Ellos están analizando a ver, porque anoche estaban entregando una que no era, entonces decidimos venir hoy otra vez para ver que van a hacer”, dice Julio Alberto Acosta, quien busca a su hija de crianza Nelsida Melo Arias.
Explica que la noche de este miércoles ya estaban preparando todo para velar a su pariente en la funeraria pero que tuvieron que detener todo cuando se dieron cuenta que el cadáver era de otra mujer.
“El error fue que le pusieron Nelsida Sánchez y ella es Nelsida Melo Arias”, detalla, mientras se escucha a un hombre con megáfono vociferar “68”, “69”.
Una larga espera
Un joven con unas hojas blancas en las manos dice los nombres de las personas fallecidas que han sido identificadas en el Inacif. Al entrar la familia dice el nombre y se verifica.
Cada cuerpo tiene un número o un nombre, en caso de que haya sido identificado.
Cuando por el megáfono llaman con el nombre de la víctima, mandan a los familiares, uno solo a hacer una fila para luego ver una fotografía y así identificarlos.
Si ya se ha realizado el proceso de autopsia y la familia tiene los papeles correspondientes, entonces les entregan el cuerpo de su pariente.
Lo difícil, para muchos, es que no solo tienen que identificar un cuerpo, sino dos, tres o hasta cinco de la misma familia, lo que hace que a tres días después de la tragedia, continúen ahí, sentados, en el calor y el mal olor; a la espera del llamado de un número y ver una fotografía del cuerpo sin vida de un ser querido.
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