Con la crisis del Triunvirato, un grupo de profesionales dominicanos decidió crear un organismo permanente con el nombre Fuerza Dominicana de Profesionales, que accionara para restablecer el orden constitucional, legalizar los partidos políticos y garantizar el retorno de los exiliados políticos. Para esto se nombró una comisión que redactara los estatutos.
El grupo tenía varios meses haciendo reuniones en casa del ingeniero Emilio Almonte, persona muy cercana a Juan Bosch. Allí crearon una especie de cuartel en donde conversaban sobre hechos que más tarde desembocaron en la Revolución de Abril.
Coincidencialmente, como fecha para firmar el documento con los estatutos se escogió el sábado 24 de abril de 1965 a las 4:00 de la tarde, una reunión que nunca se llegó a dar, pero que situó a José Augusto Vega Imbert en la capital de la República Dominicana, atestiguando diferentes momentos detrás de los hechos por los que se conoce ese día, cuando inició la Guerra de Abril. Uno de ellos fue cuando el lunes 26 de abril, en medio de las ataques, Antonio Imbert Barrera le hizo ver que no había nada que hacer porque Estados Unidos estaba convencido de que la revuelta era un ataque comunista.
A continuación, el relato:
“El pequeño grupo que iba de Santiago a la capital a firmar el documento se proponía salir después de la comida a la 1:00, pero yo llegué tempranito porque tenía una reunión con el político Hugo Tolentino Dipp para un asunto jurídico.
Llegué en la mañana del sábado 24. La idea era reunirme con Tolentino Dipp y los clientes de él. Cuando llegué a su residencia me dijo que la reunión con dichos clientes se había cancelado. Entonces me invitó a comer con el crítico de arte Carlos Curiel y otras personas.
Curiel era un gastrónomo y estaba preparando platos cuando, de repente, se oyó un reperpero grandísimo de personas corriendo y vociferando por la calle El Conde. El apartamento donde estábamos, ubicado en el edificio Baquero, tenía una pequeña galería, así que salimos todos a ver que estaba pasando, y entre gritos oímos decir que había una revuelta militar y que habían tumbado al Triunvirato. Ahí mismo se acabó el almuerzo.
Fuimos a mi vehículo, Hugo andaba conmigo. Salimos bien al paso. Ahí nos enteramos que fue Peña Gomez quien anunció lo que había pasado, en el programa radial del PRD, Tribuna Democrática.
Se me ocurrió ir donde un amigo, Bienvenido Mejía Acevedo, que vivía en la Bolívar esquina Pasteur frente a un pequeño destacamento policial. Lo primero que hice fue llamar por teléfono a Salvador Jorge Blanco. En Santiago el pueblo también estaba tirado en la calle.
La incertidumbre reinó hasta que a eso de las 7:00 de la noche, Donald Reid Cabral y el otro triunviro, Ramón Cáceres Troncoso, comparecieron por televisión y declararon que todo estaba bajo control, salvo que había dos campamentos (el 27 de febrero y el 16 de agosto) que estaban sublevados. Él les dio un ultimátum para que se rindieran a más tardar a las 5:00 de la madrugada, porque si no los iban a combatir.
La ciudad se cerró completamente porque no se sabía lo que estaba sucediendo ni lo que podía pasar. Como a las 2:00 de la madrugada, los campamentos que se habían levantado tomaron la capital y comenzaron a oírse disparos al aire. Esa noche no se durmió y todo el tiempo se escuchaban disparos al aire y la sirena del cuerpo de bomberos.
Al amanecer, alguien me dijo que fuera a la casa de Leopoldo Espaillat Nanita (Polín), que era cuñado de Rafael Molina Ureña (a quien le tocaba constitucionalmente la presidencia en ausencia del presidente, el vicepresidente y el presidente del Senado).
Molina Ureña, que estaba ahí, me dijo que llamara a Santiago y le dijera a Antonio Guzmán, Salvador Jorge Blanco, Aníbal Campagna y otros amigos, que él iba a tomar posesión dentro de poco y que vinieran a la capital.
Fui a casa del ingeniero Emilio Almonte y, efectivamente, estaba llena de gente. Almonte era un ingeniero hidráulico muy respetado por la clase media, y luego sería el ministro de Obras Públicas nombrado por Caamaño.
Como a las 10:00 u 11:00 de la manana llegó la noticia de que Molina Ureña ya se había juramentado en la presidencia.
Estando en casa del ingeniero Emilio Almonte llegó un grupo de altos dirigentes del PRD diciendo que se habían comunicado con Bosch y que él estaba dispuesto a regresar al país si iba en un avión acompañado de militares y civiles. En esa reunión se decidieron los civiles que irían en el avión a buscar a Bosch, entre los que me incluyeron por ser el único presente en representación de Santiago. Se acordó que a las 3:00 de la tarde estaríamos todos donde el ingeniero Almonte para ir al sitio de donde iba a salir el avión.
Hugo Tolentino, que además de politóIogo le gustaba mucho la gastronomía, organizó una comida y un grupo fuimos a comer con él a casa de su madre. Cuando estábamos terminando y listos para volver a la casa del ingeniero Almonte, Hugo nos dijo: "Todo esto que estamos viviendo es fantasía porque en la dialéctica marxista no hay nada que diga que esto que está pasando, puede ser verdad. Alga siniestro va a suceder hoy".
Eso fue profético. Los aviones de San Isidro pronto estaban volando y haciendo piruetas en el aire sabre el Palacio Nacional.
Nos enteramos de que los militares no se habían puesto de acuerdo y de que había una oposición de San Isidro y del CEFA, la academia militar que manejaba el general Elías Wessin y Wessin, que había dicho que el Triunvirato ya no existía y que a las triunviros los habían sacado del Palacio. El problema era que ellos no aceptaban la Constitución del 63 ni la reposición de Bosch, sino que querían que se formara una junta militar que convocara elecciones. Los militares constitucionalistas se negaron a aceptar eso y dijeron que el golpe se había dado para volver a la Constitución del 63 y a la continuación en el poder de Bosch. Ahí nos dimos cuenta de que estábamos al borde de una guerra civil.
Como consecuencia de los acontecimientos, Radio Televisión Dominicana había vuelto a estar en manos de los constitucionalistas.
Se regó la voz de que Bosch venía esa misma tarde en una avioneta que iba a aterrizar en una trocha que había en lo que hoy es la avenida John F. Kennedy, cerca de donde había estado el aeropuerto General Andrews.
En eso llegó el grupo de Santiago: Salvador Jorge Blanco, Antonio Guzmán, Aníbal Campagna, Miguel Ángel Brito Mata; fueron donde Emilio Almonte y allí nos juntamos todos.
Llega la noche y Jorge Blanco sugirió que él y yo nos fuéramos a la casa de una cuñada de él que vivía en la calle Mahatma Gandhi. Toda la noche estuvimos oyendo radio, que estaba en el poder de los constitucionalistas, y lo que hacían era dar mensajes, llamar a soldados, etc. Llamaban principalmente a Montes Arache, a las hombres ranas, que fueran a tal sitio, es decir, una agitación tremenda (en el buen sentido de la palabra).
Justo al amanecer del lunes 26, Jorge Blanco y yo fuimos al Palacio donde Molina Ureña a ver cual era la situación. Molina Ureña estaba con un grupo de militares y, a pesar de que se les notaba muy cansados, estaban eufóricos. ¿Por qué? Nos dijo, casi textualmente: "Acaban de venir aquí el jefe de la Marina, Rivera Caminero, y el subjefe de la Marina, a decir que la Marina apoya al gobierno constitucional, y que van a sacar los barcos y los van a enfilar frente a San Isidro dando un ultimátum para que se rindan y termine el conflicto". Entonces Molina Ureña nos dijo que mandó a Santiago Rodríguez Echavarría (el hermano de Pedro Rafael, a quien le decían Chaguito) con dos tanques para Santiago, y que nos fuéramos para que formáramos parte del grupo de poder allá porque los comandantes de Santiago el 24 de abril habían dado un comunicado donde apoyaban la acción de los militares que tumbaron al Triunvirato.
Cuando bajamos al parqueo subterráneo del Palacio, unos militares comienzan a dar una alerta de que vienen unos aviones. Eso era entre 6:30 y 7:00 de la mañana. Pero esta vez no era sobrevolando, era ametrallando con ráfagas. Saltamos una verja, nos metimos en un pasillo y nos acostamos en el suelo. Cuando vimos eso, pensamos que ni locos podíamos volver a Santiago.
Jorge Blanco me dijo que fuéramos donde Antonio Imbert (mi pariente), que todavía no había tomado partido en esa situación. Llegamos a casa de Antonio Imbert y nos encontramos con un diplomático y amigo que le había renunciado a Trujillo, Homero Hernández, quien tuvo la misma idea de nosotros.
Imbert era un hombre muy ligado a la embajada americana y a sus asesores militares. Nos dijo: "No hay nada que hacer porque las americanos consideran que esta es una sublevación comunista y que no pueden permitir que la República Dominicana se convierta en una segunda Cuba".
Salimos de ahí con el "moco para abajo" y fuimos donde el secretario del PRD, Antonio Martínez Francisco, quien estaba con los principales dirigentes del PRD. En esos momentos, ese grupo lo que estaba era repartiendo las gobernaciones provinciales, como si ya la grave situación estuviera resuelta y ya el PRD fuera gobierno.
Salvador y yo estábamos sorprendidos por esa actitud de los dirigentes del PRD que aparentemente no se percataban de la gravedad de la situación. De ahí nos fuimos para el cuartel de los profesionales, que era la casa de Emilio Almonte, donde ya había mucha gente. Ahí decidimos tener una aparición por Radio Televisión Dominicana, que todavía estaba en manos de los constitucionalistas, para decir que no era verdad lo que se estaba diciendo de que "era una sublevación comunista", que los profesionales apoyaban a las constitucionalistas.
El martes 27, después de leer el documento en Radio Televisión Dominicana, regresamos a la casa de Emilio Almonte y en el camino oímos un cañonazo tremendo proveniente de un barco. Ya la Marina, contrario a lo que se nos dijo de que se había sumado al gobierno constitucional, se había (o la habían) virado hacla el lado anti-revolución de abril. Mientras, aviones de la Fuerza Aérea bombardearon y derribaron la antena de Radio Televisión Dominicana, sacando del aire a la estación.
Las noticias que recibimos en la tarde de ese día fueron horribles: asilo en embajadas de militares, de políticos, y que los tanques de Wessin (del CEFA de San Isidro) estaban entrando por el puente, la famosa batalla del puente Duarte, que fue donde se solidificó la figura de Caamaño como héroe.
Pero antes Caamaño había intentado negociar. Él fue a la embajada americana con otras personas y lo trataron muy mal. De ahí fue que tomó la decisión de ir a pelear al puente en repudio y rechazo a los diplomáticos norteamericanos, que lo trataron muy mal.
Ese martes, los barcos de la marina dispararon muchos cañonazos al Palacio. No recuerdo como nos enteramos de que el presidente Molina Ureña se había retirado del Palacio, e inmediatamente lo conectamos con su cuñado, el arquitecto Espaillat Nanita (Polín). Cuando llegamos a la casa de Polín, estaba entrando el presidente Molina Ureña, luego de haberse retirado del Palacio. Unos cuatro o cinco militares lo acompañaban y algunos civiles también. Fue una escena desgarradora, pero mientras eso pasaba, se estaba peleando en el puente Duarte.
Nuestra impresión fue de que todo se había terminado, así que volvimos a nuestro hospedaje. Tomamos la decisión de regresar a Santiago al otro día (el miércoles 28).
Yo oí el nombre de Caamaño en la mañana del miércoles 28 de abril en una conversación que tuve con Juan Miguel Román, uno de los líderes del 14 de Junio y mi amigo personal y compañero de estudios en la Universidad de Santo Domingo, quien me dijo que Caamaño había asumido la jefatura de los constitucionalistas y que ellos ganaron la batalla del puente. Según lo que he leído, el jefe de la conspiración militar era el coronel Hernando Ramírez y tenía a Caamaño como su asistente, pero a Ramírez le había dado una hepatitis fuerte y no estaba hábil para el combate.
Al amanecer de ese miércoles 28, Jorge Blanco y yo cruzamos donde el doctor Rafael Jorge, que había sido el gerente del Banco Agrícola en el gobierno del Consejo de Estado, hizo amistad con Bosch y Bosch lo dejó en dichas funciones. Él tenía un hijo natural de apellido Tello, un catorcista fuerte. Ya despidiéndonos, entró una llamada de Tello, que se había unido a la revolución. A su lado estaba el antes mencionado luchador Juan Miguel Román. Fue una llamada sorpresiva y muy favorable.
Cuando me tocó hablar con él, Román me dijo: “José Augusto, esto dio un cambio tremendo. Le ganamos a Wessin la batalla del puente”. Y agregó: “La jefatura militar está en manos de Francisco Caamaño Deñó y vamos a atacar la fortaleza Ozama. Estamos ganando”.
No obstante, seguimos con el plan de regresar a Santiago y lo hicimos. Ya esa noche en Santiago, recibimos noticias de que se había producido la intervención militar norteamericana. Fue una noticia estremecedora. Don Antonio Guzmán también había regresado a Santiago.
El jueves 29 supimos que los constitucionalistas ya habían tomado la fortaleza Ozama. Asegurado el control de la capital por las fuerzas constitucionalistas, partidos de izquierda y el PRD estaban armados. Es decir, la ciudad estaba armada, pero rodeada por los americanos.
El 2 o 3 de mayo recibimos la noticia de que Bosch había pedido que se reuniera la Asamblea Nacional y que se eligiera a Caamaño como presidente. Entonces nos dirigimos a la capital a decirle a Caamaño que lo apoyábamos y en la tarde regresamos a Santiago.
Caamaño estaba muy sólido. El sitio donde se hallaba radicado en Ciudad Nueva estaba lleno de gente y fue una conversación muy breve. Luego él nombró un gabinete y designó a Jorge Blanco procurador general.
La estrategia de los anticonstitucionalistas, con Estados Unidos a la cabeza, fue crear un gobierno paralelo: el Gobierno de Reconstrucción Nacional, encabezado por el general Antonio Imbert. Precisamente el hombre que nosotros vimos, y que nos había dicho que para los americanos era una revolución comunista”.
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