El martes 25 de marzo, Rusia y Ucrania acordaron cesar las hostilidades en el Mar Negro, aunque todavía no se ha fijado una fecha. Otra tregua en las conversaciones sobre infraestructuras energéticas. Kiev y Washington han expresado su deseo de que terceros países participen en la supervisión de estas treguas, lo que el Kremlin ha acogido con satisfacción. Reflexiones de Ulrich Bounat, analista político especializado en Europa Central y Oriental.
Entrevista del periodista de RFI, Pierre Olivier
Ulrich Bounat, analista político especializado en Europa Central y Oriental. Es investigador asociado de Euro Créative, un think tank francés sobre Europa Central y Oriental.
RFI: ¿De qué países estamos hablando para supervisar estas treguas?
Ulrich Bounat: En lo que respecta a la tregua en el Mar Negro (y permitir la reanudación de la navegación comercial, nota del editor), el tercer país podría ser Turquía. Esto le permitiría desempeñar un papel de intermediario en la región, haciéndo eco de su primera participación en el acuerdo sobre cereales (firmado en julio de 2022, nota del editor), en el que tuvo que garantizar que los cereales ucranianos se exportaban sin sufrir daños.
La tregua de las infraestructuras energéticas es más complicada. Esta vigilancia podría llevarla a cabo un país situado fuera de la zona geográfica, utilizando imágenes de satélite. Los rusos intentarán probablemente posicionar a China, a la que Moscú quiere implicar de una u otra forma en las negociaciones. Los ucranianos, por su parte, preferirían el control europeo, por razones de influencia diametralmente opuestas.
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¿Es posible imaginar estas treguas sin terceros países observadores?
Potencialmente sí, porque estas dos treguas tienen la ventaja de ser bastante beneficiosas para Moscú. Por lo tanto, a Rusia le conviene no molestar a Donald Trump, pero también respetar las treguas que le convienen: en el Mar Negro, donde la marina rusa tiene problemas, y en materia de infraestructuras energéticas, donde las refinerías rusas son frecuentemente blanco de los ucranianos. Todo ello sin impedir que Moscú siga atacando ciudades ucranianas que no se consideran infraestructuras energéticas.
Por tanto, es posible que los rusos se atengan estrictamente a estas treguas. Lo mismo cabe decir de los ucranianos, que no pueden asumir la responsabilidad de contradecir a Estados Unidos.
Pero, ¿qué garantías ofrecería la supervisión de terceros países?
No mucho. Cada uno de los protagonistas espera que el hecho de contar con un tercer país permitiría, en caso de violación, decir “Miren, es el país atacante el responsable”, pero en el fondo, incluso con un tercer país, esto no impediría las violaciones del alto el fuego con una negación de responsabilidad por parte del responsable. Por el momento, lo cierto es que las condiciones de estos acuerdos de tregua siguen siendo muy vagas.
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