Elegida primera ministra en la primera vuelta por la cámara baja del Parlamento este 21 de octubre, Sanae Takaichi es la primera mujer en convertirse en jefa del Gobierno japonés. Esta heredera de Shinzo Abe, y conservadora radical que cita a Margaret Thatcher como ejemplo, tendrá que manejar una situación política precaria, grandes problemas económicos y crecientes tensiones regionales.
Por Baptiste Condominas
Después de su coronación como jefa del partido gobernante a principios de octubre, Sanae Takaichi fue nombrada primera ministra. Pero la parte más difícil está por venir, y esta figura del ala derecha del Partido Liberal Democrático lo sabe.
Entre sus prioridades declaradas: la de corregir la situación de su partido político, que está dividido y perdiendo impulso. Desde hace varios años, el PLD, que ha dominado el paisaje y el poder casi continuamente desde 1955, ha visto desmoronarse su base electoral, en particular a favor de una nueva derecha radical y populista.
Reconquista electoral
"La victoria de Takaichi a la cabeza del PLD también se debe a la victoria anterior de un joven partido de extrema derecha y conspiracionista, Sanseito, que obtuvo un éxito electoral en la cámara alta el verano pasado", explica Arnaud Grivaud, profesor de la Universidad de París-Cité. Para contrarrestar esta dinámica, el PLD ha optado por reposicionarse más a la derecha, apostando por una candidata muy conservadora capaz de seducir al electorado amenazado de deserción.
Como tal, su proximidad a Shinzo Abe es una ventaja. Tras el asesinato de este último en 2022, el partido adoptó posiciones más moderadas, no sin consecuencias. "Muchos votantes del PLD decepcionados después de la muerte del primer ministro, que estaba más cerca de las corrientes nacionalistas de derecha dentro del PLD, recurrieron a Sanseito", analizaba en julio pasado Valérie Niquet, investigadora principal de la Fundación para la Investigación Estratégica. Al nombrar a un heredero de Abe como su líder, el partido espera recuperar esta franja.
La campaña de Sanae Takaichi, que se centra en la identidad nacional, la seguridad y el tema de la migración, también forma parte de una estrategia de reconquista: "Hemos inaugurado una nueva era para el PLD", dijo después de su elección a principios de octubre, al tiempo que admitió: "En lugar de sentirme feliz, siento que el verdadero desafío está por delante". Y se trata particularmente de restaurar la gloria de su partido, en un contexto político complicado.
Un juego parlamentario incierto
A nivel institucional, la nueva primera ministra tendrá que lidiar con un Parlamento particularmente fragmentado. El PLD, debilitado por escándalos y reveses electorales, ha perdido su mayoría absoluta en ambas cámaras y ya no puede contar con su socio tradicional, el partido centrista Komeito, que ha roto su alianza histórica. La negativa del PLD a regular mejor la financiación política es la principal causa de este divorcio, pero también las posiciones ultraconservadoras de Takaichi que han colocado a Komeito en una situación incómoda.
La jefa del PLD había tratado de suavizar su imagen. "No quiero que me etiqueten como una conservadora de línea dura, soy más una conservadora moderada ahora que han surgido todos estos partidos", dijo el mes pasado, refiriéndose a partidos de extrema derecha como Sanseito. Esto no fue suficiente para convencer a su antiguo socio, cuya retirada de la coalición, después de 26 años de apoyo, sumió al país en una crisis política.
Pero Takaichi, que ha estado en conversaciones para una alianza alternativa, terminó firmando un acuerdo de coalición con el reformista Partido de la Innovación de Japón (Ishin). El PLD controla 196 escaños en la cámara baja del Parlamento e Ishin 35 escaños. Si bien esto les permite ganar 231 escaños en la cámara baja del Parlamento, dos menos de la mayoría, significa que la nueva coalición aún necesitará el apoyo de otros partidos para aprobar leyes.
Esta situación sin precedentes requiere que Sanae Takaichi asuma la postura de una negociadora, lejos de la imagen de intransigencia mostrada durante la campaña. "La capacidad de Sanae Takaichi para mantenerse en el poder dependerá realmente de su capacidad para ser flexible y pasar de ser la candidata que presentó su conservadurismo a una primera ministra que tendrá que hacer muchos compromisos, especialmente con la configuración actual en el Parlamento", señala Arnaud Grivaud.
Queda por ver cómo navegará por este complejo tablero de ajedrez, entre moderados desconfiados y una extrema derecha que quisiera jugar al hacedor de reyes. Sobre todo porque la prensa japonesa ya está cuestionando la solidez de la alianza PLD/Ishin, que ciertamente comparten algunas posiciones comunes, pero también cultivan muchos puntos de divergencia. No se pueden descartar revueltas y mociones de censura frente a una personalidad ya divisiva, incluso en su propio partido.
"Abenomics", ¿el regreso?
La economía promete ser igual de delicada. Japón se enfrenta a una situación difícil: salarios estancados, inflación, deuda pública récord, envejecimiento de la población y preguntas sobre la competitividad global. Aunque Sanae Takaichi proviene de la derecha nacionalista, sus orientaciones económicas están en línea con la continuidad de los "negocios compatibles", indica el especialista político japonés Grivaud: "Es más bien antiglobalista, pero plenamente consciente del hecho de que, en última instancia, debe seguir lo que dictarán los círculos económicos".
Tan pronto como asumió el cargo de jefa del PLD, prometió abordar "el aumento de los precios como una prioridad" y apoyar el poder adquisitivo a través de recortes de impuestos y nuevos planes de estímulo, inspirados en el "Abenomics" de su mentor Shinzo Abe. Defiende una política monetaria acomodaticia y un gasto público significativo, sin dejar de estar atento a las señales enviadas por la comunidad empresarial japonesa e internacional.
Si bien su nombramiento impulsó los mercados bursátiles, los rendimientos de los bonos aumentaron por temores de que el gran gasto pueda deteriorar aún más las finanzas públicas de Japón y alimentar la inflación. Sin embargo, su nombramiento del ex ministro de Finanzas Shunichi Suzuki como secretario general del PLD fue visto como una señal de una política más moderada de lo esperado.
En el plano social, Takaichi es inflexible en cuestiones de inmigración, que vincula con la cohesión nacional. Quiere "reconsiderar las políticas que permiten que personas de culturas y orígenes completamente diferentes ingresen al país", retomando un tema muy querido por la extrema derecha. Esta posición, que se hace eco del aumento de la retórica antiinmigración en el país, tiene como objetivo tranquilizar al electorado preocupado. Por otro lado, plantea preguntas en los círculos económicos sobre la disponibilidad de mano de obra extranjera, que es esencial en un país con una población en declive. Conciliar estos dos enfoques también podría resultar complicado.
Frágiles equilibrios regionales
En la escena internacional, Sanae Takaichi hereda un contexto de alto riesgo. Su postura nacionalista y sus referencias regulares a Margaret Thatcher, a quien cita como "su heroína política", son indicadores de una diplomacia más asertiva, incluso menos consensuada. Al igual que el ex primer ministro Shinzo Abe, la futura jefa de gobierno se ha distinguido por su firmeza frente a China. También realiza visitas anuales al controvertido Santuario Yasukuni, que honra a los criminales de guerra japoneses, entre otras cosas. Es una fuente de tensiones recurrentes con Beijing y Seúl.
Estas posiciones nacionalistas hacen temer a los expertos un deterioro de las relaciones regionales. "Japón corre el riesgo de aislarse, sus relaciones con Corea del Sur podrían deteriorarse y, si Tokio adopta una posición de confrontación con China mientras Estados Unidos se retira de Asia, lo colocaría en una posición extremadamente complicada", analiza Tetsuo Kotani, profesor de la Universidad de Meikai, entrevistado por Le Monde. Pero durante su campaña para el liderazgo del PLD, moderó su retórica, enfatizando la necesidad de considerar a China como un "vecino importante" y expresando su voluntad de fortalecer las relaciones bilaterales. Esto es una señal de posible pragmatismo en el contexto internacional actual.
Con Washington, el margen de maniobra de Takaichi también será examinado. Dijo que estaba lista para renegociar ciertos aspectos del acuerdo comercial con Estados Unidos si eran "injustos o perjudiciales" para Japón. Aunque el archipiélago llegó a un acuerdo con la administración Trump en julio, persisten las ambigüedades. Pero, según los observadores, la primera ministra, que trabajó durante dos años en Estados Unidos en la década de 1980, buscará inicialmente preservar una relación "cálida" con el presidente estadounidense, confiando en la proximidad ideológica y el legado de Abe.
Ante la amenaza de la inestabilidad política, los desafíos económicos estructurales y las tensiones regionales, la nueva primera ministra deberá mostrar flexibilidad y liderazgo para garantizar que esta nueva era no sea una oportunidad perdida para Japón o un mero ajuste conservador frente al creciente populismo. A corto plazo, los expertos coinciden en que debe centrarse en la aprobación del presupuesto y la consolidación de las bases del partido y de la coalición. "Estoy convencida de que hay una montaña de trabajo que debemos enfrentar juntos", reconoció frente a sus compañeros. Una montaña que, para Sanae Takaichi, comienza hoy.
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