Donald Trump pretende gravar todos los productos importados a Estados Unidos. El presidente estadounidense toma esta decisión para proteger la economía de su país, pero el efecto indirecto para el resto del mundo es que los países sufran una avalancha de productos chinos baratos que ya no se vendan en el mercado estadounidense porque su precio aumentará a causa de los aranceles.

Un informe de Stéphane Geneste

Para hacerse una idea del impacto de las medidas de Donald Trump, he aquí una cifra: 440.000 millones de dólares. Ese es el valor de los productos chinos importados por Estados Unidos el año pasado. Es mucho. Según el Centro de Comercio Internacional, uno de cada tres pares de zapatos que usan los estadounidenses fue producido en China. Así que la gran pregunta es ahora ¿qué ocurrirá con esos 440.000 millones de dólares?

Inevitablemente se producirá un efecto dominó. Toda esta producción tendrá que encontrar salidas y desviarse de su destino principal, Estados Unidos. Es cierto que una parte probablemente seguirá llegando a Estados Unidos, ya que los productos chinos están bien integrados en las cadenas de valor del país. Pero la mayoría deberá encontrar compradores en otra parte, porque con los aranceles aplicados por Washington, algunos productos costarán mucho más y corren el riesgo de ser menos competitivos que la producción local.

La Unión Europea, en el punto de mira

Es difícil saber cómo otras economías pueden absorber semejante volumen. Sin embargo, existen algunas posibilidades, ya que en los últimos años Pekín ha diversificado sus socios comerciales para evitar depender demasiado de Estados Unidos.

Por ejemplo, reorientando parte de su producción hacia América Latina y África, donde la demanda es muy alta y los aranceles bajos. Pero una de las regiones del mundo que podría encontrarse en primera línea es la Unión Europea, porque los Estados europeos son los clientes “ideales” para todos los productos asiáticos y, más aún, chinos, ya sean piezas o productos ensamblados. Bruselas ha comprendido perfectamente este hecho. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von Der Leyen, cree que los Veintisiete no pueden “absorber el exceso de capacidad mundial”, es decir, el volumen asiático.

¿Cómo responder?

El problema de la UE es doble. Se trata de limitar el impacto de las medidas arancelarias estadounidenses y contrarrestar el exceso de oferta de Asia. Gracias a las subvenciones públicas, China puede exportar grandes cantidades a precios muy bajos. Como consecuencia, la mercancía encontrará fácil comprador, lo que pondrá en dificultades a muchos productores europeos, que no podrán igualar los precios de esta competencia. Esto ya es así y podría empeorar.

Afortunadamente, existen normas y Bruselas tiene intención de utilizarlas. Una de ellas, a través de la Organización Mundial del Comercio, se llama “cláusula de salvaguardia”, que puede activarse cuando un país -o un grupo de países en el caso de la UE- puede demostrar un aumento significativo de las importaciones en determinados sectores.

La UE, como muchas otras regiones y países de todo el mundo, ha tomado medidas para proteger su economía desde el primer mandato de Donald Trump, temiendo un shock comercial. Esto es precisamente lo que amenaza a Europa una vez más. A partir de ahora, el reto para Europa, como para otras economías, es saber reaccionar. ¿Responderán al riesgo de una mayor oferta china con medidas proteccionistas como Estados Unidos? ¿O discutirán y negociarán para encontrar un terreno común entre las víctimas de las medidas estadounidenses?

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