Guillermo Bonfil Batalla, historiador y antropólogo mexicano, define la explicación de los procesos sociales como “historias que no son todavía historias,” en razón de que solo se conoce la versión de quien conquista o domina, la oficial; y prácticamente nada del pensar de los sometidos. Si se advierte que este razonamiento parte de la forma en que especialistas mexicanos explican la situación del indio en los tiempos coloniales, entonces se infiere un mayor grado de complejidad cuando se aborda la dinámica social vigente, por demás, compleja y contradictoria por la influencia de factores morales, grupales y familiares.
A tono con lo referido, se entiende que el abordaje de la contemporaneidad o historia del presente se caracteriza por el silencio y la distorsión provocados por los que controlan el poder político, los forjadores de la historia oficial. En nuestro caso, una de las vías de expresión de esta tendencia a la censura ha sido el contenido de los textos en la asignatura Historia o Ciencias Sociales. Contra el interés de lo que más conviene a la nación, su contenido llegaba hasta el atentado que puso fin a Trujillo la noche del 30 de mayo de 1961, obviando los procesos políticos sucesivos y decisivos en los inicios de la construcción de la democracia en el país. Entre estos temas están los actos del Consejo de Estado presidido por Joaquín Balaguer y luego por Rafael F. Bonelly, el Gobierno Constitucional de Juan Bosch, el golpe de Estado de septiembre de 1963 y su resultado inmediato: el gobierno del Triunvirato presidido por Donald Reid Cabral; la Guerra de Abril de 1965, el gobierno contrarrevolucionario de Joaquín Balaguer (Los Doce Años) y los presididos por Antonio Guzmán Fernández y Salvador Jorge Blanco. Los dos últimos significaron la apertura a la democracia sin llegar a los niveles esperados.
De estos hitos se impone la concentración en la Guerra, la Gesta o la Insurrección de Abril de 1965; también conocida como la Guerra Patria o Patriótica y la Revolución Constitucionalista de Abril. Contrario al criterio de Bonfil Batalla, participantes de ambos lados analizaron los hechos de Abril en fecha temprana y con rigor académico. Como ejemplo destaca obra del combatiente Franklin Franco Pichardo, titulada: República Dominicana: clases, crisis y comandos, distinguida con el premio Casa de las Américas en 1966. A este año, pero conocida poco después en Santo Domingo, corresponde la obra El Destino Dominicano, escrita por John Bartlow Martin, embajador norteamericano en el país durante los años 1962-1964. De igual manera, el historiador y periodista estadounidense Theodore Draper publicó en 1968 el libro: La revuelta de 1965, y en 1972, el académico Abraham Rosenthal, su coterráneo, publicó: El Destino Dominicano, entre otros autores.
Otro argumento que va contra la tesis de las “historias que no son historias” es el hecho de que ya nos separan 60 años de la Guerra, a lo que se suman las herramientas con que hoy cuentan los historiadores, sociólogos, juristas, politólogos, militares, y otros, para abordar los temas fascinantes de la historia cercana y la historia pequeña, que es la del día a día.
En el estudio de la Guerra de Abril de 1965 sobresalen dos momentos. El primero consiste en el enfrentamiento entre los que reclamaban el retorno al Gobierno Constitucional y los que lo interrumpieron el 25 de septiembre de 1963 con el golpe de Estado contra el presidente Juan Bosch, líder del Partido Revolucionario Dominicano. Inspirado en la idea de que los militares debían devolver al pueblo lo que le habían quitado, lema del Movimiento Militar Constitucionalista formado por el coronel Fernández Domínguez, el capitán Mario Peña Taveras lideró el primer acto del contragolpe dado por los constitucionalistas a los ´triunviros´ el 24 de abril de 1965.
El segundo acto de la Guerra fue el desembarco gradual de unos 42,000 marines norteamericanos cuya meta era impedir el avance de los constitucionalistas. Los primeros llegaron el 28 de abril, como reacción a la derrota sufrida el día anterior por los mandos militares conservadores en la batalla del puente Duarte. Tras ese hecho, la confrontación entre dominicanos se tornó en guerra patria. Hasta septiembre, el país quedó dividido en dos gobiernos: el Constitucionalista, presidido por el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, y el de Reconstrucción Nacional encabezado por el general Antonio Imbert Barreras, receptor de las órdenes de la embajada de Estados Unidos en el país.
En el rechazo a la injerencia de Estados Unidos y a sus aliados locales se expresó con la gallardía del pueblo llano y desde las filas de los partidos Revolucionario Dominicano, Revolucionario Social Cristiano, Socialista Popular, Comunista Dominicano, Movimiento Popular Dominicano y el Movimiento Revolucionario 14 de Junio. Sus timoneles militares fueron Francisco Alberto Caamaño Deñó, Rafael Tomás Fernández Domínguez, Manuel Ramón Montes Arache al mando de los Hombres Rana, Miguel Ángel Hernando Ramírez, Héctor Lachapelle Díaz, Juan María Lora Fernández, y otros. También asistieron al llamado de la patria: Norge Botello, Héctor Aristy, Rafael Fafa Taveras, Rafael Chaljub Mejía, Bonaparte Gautreaux Piñeiro, Euclides Gutiérrez Félix, Alberto Despradel, Luis Enrique Lembert Peguero, Iván Grullón Fernández, Porfirio García Fernández, Roberto Cassá…
De igual manera, merecen mención de honor Picky Lora, Yolanda Guzmán, Emma Tavárez Justo, Teresa Espaillat, Sagrada Bujosa, Aniana Vargas, Milagros Concepción, Fiume Gómez Sánchez, Ana Joaquina Viñel Taveras (La China), Elvira Grecia Johnson Ortiz, Gisela Antonia Mercedes y Venecia Juan. A esta lista se suman Cándida Oviedo, Grey Coiscou, Hilda Gautreaux, Clara Tejera, Elvira Regús, Altagracia del Orbe, Ivelisse Acevedo, Bernarda Jorge, Belén Vargas, Brunilda Amaral, Brunilda Soñé, Carmen Mazara, Carmen Pujols, Consuelo Despradel, Delta Soto, Edith Alt. Ramírez Ferreira, Elena Garrido, Elsa Justo, Gladys Gutiérrez, Irma Encarnación de Cruz, Isabel Vargas, Josefina Paniagua, Lourdes Contreras, Magaly Pineda y Margarita Cordero, María Elena Muñoz, Mariana de la Cruz, Marisela Vargas, Mirna Santos, Petronila Argentina Santana, Ramona Rosario Vargas, Rosa Almánzar Vargas, Somnia Vargas, Ana Silvia Reynoso, Cicelia Acevedo, Francia Concepción Martínez (Conchita), Leopoldina Restituyo, Mercedes Ramírez (La Rubia), Teresa Rojas y Tita Cruz; reconocidas combatientes en mayo de 2015 junto a otras sobrevivientes, por el Ministerio de la Mujer, el Archivo General de la Nación y la Comisión Permanente de Efemérides Patrias. Estas, y las obviadas no intencionalmente, sin meditaciones ni esperas y fieles a la causa, tocaron las campanas del honor y de la dignidad, siendo su ejemplo fuerza inspiración para la defensa con firmeza de la soberanía mancillada.
Con el paso del tiempo se torna más grande el arrojo de los patriotas dominicanos enfrentados a los marines interventores y a la oligarquía que los había solicitado. Los primeros, pelearon por cólera infinita, los segundos, como bien dijo Pedro Mir, lo hicieron solamente por miedo.
La magnitud de la Guerra de Abril facilitó que, al cumplir 35 años se dieran señales de la asimilación oficial de sus resultados. El ambiente de relevo que para entonces se daba en el liderazgo político nacional, impuso un cambio de visión en cuanto a los hechos históricos recientes, confirmando así la máxima del poeta Goethe en el sentido de que: corresponde a cada generación escribir su historia universal. Para afianzar esta escritura y fortalecer el sentimiento patriótico entre los dominicanos, en enero de 1997, se creó la Comisión Permanente de Efemérides Patrias. Esta iniciativa figura entre las primeras en facilitar la participación sin cortapisas de académicos universitarios en los programas conmemorativos oficiales.
De los actos de esta Comisión destaca la celebración en 1997 del Día de la Fraternidad Nacional, al que fueron convocados actores de los bandos confrontados en Abril de 1965. El lugar del encuentro fue el Centro Olímpico, donde muchos de los invitados dejaron atrás la distancia que los separaba desde hacía casi cuatro decenios. Se trató de un esfuerzo meritorio en el que se contó con la valiosa colaboración del Gral.(r) Héctor Lachapelle Díaz. Tanto fue el entusiasmo de los organizadores, que dieron a conocer unos versos titulados: Canción de la fraternidad, escritos por Manuel Rodríguez Casado y llevados al pentagrama por Víctor Víctor.
Por la evocación de Abril, no menos significativa resultó la celebración en 2002 del seminario titulado: Guerra de Abril: Inevitabilidad de la Historia, auspiciado por la Secretaría de Estado de las Fuerzas Armadas, hoy Ministerio. Con orientación académica, acudieron a la cita representantes de los que estuvieron en la trinchera del constitucionalismo y de los que operaban desde San Isidro. De igual manera, especialistas de las ciencias sociales y estudiosos de los hechos de Abril formaron parte de los expositores. En 2015, al cumplirse el 50 aniversario de los hechos de Abril, sus resultados fueron publicados con el mismo título por la Comisión Permanente de Efemérides Patrias que, vale decir, tiene una colección de 19 títulos a disposición de los amantes de este tema.
De lo dicho se desprenden los avances logrados en la asimilación de la Guerra de Abril de 1965 como el acontecimiento más relevante de la historia política dominicana del siglo XX. Si el 27 de febrero de 1844 se recuerda con el Mes de la Patria por la proclamación de la independencia nacional, y entre el 10 y el 16 de agosto se celebra la Semana de la Soberanía Nacional, en sintonía con el anuncio en agosto de 1863 de la restauración de la independencia, que se conmemore cada año la Semana de la Dignidad Nacional por la naturaleza institucional y el alcance internacional de la Guerra Patriótica de Abril de 1965. Queda asignada la tarea, ojalá y pronto se convierta en hecho, pues las faenas patrióticas siempre son urgentes.
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