En estos días de histeria fascista y patriotera, las redes sociales del ciberespacio continúan propagando racismo antihaitiano, mentiras y falsedades en torno al Hoyo de Friusa, cuyo objetivo es la división de los dos pueblos hermanos que viven en nuestra isla. 

Andy Warhol tenía razón: en el futuro todo el mundo tendría sus 15 minutos de fama. Y en el caso dominicano, hasta ñames y lúmpenes (además de políticos corruptos junto a poetas de mala leche e intelectuales pequeñoburgueses) encargados de promover el odio racial y la violencia al servicio de las clases dominantes tienen sus 15 minutos de fama, cuyas consecuencias serán nefastas para la convivencia y la lucha democrática en Quisqueya.

Estamos conscientes de que el poder de difusión de las redes sociales es un nuevo fenómeno social, mediático, económico y cultural. Pero hace algunas décadas atrás, la propaganda conservadora, nacionalista y fascista de las clases dominantes en esta media isla era difundida a través de publicaciones impresas.

Para ilustrar lo afirmado, echemos un vistazo a un tratado propagandístico del año 1946 publicado por Editorial La Nación con fines de tergiversar la verdad histórica y ocultar los crímenes de la dictadura trujillista: La frontera de la República Dominicana con Haití: folleto propagandístico en formato libro publicado nueve años después del genocidio de 1937 en las provincias fronterizas con ,Haití llevado a cabo por el ejército y los matones al servicio del dictador Rafael Leónidas Trujillo. La condena internacional a raíz de este horrendo crimen de lesa humanidad llevó al régimen a poner en marcha una campaña de relaciones públicas y limpieza de imagen en el extranjero con el objetivo de contrarrestar las críticas de otros países latinoamericanos, así como de la opinión pública haitiana. El joven diplomático Joaquín Balaguer figuraba en ese entonces como una de las piezas claves del ajedrez propagandístico del trujillato. El libro La realidad dominicana de su autoría, publicado en 1947 y luego reeditado como La isla al revés en España en 1983, fue parte de ese amplio canon propagandístico del trujillato que todavía influye en la vida política de nuestros días.

Como parte de la comunicación estratégica que buscaba ocultar la mano del Estado en los actos genocidas del ‘37, el régimen distribuyó una gran cantidad de material impreso de tinte propagandístico para consumo local y a nivel internacional. A tal sentido, no es inusual encontrar muchos de los panfletos propagandísticos trujillistas en bibliotecas de universidades en el extranjero o en librerías de segunda mano. El ejemplar al que hemos tenido acceso fue donado hace algunos años atrás a la biblioteca del Instituto de Estudios Dominicanos de la Universidad Pública de Nueva York, donde laboré como asistente de investigación bajo la supervisión de la profesora y bibliotecaria Sarah Aponte.

Aparecida unos meses después de la revolución de 1946 en Haití, la cual fue impulsada por el noirisme (noirismo o negritud), movimiento de afirmación negra en Haití con características locales que tienen mucho que ver con la explotación de la población negra, [1] el folletín propagandístico La frontera de la República Dominicana con Haití salió a la luz pública en momentos en que el presidente autoritario Élie Lescot, aliado haitiano de Trujillo, caía del poder a causa de la acción revolucionaria de sectores estudiantiles marxistas, obreros y otros sectores opositores de la franja democrática.

Como narra el catedrático e historiador jamaquino Matthew J. Smith en su libro Red and Black in Haiti: Radicalism, Conflict, and Political Change, 1934-1957 (Negro y Rojo en Haití: radicalismo, conflicto y cambio social, 1934-1957). Después de la masacre de 1937, Lescot se convirtió en un presidente asediado por los sectores progresistas y revolucionarios haitianos luego de aceptar un acuerdo que bloqueó la investigación internacional y el litigio legal contra Trujillo a nombre de nacionales haitianos, sobrevivientes y víctimas del genocidio. Curiosamente, una detenida lectura del folleto da la impresión de que Trujillo sentía cierto júbilo por la caída de Lescot. Si este fue realmente el caso, la postura de Trujillo se enmarca en un intento oportunista de posicionarse al lado de las masas haitianas y de alguna manera apaciguar los ánimos y luchas políticas, controlando de cierto modo el impacto y flujo a través de la frontera de los movimientos revolucionarios haitianos en el lado dominicano de la isla en un momento en que una ola de luchas obreras iba en alza en Santo Domingo. Haciendo un breve paréntesis, llama mucho la atención el vacío o silencio dentro de la historiografía dominicana acerca de la revolución democrática y nacionalista del 1946 en Haití, paralela a la lucha democrática y antitrujillista que se llevaba a cabo en suelo dominicano bajo el liderazgo de la resistencia clandestina socialista y de izquierda y el embrionario pero a la vez combatiente movimiento obrero bajo el liderazgo de Mauricio Báez (asesinado en Cuba por esbirros trujillistas en 1950), quien estuvo al frente de la Gran Huelga azucarera del ‘46.

Mientras tanto, la derrota del fascismo por parte de la alianza militar (conocida como Los Aliados), presidida por el imperialismo estadounidense y otras potencias, brindó a Trujillo la oportunidad de presentarse al mundo como un demócrata a carta cabal. Al mismo tiempo y para consumo a lo interno de la sociedad dominicana, el régimen trujillista promovió la ideología antihaitiana de las élites blancas y la ambición subimperialista del régimen, el cual al final de cuentas servía los intereses geopolíticos de Washington.  Simultáneamente al implante de “cara democrática” de Trujillo, los propagandistas al servicio de la dictadura hacían todo lo posible por presentar al dictador como defensor de una supuesta identidad hispanista y cristiana en tierras dominicanas.

Partiendo principalmente de archivos oficiales del gobierno, este panfleto propagandístico es un intento de mostrar el proyecto de centralización económica y política del régimen conocido como “dominicanización fronteriza”, que tenía como eje la dominicanización de las regiones colindantes con Haití donde comunidades dominico-haitianas vivían juntas (y siguen conviviendo) en plena armonía. Hay que anotar que dentro de la lógica trujillista la dominicanización cultural y política de la frontera era sinónimo de progreso. Las políticas racistas, anti-haitianas y protofascistas de Trujillo alteraron la geografía física y cultural de las regiones fronterizas dominico-haitianas y sirvieron para demarcar los límites fronterizos al tiempo que se consolidaba el poder político del régimen tiránico en la frontera. Para promover el nacionalismo y la cultura hispánica tradicional, un proyecto político-cultural impulsado en América Latina y el Caribe por el Instituto de Cultura Hispánica del aliado europeo del trujillismo, el dictador Francisco Franco, el trujillato construyó escuelas e iglesias católicas partiendo de un plan de urbanización y modernización capitalista. Trujillo también aprovechó el genocidio del 1937 para sellar la frontera y, en el proceso, construir un bastión militar o muro de contención que tenía como fin impedir la incursión de grupos armados antitrujillistas dominicanos desde Haití.

Este folleto publicado a finales de la década de 1940 también aboga por la erradicación de la medicina popular dominicana/afrocaribeña y las creencias religiosas sincréticas, como señal de que, a pesar de la censura y la represión, la mayoría de los dominicanos no abrazaron el racismo promovido por las clases altas y la dictadura trujillista, y es tanto así que se han preservado muchas de las manifestaciones de origen africano como parte intrínseca de nuestra historia y también como herencia compartida de haitianos y dominicanos hasta el día de hoy.

A lo largo del folleto pro-gubernamental escrito por autores anónimos, se representa, reimagina y reescribe la masacre de 1937 como la consecuencia inevitable de una larga e inexistente disputa política en torno a la frontera compartida por los dos pueblos que habitan esta isla. Al final, esto no es más que un acto de falsificación histórica destinado a exonerar a Trujillo de cualquier responsabilidad política y legal y al mismo tiempo echarle la culpa al campesinado dominicano por la masacre de haitianos y dominicanos negros. Pero la realidad es otra que la extrema derecha y sus vertientes patrioteras quieren borrar: el campesinado dominicano y otros arriesgaron sus vidas para proteger a vecinos, amigos y familiares de ascendencia haitiana y ascendencia mixta dominicana y haitiana vilmente asesinados por la sanguinaria maquinaria de terror trujillista.

Nota

1. El noirisme (del francés noir o negro) fue un movimiento político-cultural a lo interno de la sociedad haitiana que estaba en pugna con el control político que ejercían las élites mulatas. Tenía un elemento nacional-progresista, pero existía una ala conservadora. François Duvalier era parte del sector conservador y, al llegar al poder en 1957, revistió su régimen dictatorial con la retórica populista del noirismo, dándole un giro derechista al movimiento. En pocas palabras, la dictadura de Duvalier hizo uso de la retórica de un sector del movimiento de la negritud en Haití con fines de beneficio personal y político.

Amaury Rodriguez

Escritor, educador y traductor

Amaury Rodríguez es escritor, educador y traductor. Estudió historia y educación bilingüe en la Universidad de la Ciudad de Nueva York. Desde hace años, lleva a cabo una labor de difusión de la historia contemporánea dominicana.

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