Solemos decir, en broma, que nos gustaría morirnos cuando estemos entregados a los sueños. En el caso de los cantantes, muchas veces les escuchamos decir "me gustaría morir en el escenario", es decir, cantando…
En el caso de Rubby Pérez, merenguero dominicano muy reconocido y, además, mejor ser humano, "esas insinuaciones" se cumplieron.
Solo que uno nunca espera que se le caiga, literalmente, el techo encima. Esta tragedia nacional (más de doscientos muertos) nos ha dejado a todos con un sabor amargo y una tristeza sorprendida.
¿Cómo es posible que esto ocurra? Como si de repente nos recordaran que en Gaza y Ucrania ocurre todos los días y esos "dolores ajenos" pudieran ser también los nuestros…
Morirse de repente es quizás una de las aspiraciones de todos y más si es bailando. Morirse en la alegría ha de ser una transición al más allá en donde "el placer" se encuentra con el placer y uno continuará bailando con los ángeles.
Todos los fallecidos aquella noche aciaga abrieron las puertas del paraíso en una comparsa merenguera que hizo llorar al mismo cielo, ya que no sabían "cómo explicarles" su nueva realidad.
Yo, que tuve la suerte de experimentar tal momento, sé que "la realidad" de lo que somos está allá y no en "esta" que percibimos.
Aun así, el sabor amargo nos queda a los que aún aquí estamos. Los amigos, los padres e hijos. Todo el dolor y la impotencia nos queda rondando, ya que "entendemos" que se pudo evitar y que no era justa esta tragedia.
Así como lo son todas, no solo las colectivas, sino también las individuales. No estamos preparados para las ausencias ni los desapegos. No somos creados con el don de la indiferencia.
"Volveré, serás mi estrella si tú me esperas, volveré". Letras de una de las más queridas canciones de Rubby. Hoy desde el cielo nos canta "Volverás, seré tu estrella" para mostrarnos el camino a donde encontrarle.
Para los dominicanos, la muerte es más difícil que para el resto, ya que un país tan alegre, con una idiosincrasia relajada, noble, ingenua y gentil, fue agraciado con la tierra que usó Dios como modelo para construir su paraíso.
Se nos hace cuesta arriba alejarnos de donde estamos y de lo que somos porque disfrutamos hasta del último rincón y detalle de la tierra y de lo que nos hace seres humanos de cualidades particulares.
No es que seamos mejores, porque eso tampoco nos importa y precisamente "esa anormalidad" nos da la libertad de vivir, más que de existir, que al fin y al cabo es lo que cuenta.
Todos nuestros hermanos que murieron en ese templo, llamado Jet Set, por donde todos pasamos. Nos harán recordar eternamente lo que somos. Un pueblo alegre y sencillo, que lleva en la piel el calor de las Antillas y en la sangre el valor de los caribes.
¡Volverán! Y seguirán bailando y cantando porque están en cada uno de nosotros. ¡En cada voz que canta, en cada cadera que enciende, porque somos capaces de pasar a la eternidad tumbando las paredes cuando estas escuchan un merengue!
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