Cuando hace casi 4 años la Rusia de Vladimir Putin invadió Ucrania se pensó que, dada la gran capacidad bélica de esa gran potencia, Ucrania no resistiría mucho tiempo. Se creyó que frente a la embestida rusa, que habría de ser avasallante y sangrienta, Ucrania sería arrasada y sometida en cuestión de semanas.
Los más escépticos entendieron que si Rusia no logra ocupar y derrotar totalmente a Ucrania, cuando menos habría un cambio de régimen. El régimen de Zelenski sería derrocado y sustituido por otro afín a Rusia.
Pero no ha sido posible ni una cosa ni la otra. Ucrania no ha sido derrotada y tampoco el régimen ha caído. Ucrania sigue resistiendo, y Zelenski, contra todas las adversidades, sigue liderando esa nación.
Me dirán que Rusia no está librando una guerra solo contra Ucrania, sino contra Europa y Estados Unidos. Dirán que sin ese apoyo, Rusia hubiese tomado hace tiempo a Kiev. Bueno, sí y no. Sin dudas, el apoyo de Occidente, y de manera especial, de Estados Unidos, ha sido determinante. Pero al margen de eso, también hay que reconocer la resistencia de Ucrania y la firmeza de Zelenski y de su ejército, que han presentado, sin duda alguna, una batalla épica a la invasión rusa.
También es cierto que esa guerra ha puesto de manifiesto muchas debilidades de Rusia.
La guerra en Ucrania, que se esperaba terminara en una victoria rápida para Rusia, y por consiguiente, fortaleciera el poder de Vladimir Putin, ha evidenciado en cambio las debilidades de Rusia.
En los casi cuatro años que lleva el conflicto, Rusia ha experimentado un retroceso notable en su influencia geopolítica, perdiendo aliados y viendo disminuir su poder en regiones claves como Siria, Irán, el Cáucaso y las antiguas repúblicas soviéticas. Ver perder a Siria, donde tenían dos bases militares de mucho valor estratégico, no sólo desequilibró el Medio Oriente, sino sobre todo, fue un golpe contundente a la imagen de Rusia como potencia, capaz de proteger y servir de sombrilla a una nación aliada. Siria cayó sin que Rusia pudiera hacer nada. No poder impedir que Israel y Estados Unidos bombardearan a la aliada Irán es otro golpe a la imagen de Rusia como una gran potencia disuasiva, como lo fue en la época socialista soviética.
La guerra ha revelado, además de esas vulnerabilidades externas, también debilidades internas, que debilitan la posición de Rusia en el ajedrez mundial.
A nivel interno, la economía rusa está mostrando alarmantes señales de debilidad. El propio ministro de Economía de esa nación, advirtió recientemente sobre el riesgo de una recesión, un término que Putin prefiere evitar, utilizando en su lugar la palabra "enfriamiento". Pero sea recesión o solo enfriamiento la realidad es que la economía rusa, tras un período de crecimiento impulsado por un gran gasto militar, ahora se encuentra estancada, aunque para muchos el país se encuentra a la puerta de una recesión.
La guerra, no supuesta a ser prolongada, ha tenido un costo muy alto para Rusia en términos económicos y en términos de imagen como potencia global. A Rusia y a Putin les urge acabar esa guerra y recuperar el terreno perdido en dinero y reputación, pero pudiera ser ya demasiado tarde.
Todo eso es el resultado de cálculos errados de Putin y de su cúpula militar. ¿Qué cálculó el ex jefe de la KGB en Moscú cuando decidió invadir a Ucrania? ¿Será que pensó que Occidente no daría un apoyo tan categórico a Ucrania, dejándolo comer solo con su dama? ¿O será que calculó que un sector militar se levantaría contra Zelenski y entregaría el poder a los rusos?
Uno, por supuesto, ignora que calculó exactamente Putin. Lo que sí uno no ignora, porque es evidente, que en Ucrania las cosas no salieron como las calculó el señor Putin.
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