Vargas Llosa, no sería extraño decirlo, percibió el poder con visión racional, toda vez que lo entendió, digamos, en su justa dimensión.
Tal vez por eso diría con palabras convincentes y seductoras que: “(…) El poder, todo poder, tiene una doble vocación congénita a, de un lado, crecer y de otro, durar. Si no hay barrera que se lo impidan progresar en ambas direcciones hasta ser omnímodo y eterno. Y esto vale para todos los poderes”.
“Pues bien, la barrera- sigue argumentando -más eficaz para impedir esa predisposición congénita del poder político o económico o de cualquier orden a crecer y a durar (es decir, a la impunidad y la perplejidad) es la libertad de información y el derecho a la crítica ejercido a través de los medios de comunicación”.
Esa concepción sobre poder no podría ser menos que certera, en tanto cuanto deja bien claro que las tendencias del poder, cualesquiera que fuese su naturaleza, no habría de ser otra que la de crecer y prolongar su existencia más allá, se quiere, de lo indecible.
Semejante intencionalidad subyace en la lógica estructural del poder y su voluntad de dominio esparcida en distintos estamentos, entidades e instituciones, como partes integrantes de toda sociedad, ya sea primitiva o moderna.
Según Vargas Llosa, solamente la libertad de información y la crítica sin ataduras podrían evitar la vigencia y eternización del poder, el cual, sino fuese por las denuncias y el rol cuestionador de los medios de comunicación, simularía la escasez de servicios públicos; la corrupción y las injusticias.
Y no solo eso. Más aún: también impondría verdades disfrazadas de mentiras, las cuales, sin duda alguna, obstaculizarían la libertad de pensamiento y el desarrollo democrático de cualquier sociedad.
Vargas Llosa siempre procuró, sin temblor ni temor, la democracia y libre expresión del pensamiento.
De manera decidida, consciente y entusiasta, hizo su apuesta por ideales libertarios y el credo doctrinal de la concepción liberal de varios pensadores: José Ortega y Gasset, Isaiah Berlin, Karl Popper, Raymond Aron, Adam Smith, Jean- François Revel y Friedrich von Hayek.
De manera particular y por separado, analiza, interpretativamente, esos pensadores en su magnífica obra “La llamada de la tribu”.
Dicho libro trata, de manera sintetizada, las partes fundamentales que caracterizan los elemento político, económico, culturales y sociales del liberalismo en los siglos XlX y XX.
Vargas Llosa, en verdad, fue gran abanderado del liberalismo. Por tal razón, habría escrito lo siguiente: “ La doctrina liberal ha representado desde sus orígenes las formas más avanzada de la cultura democrática y es la que ha hecho progresar más en la sociedades libres los derechos humanos, la libertad de expresión , los derechos de las minorías sexuales, religiosas y políticas, la defensa del medio ambiente y la participación del ciudadano común y corriente en la vida pública (…)”.
Vargas Llosa, como se ha de saber, fue acucioso defensor de la libertad en el sentido pleno del término. Eso, como tal, estimularía su admirable su ingenio creativo.
Parecería que habría de saber, tempranamente, que para escribir obras de gran calidad estética es necesario poseer imaginación creadora, talento y gran capacidad de trabajo.
Consciente de eso, dio muestra de su prodigiosa imaginación mediante elaboración de buenas obras literarias.
Compartir esta nota